Veamos qué nos dicen obras más recientes y críticas sobre el principio antrópico.
Las afirmaciones de Barrow, Tipler y Carter fueron discutidas por A. Feoli y S. Rampone en 1999 en un artículo titulado "¿Es el principio antrópico fuerte demasiado débil?"
– El argumento es que el tamaño estimado de nuestro universo y el número de planetas que se calcula permite mayores grados de libertad a la evolución, y permite concluir que no existen evidencias de un diseño inteligente en el mecanismo de la evolución.
A finales de los 90 resurgió el interés por la cosmología experimental y los trabajos sobre la gravedad cuántica. Se intentaba una teoría unitaria que unificara la gravedad con las restantes fuerzas físicas.
– Aunque hubo un importante número de desarrollos prometedores todos ellos parecían adolecer del mismo problema: las constantes fundamentales de la Física parecen no tener restricciones.
– Las observaciones cosmológicas ofrecen valores concretos e inesperados para algunas cantidades fundamentales, como la densidad de materia en el Universo tiene un valor demasiado alejado del cero, dando un llamativo 0.7.
Debido a ello, Stephen Hawking (2004) sostiene que nuestro Universo es mucho menos 'especial' de lo que los proponentes del principio antrópico pretenden. De hecho, considera que la probabilidad de que un universo como el nuestro surja de una Gran Explosión es del 98%.
– Y no sólo: utilizando la función de onda básica del Universo como base para sus ecuaciones, concluye que semejante Universo puede llegar a existir sin que exista relación alguna con nada anterior a él: podría surgir de la nada.
El tema se sigue debatiendo. Una actitud científica no teme multiplicar los problemas a resolver… Es paciente y se crece ante cualquier reto…
– En cambio, vemos una y otra vez que el creacionista quisiera detener toda investigación en cuanto algo pudiera atentar contra su doctrina. Y se apresura a pronunciarse definitivamente cada vez que algo parece apoyarla…
• Selecciona cualquier afirmación que refuerce su preferencia y se desentiende de los errores detectados y de las correcciones a realizar cuando se oponen al resultado deseado…
– Pero ese (aún) “no hay explicación” ¿significa algún refrendo de cualquier ente mágico que propongamos con fin resolutorio? Para muchos científicos, un Dios complejo y personal es más difícil de introducir que cualquier otro principio.
Richard Dawkins (“El espejismo de Dios”):
Quienquiera que se plantee en algún planeta remoto cómo ha sido posible la vida, la vida eucariota y pluricelular, y la vida inteligente en dicho planeta, ya se halla en él.
– