La vida es para siempre. Cuanto más la damos más la ganamos
Comentario al Evangelio 1 de noviembre 2017
Lo que empieza no termina nunca. Jesús nos quiere felices en este mundo y para la vida sin fin, porque la muerte no rompe la vida, la vida es para siempre.
Jesús ofreció una palabra de esperanza y liberación a los oprimidos de su tiempo. ¿Qué esperanza ofrecemos hoy los seguidores de Jesús a los oprimidos de nuestro tiempo?
Mateo 5,1-12:
Al ver Jesús el gentío subió a la montaña, se sentó y se acercaron sus discípulos, y él se puso a hablar enseñándoles:
"Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por causa la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Dichosos vosotros cando os insulten, y os persigan, y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo".
1.-Nueve veces emplea Jesús en este discurso la palabra "dichosos" (en griego makároi=dichosos, felices). Jesús vino a este mundo trayendo consigo de parte de Dios un mensaje de felicidad, de vida y esperanza para toda la humanidad, porque Dios quiere la dicha y la felicidad de todos, en este mundo y para siempre, tanto mientras estamos en esta orilla de la vida como aun más cuando pasamos a la otra orilla.
Pero la construcción de esa felicidad en este mundo es tarea nuestra. Dios quiere que nosotros seamos sus protagonistas. Jesús con sus hechos y sus palabras nos enseñó cómo hacerlo hasta que nos llegue el tiempo de pasar a la plenitud de la otra orilla de la vida, y más tarde la meta definitiva de la Restauración Universal, para todos los seres vivos y para toda la creación, porque “todo llanto, todo dolor, toda muerte, todo sufrimiento, habrán pasado, y habrá un Universo Nuevo” (Apocalipsis 21,4-5).
2.-Este famoso texto es como el discurso programático de Jesús. Toda su vida va a ser dar cumplimiento al mismo. En el contenido de este discurso sigue al pie de la letra el gran mensaje que nos trasmite toda la Biblia, especialmente en lo referente a los pobres; a los que sufren; a los que lloran; a los que tienen hambre y sed de justicia; a los que son misericordiosos; a los comprometidos con la paz; a los perseguidos por luchar por la justicia, y como consecuencia son insultados, perseguidos, calumniados por ser fieles al mensaje de Jesús. Jesús quiere dar una palabra de esperanza y de liberación a los oprimidos del mundo. ¿Qué esperanza ofrecemos hoy los seguidores de Jesús a los oprimidos del mundo actual?
3.-En este discurso Jesús termina con una promesa extraordinaria: "Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo". El destino preparado por Dios para todo ser humano y para toda la Creación, es un destino de recompensa grande, de plenitud, de felicidad y de dicha para siempre.
4.-Recordamos este día a todos los santos y a los hermanos que nos precedieron en el paso de esta orilla de la vida a la otra orilla de la Vida, porque la vida es para siempre, la vida empieza pero no termina nunca. Ya lo decían a su manera los filósofos griegos Tales de Mileto y Pitágoras: lo que empieza, empieza para siempre, cambia sin parar pero no se acaba nunca. La muerte no rompe la vida, tan solo la cambia, y la cambia para ser infinitamente mejor y más feliz. Jesús transmitió este mensaje múltiples veces y de diversas formas: además del texto de hoy, también explícitamente cuando dice “quien cree en mi no morirá para siempre...yo lo resucitaré en el ultimo día”; en las parábolas del tesoro, la perla y la gran cena; la transfiguración; el rico y el pobre Lázaro, la preparación de un sitio para cada uno en el cielo, en el anuncio de la llegada del Reino de los Cielos en su doble dimensión: inmanente, o sea, su construcción en este mundo y trascendente, o sea, su plenitud definitiva. Cada vez que hacemos algo bueno es una tabla que colocamos en la construcción del Reino de Dios en este mundo, que al mismo tiempo construye el puente que nos pasa de esta orilla de la vida y a la otra orilla de la Vida. Las vigas del puente las puso Jesús con su resurrección. Construir sobre ellas el puente con todo el bien que hacemos es cosa nuestra. A veces tenemos algún fallo, es una tabla que se nos cae al río, pero Dios ya sabía que íbamos a fallar porque somos ontológicamente imperfectos, pero nos da la oportunidad de tomar otra tabla para seguir construyendo con Jesús el puente de la inmortalidad, para nosotros, para los demás y para toda la creación. Por eso nuestro compromiso con la construcción del Reino de Dios, es decir, con la construcción del amor, la fraternidad, la justicia, la vida, la alegría, la paz, la esperanza, debe ser total y sin reservas. Seremos tanto más dignos de la plenitud de la felicidad definitiva del Reino de Dios, cuando más nos impliquemos en su construcción en este mundo, para nosotros mismos, para toda la humanidad y para toda la creación. Tenemos una tarea maravillosa y extraordinaria que desarrollar en este mundo. Dediquémonos a ella con entusiasmo.
