Desayuna conmigo (jueves, 23.7.20) Sonrisa, humildad y salud
Amor y sacrificio
La primera de ellas se refiere a que el mejor maquillaje para ponerse uno guapo es la sonrisa. Vale lo mismo para hombres que para mujeres, pues hoy los hombres también se están acostumbrando a acicalarse con maquillajes. Recuerdo que en nuestros tiempos de Perfumería vendíamos maquillajes muy caros, por lo general solo para señoras, pero ninguno de ellos obraba el milagro de plasmar una hermosa sonrisa en la cara. Así que, amigo lector, si no has tenido tiempo de lavarte la cara como es debido al levantarte ni de maquillarte como te gustaría antes de salir de casa, lo mejor y más acertado es enfundarse una bonita sonrisa y caminar con el rostro refulgente. Será lo primero que vean y valoren no solo tus allegados, sino también los transeúntes con los que te cruces en tu camino.
La segunda verdad proclama que la mejor joya es la humildad. Nunca me he puesto una joya ni he soportado en mi cuerpo siquiera un simple adorno. Aguanto el reloj en la muñeca por pura necesidad. Pero ello no es óbice para captar la importancia que una joya tiene para el portador, sea hombre o mujer. Pues bien, realmente no hay joya que luzca tanto en un cuerpo humano, femenino o masculino, como la humildad, ni nada que repugne tanto a la vista y al sentir como la soberbia. El ser humilde camina vacío y libre de peso, abierto a ir llenándose de cuantas bellezas le salen al paso. El soberbio, en cambio, lo hace tan lleno de sí mismo que no deja espacio alguno para ellas.
La tercera nos revela que el mejor atuendo o vestido es la actitud, entendiendo por tal el estado de ánimo que se refleja en el cuerpo. Uno diría que, fundamentalmente, hay dos actitudes básicas posibles, la positiva y la negativa, por más que entre ellas quepan infinidad de grados y matices. El hombre positivo es el que afronta cuanto le acontece y, si ello le causa problemas o lo incomoda, trata de pasar de puntillas o de sacar algún provecho, a tenor justo de lo que aconseja el refrán de “al mal tiempo, buena cara”. El negativo, en cambio, hasta ve problemas fiscales en el hecho de que le toque la lotería, por no referirnos más que a algo estrambótico.
La cuarta enuncia una verdad que hoy, en plena pandemia o en lucha abierta con ella todavía, podemos entender muy bien: la mejor riqueza es la salud. Por ella, por la salud, hemos sido capaces de enclaustrarnos largo tiempo y de llorar para los adentros las pérdidas de seres queridos. De poco le sirven las riquezas a un hombre con dolor de estómago permanente, pongamos por caso. Todo valor y atractivo de la vida se desvanece cuando la salud nos juega malas pasadas o quiebra. ¡Qué gran verdad es tener en cuenta la salud como referencia ineludible a la hora de valorar cada cosa en su justa medida!De hecho, el dolor y, en general, la falta de salud son las más duras pruebas a que puede someternos la vida, quizá para contrarrestar o equilibrar nuestros malos comportamientos.
Y, finalmente, la mayor de todas las verdades, verdad que refulge todavía más tras el enunciado anterior: la mejor medicina es el amor. De hecho, la fuerza del amor es tan grande que puede hasta con el dolor de estómago y traspasa las barreras de la muerte. Su trascendencia es tal que no solo el mensaje cristiano de salvación y toda la ley, sino también Dios mismo, con toda su inmensidad y omnipotencia, caben en sus estancias. Jesús debió de sorprender mucho a los judíos de su tiempo al decirles que su complejísima y meticulosa ley se reducía o se condensaba en algo tan sencillo y simple como amar a Dios con todas las fuerzas y a los demás seres humanos de la misma manera.
Además de con estas cinco poderosas armas de tanto sentido común y de tanta sabiduría, el día nos obsequia, por un lado, con otras atenciones o preocupaciones, pues hoy se celebra el “día mundial de las ballenas y los delfines”. Se inició esta celebración como medida de fuerza para frenar la caza indiscriminada y tortuosa de estos hermosos animales, que están en peligro de extinción. La celebración viene haciéndose desde 1986 a propuesta de la Comisión Ballenera Internacional (CBI). Entonces estos animales estaban en muy serio peligro de extinción y en él siguen, desgraciadamente, todavía en nuestro tiempo, a pesar de los avances que en su defensa se han hecho. La opinión pública no debería perder de vista ese peligro.
Y, por otro, con el recuerdo de que, un día como hoy de 1936, el general José Moscardó se negó a rendir el Alcázar de Toledo, sitiado por milicias republicanas, a cambio de la vida de su hijo. La amenaza iba muy en serio y, de hecho, su hijo fue fusilado durante el asedio al no aceptar él tal chantaje. Al margen de cualquier valoración política de ese hecho, el sacrificio del general fue muy compensado después por los vencedores de la guerra. De hecho, por él se le concedió, por ejemplo, la más alta condecoración española al valor, la Cruz Laureada de San Fernando. Cuando el general Varela entró en Toledo, Moscardó le informó lacónicamente sobre un Alcázar totalmente derruido con la famosa frase que hizo fortuna: “mi general, sin novedad en el Alcázar”. De él se recuerdan también las frías palabras de su respuesta al ultimátum que se le había hecho, cuando dijo dirigiéndose a su hijo: ”encomienda tu alma a Dios, da un grito de ¡viva España! y muere como un patriota”.
Un día más para nuestro rosario de días de 2020 pasados por el tamiz del cristianismo. Las cinco verdades parafraseadas bien podrían figurar en el Evangelio de Jesús y ser recogidas por cualquier vademécum de vida cristiana. Por otro lado, el respeto a los animales es prolongación del que nos debemos a nosotros mismos, pues el respeto a la vida en general de nuestro planeta y su fomento es nuestra más extensa y profunda obligación moral. Y el gesto del general Moscardó, al margen de sus creencias y militancias políticas, no deja de ser expresión de un dolor y una valentía poco comunes, si bien es cierto que el chantaje a que se lo sometió fue muy cruel e inmoral. La voz de Jesús suena en lo más profundo de las conciencias humanas: he venido para que tengan vida, y la tengan abundante (Jn 10:10). Solo en la medida en que los cristianos de nuestro tiempo demostremos estar vivos seremos eficaces al dar testimonio de que realmente seguimos las huellas de Jesús y lograremos que la semilla de nuestra palabra caiga en tierra buena. En los tiempos que corren llevamos todas las de perder si no sembramos buena semilla y, una vez nacida, la cultivamos como es debido.
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