Sin duda alguna, los árboles, con su enraizamiento, floración y fructificación, son todo un símbolo de la vida humana, a la que sirven con enorme eficacia en todo lo referente a respiración y alimentación. Solo nombrar las clases de árboles que hay necesitaría mucho más espacio que el de esta reflexión matinal. Ateniéndonos al orden de los mojones que la dirigen, las celebraciones mundiales e internacionales, cabe constatar que hay un día mundial dedicado al árbol en general (28 de junio) y otro, a las masas arbóreas que son los bosques (21 de marzo), pero, que yo sepa, a los árboles concretos solo hay un día mundial dedicado al olivo y ese día es precisamente hoy. ¿Qué tiene de especial el olivo, árbol al que solo por lo dicho podríamos considerar o valorar como el “rey de los árboles”, comparado con todos los demás? Lo iremos viendo.

Digamos primero que la celebración de hoy se debe, según la UNESCO, a la necesidad de proteger y preservar un árbol emblemático que sirve para fortalecer los valores humanos y culturales entre los pueblos al representar nada menos que la sabiduría, la armonía y la paz. Además, su longevidad, que puede superar fácilmente los dos mil años, lo constituye en un ser vivo que representa también la eternidad, de tal manera que, pienso yo, los faraones, siendo este árbol un producto especial del mundo mediterráneo, bien podrían haberlo elegido para su “reposo eterno” excavando su sepulcro entre sus raíces en vez de ocultarlo sigilosamente en el vientre de las pirámides.

La fecha del 26 de noviembre para esta celebración la eligió la UNESCO en su 40ª Conferencia General en París en 2019, a propuesta de Líbano y Túnez, para conmemorar la inauguración del Consejo Oleícola Internacional que había tenido lugar en Madrid este día de 1992. Su propuesta es que “la conmemoración de este día se centre en el marco del sistema de las Naciones Unidas para celebrarlo a nivel mundial, tras fijar, como su finalidad principal, promover la protección y la preservación de este árbol milenario, así como su importancia en la sostenibilidad ambiental entre sus países miembros, pues el olivo representa un elemento unificador y de diversidad en todas las culturas desde hace varios siglos”.

Se trata de un árbol que, además, tiene gran resonancia en el ámbito sagrado. El hecho de que se tengan noticias de su cultivo cuatro mil años antes de nuestra era lo convierte en símbolo de “inmortalidad”, razón por la que ha sido venerado como sagrado por distintas culturas. Es un árbol que aparece en la tumba de Tuntakamón y en otros entierros egipcios, en el escudo de la ONU y en las coronas con que se celebra el triunfo de muchos deportistas. En cuanto al mundo cristiano, su presencia es impresionante y determinante: es el primer árbol que aparece tras el diluvio y una ramita suya, transportada por la paloma que Noé había soltado unos días antes, se convirtió en símbolo de la paz entre Dios y los hombres que puso fin a una terrible venganza divina; su fruto, el aceite, mantiene en vela a las vírgenes que esperan al esposo y se convierte en materia sacramental para la ordenación sacerdotal y para el viático. El Huerto de los Olivos de Getsemaní juega un papel primordial en toda la obra redentora de Jesús. Cuando visité este lugar, la guía turística nos mostró no solo el olvido que en él había plantado el papa Pablo VI, ya muy crecidito por cierto, sino también algunos ejemplares junto a cuyos troncos bien podría haber orado Jesús.

El fruto del olivo es la oliva. En mi tierra del sur de Salamanca, lindando con la zona aceitera de las Hurdes, llamamos oliva al árbol y aceituna a su fruto. Olivo proviene del latín "óleum" y aceituna, del árabe "az-zaytüna". Recuerdo la recolección de la aceituna a finales del otoño como la época en que, siendo niño, he pasado más frío en mi vida: madrugábamos mucho y, al alba, los hombres vareaban los árboles con largas pértigas y las mujeres y los niños recogíamos las aceitunas del suelo con las manos casi congeladas. Así lo he visto hacer también, muchos años después, en el norte de Jordania, y así creo que se sigue haciendo con los pocos olivos que quedan en algunos de los pueblos de mi tierra. Tras la recogida y ya en pleno invierno, cuando en la almazara salía el aceite recién exprimido y caliente, bien que nos gustaba pringar un trozo de pan y comerlo como una delicia en una época en la que, desgraciadamente, no había ni mucho ni variado para comer.