Por tanto, en estos días de “difuntos y cementerios”, como creyentes seguidores de Jesús, ni se nos ocurra pensar en los que nos precedieron como muertos, sino como vivos para siempre, pues el mismo Jesús nos dice: “Dios es un Dios de vivos, no de muertos, porque para El todos están vivos” (Lucas 20,38).
“La vida se nos da, y la merecemos dándola”, Tagore
“Lo más seguro para hacernos la vida más agradable, es hacerla agradable a los demás”, Albert Guinon.
Una excelente mujer como persona y por tanto como creyente, dejó expresados sus sentimientos de esta manera tan bella y tan llenos de esperanza:
La muerte no es nada.
Solo he pasado a la habitación de al lado.
Yo sigo siendo yo.
Vosotros seguís siendo vosotros.
Lo que somos unos para los otros,
seguimos siéndolo.
Os espero. No estoy lejos.
Volveréis encontrar mi corazón.
No lloréis si me amáis.
Un cordial abrazo a tod@s, y a los herman@s que nos están esperando.-Faustino
Lo que empieza no termina nunca. Jesús nos quiere felices en este mundo y para la vida sin fin, porque la muerte no rompe la vida, la vida es para siempre.
Jesús ofreció una palabra de esperanza y liberación a los oprimidos de su tiempo. ¿Qué esperanza ofrecemos hoy los seguidores de Jesús a los oprimidos de nuestro tiempo?
Mateo 5,1-12:
Al ver Jesús el gentío subió a la montaña, se sentó y se acercaron sus discípulos, y él se puso a hablar enseñándoles:
"Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por causa la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Dichosos vosotros cando os insulten, y os persigan, y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo".
1.-Nueve veces emplea Jesús en este discurso la palabra "dichosos" (en griego makároi=dichosos, felices). Jesús vino a este mundo trayendo consigo de parte de Dios un mensaje de felicidad, de vida y esperanza para toda la humanidad, porque Dios quiere la dicha y la felicidad de todos, en este mundo y para siempre, tanto mientras estamos en esta orilla de la vida como aun más cuando pasamos a la otra orilla.
Pero la construcción de esa felicidad en este mundo es tarea nuestra. Dios quiere que nosotros seamos sus protagonistas. Jesús con sus hechos y sus palabras nos enseñó cómo hacerlo hasta que nos llegue el tiempo de pasar a la plenitud de la otra orilla de la vida, y más tarde la meta definitiva de la Restauración Universal, para todos los seres vivos y para toda la creación, porque “todo llanto, todo dolor, toda muerte, todo sufrimiento, habrán pasado, y habrá un Universo Nuevo” (Apocalipsis 21,4-5).
