Desayuna conmigo (jueves, 1.10.20) La fortuna de la longevidad

Con la casa a cuestas

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Cuando a diario ojeo el periódico, me conmueve e intranquiliza ver que, de vez en cuando, en las esquelas aparecen los nombres de amigos, conocidos y vecinos que se sitúan al otro lado del tiempo a edades tan tempranas como los cuarenta, cincuenta o sesenta años. Claro que la compasión me desborda cuando, además, veo que algunos de ellos, con esas edades o siendo mayores, habían tenido que colocar en ese preciso lugar a alguno de sus hijos, pues me parece que no debe de haber dolor semejante al de los padres que entierran a sus hijos. Sí, sí, hay gente que muere muy joven, y no solo por accidentes, sino por enfermedades y como secuela de algunos comportamientos agresivos y tóxicos. Pero, por lo general, a medida que hemos ido restando tiempo al trabajo para el ocio, mejorando la atención sanitaria y adoptando hábitos más saludables de vida, la media de edad de los humanos ha ido creciendo de forma admirable hasta arribar a un tipo de sociedad, plagada de personas mayores, que todavía no sabemos gestionar como es debido.

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Esta introducción se debe al hecho de que hoy celebramos el “día internacional de las personas de edad” para destacar el cambio demográfico que, afortunadamente, está sufriendo la población mundial y la necesidad de crear nuevas políticas y programas que beneficien a los miembros de la tercera edad. Fue la ONU la que promovió esta celebración en el año 1991 con las miras puestas en fomentar políticas y esbozar programas públicos, centrados en que las personas mayores sean más activas en el seno de la sociedad. Cierto que la longevidad está causando serios problemas a las políticas de pensiones, pero ello no debería ser un problema irresoluble si se valorara como es debido el aporte que las personas mayores hacen a la sociedad.

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Teniendo en cuenta que, por lo general, se consideran como de la tercera edad las personas a partir de los 65 años, la edad estimada como la más normal para la jubilación, los aproximadamente ciento cincuenta millones de mayores que hoy hay en el mundo llegarán a ser, salvo que virus como el covid-19 digan lo contrario, quinientos millones hacia el año 2050, año que ya tenemos ahí mismo, a la vuelta de la esquina. Los retos apuntan hacia mejores y más adecuadas políticas de aprovechamiento de la experiencia y de las muchas habilidades que todavía se conservan a esas edades en orden a promover iniciativas, regular trabajos y fomentar mejoras en todo el ámbito de la salud. Las sucesivas crisis económicas y sanitarias que vamos padeciendo han venido a demostrar la gran importancia que las personas mayores tienen no solo como “colchón económico” de sus hijos, sino también como colaboradores activos en todo lo referente a las atenciones de sus nietos. El espacio disponible no nos permite extendernos más sobre la valía de millones de seres humanos a quienes está sonriendo la suerte de gozar de una longevidad activa, tan fructífera para ellos mismos, para sus familias y para la sociedad en general.

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Y, como siempre que la suerte nos sonríe hemos de tener en cuenta que no tardará en aparecer Pedro con la rebaja, dicho sea sin intencionalidad política alguna, el desayuno nos recuerda que debemos digerir pausadamente la brutal réplica de la vida que es la depresión, pues hoy se celebra también el “día europeo de la depresión”. Lo estableció así la EDA (Asociación Europea para la Depresión) en 2004 debido a que solo en Europa hay unos treinta millones de personas que la padecen. El objetivo de esta celebración se centra en conseguir mejores terapias para los enfermos y en abaratar el elevado costo de los tratamientos correspondientes.

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Las secuelas más visibles de la depresión son un absentismo laboral insoportable para las empresas y una alta cota de suicidios, lo que pone en guardia y aterra a toda la sociedad. Los estragos de la depresión en el paciente apuntan a un malestar general, a dolores indeterminados en el cuerpo, a falta de energía, a apatía y tristeza, a ostracismo o reclusión en casa, a fácil irritabilidad, a poca concentración, a abatimiento y a poco apetito. Digamos que no hay edad para que la depresión prenda en el paciente, pero que las personas mayores, atenazadas por los inevitables deterioros del tiempo, son sus presas más fáciles.

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La mañana nos invita hoy, además, a otras celebraciones a las que, pensando en la tercera edad, podríamos sacarles buen partido reflexivo, como son las de la hepatitis C, la del vegetarianismo y la del café. La de la hepatitis C ha caído en desuso al celebrarse el día internacional de la hepatitis vírica el 28 de julio, pero el hecho de que haya más de ciento setenta millones de personas que la padezcan no deja de ser una gran preocupación social. Afortunadamente, se ha avanzado mucho tanto en su prevención, pues se contagia por medio de la sangre, es decir, cuando la sangre de un portador de la enfermedad entra en contacto con la sangre de una persona sana, como en su sanación con vacunas que restablecen el hígado dañado.

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El vegetarianismo, por su parte, tiene hoy también su celebración internacional, promovida por la Sociedad Vegetariana de Estados Unidos en 1977, celebración que fue establecida para llevar a efecto cambios juzgados como necesarios tanto en el estilo de vida como en la dieta conveniente para la salud de las personas. Su fuerza estriba en el intento de evitar el maltrato animal y en la creencia de que un régimen vegetariano mejora la salud, fuerzas que en realidad se revelan como muy débiles, ya que su aplicación rigurosa exigiría políticas que reducirían drásticamente el número de animales de algunas especies e incluso especies enteras, a sabiendas, además, de que hoy resulta muy cuestionable que el vegetarianismo mejore la salud.

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En cuanto al café, del que también hoy se celebra su día internacional, digamos simplemente que el consumo de más de tres mil millones de tazas cada día hace que sea la segunda bebida más consumida en todo el mundo. La primera es, obviamente, el agua, que también forma parte de las tazas de café. La celebración de este día se estableció para unir a todos los productores de café del mundo para lograr que su cultivo resulte sostenible, pues muchas veces, como les pasa a muchos otros productos agrícolas, sobre todo cuando hay exceso de estocajes, los costos de producción son superiores a los precios de venta.

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Enfocado el día desde nuestra perspectiva cristiana, la lección que podemos sacar de él es muy hermosa: el gran tesoro que acumulan las personas de la tercera edad es la experiencia de la vida y el paso raudo de un tiempo que, entre las muchas consideraciones y valoraciones que admite, incluye la de ser un regalo divino que pone en nuestras manos talentos y oportunidades para rematar bien la gran faena de la vida. Los mayores vemos muy claro que solo lo que a lo largo de nuestra vida hemos hecho en favor de los demás hace que nuestras manos no estén vacías. Digamos una vez más que el cristianismo, con su empecinamiento en el amor, va parejo con la vida humana, aportándole sentido y riqueza. Las cosas son así de claras hasta el punto de que, a quien no se sienta cristiano, deberíamos poder decirle con rotundidad que tanto peor para él.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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