Recordemos que, además de su alto valor nutritivo y de simbolizar la inmortalidad, la victoria y la paz, el aceite tiene importantes cualidades curativas y es muy posible que favorezca la fertilidad. No es de extrañar que sea conocido también como “oro líquido”. Como forma efectiva de celebrar este día, dejemos constancia de que está en marcha una campaña que tiene por lema “apadrina un olivo”. Yo me siento muy ufano de haber plantado uno en mi jardín hace tres años y ahora me recreo viéndolo crecer vigoroso y lozano, mientras espero que el próximo año recompense mi devoción con algunas aceitunas.

Es curioso que este año la celebración de la exuberancia floral, gastronómica, cultural y religiosa del olivo coincida con el cuarto jueves del mes de noviembre, lo que hace que se potencie con la celebración hoy también del famoso “día de acción de gracias”, de tanta fuerza en los EE.UU. Este día, que allí es festivo, fue elegido para dar gracias a Dios por la cosecha al final de la recolección otoñal y también por todas las bendiciones recibidas a lo largo del año. En los EE.UU., hoy se celebra una gran fiesta que reúne a los familiares y amigos para dar buena cuenta del típico pavo.  Aunque se celebre en día distinto, se trata de una celebración que también tiene gran acogida en Canadá el segundo lunes de octubre. En otros países, como Brasil, el cuarto jueves de noviembre es también una gran fiesta desde 1966.

Parece que esta celebración se originó en Plymouth (Estado de Massachusetts), como agradecimiento de los colonos a los nativos de la tribu Wampanoag, por haberles enseñado las técnicas del cultivo del maíz, de la caza y de la pesca, lo que les trajo prosperidad tras una época de hambruna y de enfermedades. Si este proceder hubiera sido la tónica de las relaciones entre colonizadores y aborígenes, la historia de las calamidades sufridas habría sido muy otra, pues seguramente no habrían tenido lugar ni los exterminios, ni las reservas casi carcelarias, ni las explotaciones y vejaciones que muchos seres humanos tuvieron que sufrir.

Subrayemos que, como si de la resaca del Thanksgiving se tratara, tras este jueves festivo y de fartura irrumpe en escena el “black Friday”, denominación que se originó en Filadelfia, donde, en torno a 1961, los policías encargados de la regulación del tráfico calificaron el viernes siguiente al Thanksgiving como “black” (negro) por el denso tráfico de gente y de vehículos que ese día abarrotaba las calles de la ciudad.  Nada más natural que, tras la cosecha, venga la alegría comercial, casi como ocurría en las Cuencas Mineras en los días 11 de cada mes de todavía no hace mucho, cuando sus comercios y bares se abarrotaban de clientes tras la paga que HUNOSA hacía a los mineros el día 10. Eran días en los que hasta los comerciantes de Oviedo se frotaban las manos.

Como brotes de olivo son los hijos de la Iglesia, brotes fuertemente enraizados en la fe y dispuestos a dar los sabrosos frutos que produce el amor, el oro cristiano. Todo cuanto es y tiene el hombre, aun en situaciones de deterioro y sufrimiento, es motivo de “acción de gracias”, pues todo lo ha recibido de forma gratuita, es decir, sin que pueda exhibir ningún derecho a poseerlo. Obviamente, son muy poquitos los que pueden aspirar a tener la agilidad y la sabiduría balompédicas del recién fallecido Maradona, pero son muchos, muchísimos, los que no querrían tener los pies de barro de tan gran ídolo de masas. Su gloria es efímera y su dimensión humana ha quedado destrozada, aunque en un momento de su vida fuera capaz de levantar el ánimo de una gran nación humillada. No tengo la menor duda de que, como a todos, también a Maradona Dios lo ha recibido entre sus brazos, pero vidas como la suya, tan dotada y malograda, llevan a uno a exclamar: ¡qué hermoso es ser simple brote de olivo, producir oro como agradecimiento y permitirse el lujo de vivir austeramente! Y ¡qué hermoso es, en definitiva, sentirse agraciado como cristiano!

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com