Vivencias 51

--- No lo mates, déjalo vivir: en el vivir le va la penitencia.

--- La política es partidista y simplificativa, la cultura es coimplicativa y holista. Aquélla usa un pensamiento funcional, ésta un pensamiento simbólico. Por poner un ejemplo, lo vasco (cultural) es un lenguaje o estado de cosas, y no las cosas de un estado (delimitado). La política reduce la experiencia cultural abierta a una cuestión de límites, fronteras y aduanas. En el caso vasco, Euskalherria —el País Vasco cultural, en su polimorfía y complejidad— ha sido reducido a los límites políticos de Euskadi. Ancha es Euskalherria y estrecho Euskadi: como ancha es Castilla y estrechos los castellanos, según reza un rótulo callejero de Sepúlveda, aunque en femenino.

--- La moral suele ser, por desgracia, una especie de ética hética (tísica): por eso la moral, más que dar moral, desmoraliza.

--- Cuidado con la simetría: puede ser terrible, como la del tigre.

--- Muerte de Dios: renacimiento del diablo. Y, si no existe Dios y el diablo resucita, todo resulta ya imposible (frente a Dostoiewski).

--- Si la cultura da curso a cuestiones existenciales, la religión es el recurso a las cuestiones esenciales subyacentes, por eso yo la colocaría emergiendo del inconsciente colectivo, y no como consciencia colectiva (con Jung, frentre a Durkheim). En expresión de W. Benjamin, la religión es “la totalidad concreta de la existencia”, lo que hace hincapié en la religación de lo real. Mientras que la ciencia analiza la materia, la cultura sintetiza el espíritu del hombre; por su parte, la religión religaría materia y espíritu al Alma del mundo. Como ha escrito Daniel Bell, el simbolismo seria la topología adecuada de una cultura religiosa o, si se prefiere, de una religación cultural: pues en el simbolismo los contrastes no aparecen como contradicciones sino como interdependencias, las cuales bien pueden reentenderse como solidaridades (The Winding Passage).

--- Pasar de la santa indiferencia mística a la santa aferencia mítica.

--- La voz del tenor —Fleta, Pavarotti— seria la voz del Padre como conciencia trascendental, mientras que la voz soprano —Callas— lo seria de la trascendencia interior o inconsciente matrial. Los barítonos simbolizarían la voz horizontal de la fratría. Finalmente, bajos e infrasopranos o contraltos —como C. Ferrier— cantan desde el Hades nuestra filiación ctónica.

--- Las respuestas varían y pasan, mas quedan las preguntas recurrentes: en filosofía se trata de plantear estas preguntas, cuyas respuestas son circunstanciales. La respuesta clásica interpreta el ser de lo real como uno, verdadero, bueno y bello. Pero junto a estos “trascendentales” clásicos del ser, habría que aponer los “inmanentales”: hoy reaparece el ser como variopinto, mendaz y falseado, malicioso y maleado, maquillado y tatuado. El ser ya no es lo que era: le falla su esencia específica (to ti en einai, mahiya, quod quid erat esse, lo que era ser).

--- El alma como junción de espíritu y cuerpo. Según Laurens van der Post el símbolo del alma entre los bosquimanos de Kalahari es el “puercoespín”, ya que representa la unión de los opuestos tanto por su coloración blanquinegra como por su excelencia de visión y olfato.

--- Según el Taoteking de Laotsé, el No-Ser es el comienzo misterioso de todo, y el Ser la madre de todas las cosas. Ambos principios, uno en origen, denominan el proceso creador y su mediación (o límite matriarcal-femenino). También en la Cábala, estudiada por G. Scholem, comparecen en la Divinidad esos dos principios aquí revertidos: el del Ser divino y expansivo y el No-Ser o repliegue impansivo de Dios (cuasi matriarcal-femenino). Ello indica que el propio Dios —el Ser— alberga el No-Ser o Nada, de la que promana o proviene la creación. Dicho en taoísta, el No-Ser originario adquiere Ser u originación (consúltese para todo ello Eranos-25 (1956), así como mi trabajo “La Escuela de Eranos”). Conclusión: Para poder crear hay que contactar con la nada subyacente, o bien anonadarse (regredir para progredir), o bien autodeterminarse (y toda “determinación” es una negación). De esta negación procede, paradójica y dialécticamente, la positivación de lo real. Dios crea el mundo en la Cábala de su propia nada: en el taoísmo el ser media la nada. Para poder ser hay que ser en potencia: así podríamos sintetizar y traducir a nuestra mentalidad ese pensar radical, cuya auténtica divisa seria: para llegar a ser hay que ser-nada. La mística se entrecruza aquí con el arte y la creatividad.

--- Ser desde la nada: implicación.

--- La re-tracción de Dios en la Cábala, que posibilita la creación del mundo de la nada, ¿no será la “sombra” de una retractación? (A juzgar por lo acaecido tras la creación, la duda de Dios resulta legitimada.)

--- Crítica de mi concepto de implicación: ¡el mal no se implica igual en las víctimas que en los verdugos! Mi respuesta sería que la implicación es ontológica, y no óntica: por eso el mal óntico o maldad difiere en víctimas y verdugos, pero ambos dicen coimplicidad: están implicados en la dualéctica de su correlatividad. La salida o solución a su coimplicidad no estaría en afirmar la dualidad, sino en coimplicar ambos extremos correlativizándolos, así pues realizando la realidad que los constituye. De esta guisa, el verdugo implicaría a su víctima autorrelativizándose, y la víctima implicaría a su verdugo relativizándolo como tal. La implicación dice entonces mediación, comunicación, intercambio y mutualidad, así pues compartición o participación: inserencia —el atributo trascendental del ser (a realizar o coimplicar por el hombre). La implicación está “dada” en el ser, la coimplicación está por “dar” en el hombre. En esta historia Dios es el Gran cómplice, y el diablo el complicado.

--- La madre como “imago” o “espejo” del Sí-mismo del niño: de sí mismo hasta alcanzar su ego (E. Neumann). Se trataría de una materia cristalizada (arquetípicamente), “vidriada” por mi ego (típicamente): aquí está la relación entre el inconsciente matrial y la consciencia patrial, entre el Sí-mismo y el yo, entre el arquetipo y el tipo. La mediación es simbólica: reúne y diferencia a los diversos en coimplicación. Pero entonces la Madre es la matriz de la Imaginación trascendental, la mater-materia de las formas, Muro de cristal, Mar-madre del ser.

--- La metáfora es la cara exotérica del símbolo, cuyo contenido es esotérico (arquetípico).

--- Tomar en serio el mal: Dios hace la luz y la paz, pero también la oscuridad y lo malo (Isaías 45, 7). En la Cábala hispana, estudiada por G. Scholem en Eranos, Dios no es sólo Hesed o amor (gracia), sino también Middat ha-Din o rigor (justicia): aquí enraíza el mal explicitado por el hombre. En Dios los opuestos yacen en armonía, pero el hombre los separa y disjunta los contrarios: amor y rigidez, vida y conocimiento, positividad y negatividad. El pecado está en “desunir” lo unido, pero también en “mezclar” lo diferente (mágicamente). En realidad, el mundo creado es imperfecto porque Dios no puede repetirse o recrearse: podríamos decir que su creación no es una perfección sino una complección (una realidad compleja). Sólo en la Redención final lo deforme será conformado, realizándose una total reconfiguración o Gestaltung.

--- Podríamos interpretar la Hesed (amor, vida, configuración) como implicación, y el Rigor (justicia, conocimiento, inercia) como el límite. En Dios (Unidad) comparecerían en armonía de contrarios remediados, pero en la creación o emanación como expresión antropomórfica de Dios ambos se separan malamente. La clave estaría no en mezclarlos (mágicamente) ni en reunirlos armónicamente (lo que es imposible en este mundo disarmónico), sino en mediarlos proyectando su correlación simbólica: ello significaría exorcizar culturalmente su mutua enemistad, tratando de asimilar y sublimar lo límite desfigurado, reconfigurándolo y elaborándolo, articulándolo y apalabrándolo, asumiéndolo y destinándolo, en una palabra confiriéndole un sentido-límite (lo cual limita al hombre e implica al Dios).

--- No hay géneros mayores o menores: sólo hay lectores mayores o menores (y, por supuesto, autores).

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