2.-Este famoso texto es como el discurso programático de Jesús. Toda su vida va a ser dar cumplimiento al mismo. En el contenido de este discurso sigue al pie de la letra el gran mensaje que nos trasmite toda la Biblia, especialmente en lo referente a los pobres; a los que sufren; a los que lloran; a los que tienen hambre y sed de justicia; a los que son misericordiosos; a los comprometidos con la paz; a los perseguidos por luchar por la justicia, y como consecuencia son insultados, perseguidos, calumniados por ser fieles al mensaje de Jesús. Jesús quiere dar una palabra de esperanza y de liberación a los oprimidos del mundo. ¿Qué esperanza ofrecemos hoy los seguidores de Jesús a los oprimidos del mundo actual?
3.-En este discurso Jesús termina con una promesa extraordinaria: "Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo". El destino preparado por Dios para todo ser humano y para toda la Creación, es un destino de recompensa grande, de plenitud, de felicidad y de dicha para siempre.
4.-Recordamos este día a todos los santos y a los hermanos que nos precedieron en el paso de esta orilla de la vida a la otra orilla de la Vida, porque la vida es para siempre, la vida empieza pero no termina nunca. Ya lo decían a su manera los filósofos griegos Tales de Mileto y Pitágoras: lo que empieza, empieza para siempre, cambia sin parar pero no se acaba nunca. La muerte no rompe la vida, tan solo la cambia, y la cambia para ser infinitamente mejor y más feliz. Jesús transmitió este mensaje múltiples veces y de diversas formas: además del texto de hoy, también explícitamente cuando dice “quien cree en mi no morirá para siempre...yo lo resucitaré en el ultimo día”; en las parábolas del tesoro, la perla y la gran cena; la transfiguración; el rico y el pobre Lázaro, la preparación de un sitio para cada uno en el cielo, en el anuncio de la llegada del Reino de los Cielos en su doble dimensión: inmanente, o sea, su construcción en este mundo y trascendente, o sea, su plenitud definitiva. Cada vez que hacemos algo bueno es una tabla que colocamos en la construcción del Reino de Dios en este mundo, que al mismo tiempo construye el puente que nos pasa de esta orilla de la vida y a la otra orilla de la Vida. Las vigas del puente las puso Jesús con su resurrección. Construir sobre ellas el puente con todo el bien que hacemos es cosa nuestra. A veces tenemos algún fallo, es una tabla que se nos cae al río, pero Dios ya sabía que íbamos a fallar porque somos ontológicamente imperfectos, pero nos da la oportunidad de tomar otra tabla para seguir construyendo con Jesús el puente de la inmortalidad, para nosotros, para los demás y para toda la creación. Por eso nuestro compromiso con la construcción del Reino de Dios, es decir, con la construcción del amor, la fraternidad, la justicia, la vida, la alegría, la paz, la esperanza, debe ser total y sin reservas. Seremos tanto más dignos de la plenitud de la felicidad definitiva del Reino de Dios, cuando más nos impliquemos en su construcción en este mundo, para nosotros mismos, para toda la humanidad y para toda la creación. Tenemos una tarea maravillosa y extraordinaria que desarrollar en este mundo. Dediquémonos a ella con entusiasmo.
Por tanto, en estos días de “difuntos y cementerios”, como creyentes seguidores de Jesús, ni se nos ocurra pensar en los que nos precedieron como muertos, sino como vivos para siempre, pues el mismo Jesús nos dice: “Dios es un Dios de vivos, no de muertos, porque para El todos están vivos” (Lucas 20,38).
“La vida se nos da, y la merecemos dándola”, Tagore
“Lo más seguro para hacernos la vida más agradable, es hacerla agradable a los demás”, Albert Guinon.
Una excelente mujer como persona y por tanto como creyente, dejó expresados sus sentimientos de esta manera tan bella y tan llenos de esperanza:
La muerte no es nada.
Solo he pasado a la habitación de al lado.
Yo sigo siendo yo.
Vosotros seguís siendo vosotros.
Lo que somos unos para los otros,
seguimos siéndolo.
Os espero. No estoy lejos.
Volveréis encontrar mi corazón.
No lloréis si me amáis.
Un cordial abrazo a tod@s, y a los herman@s que nos están esperando.-Faustino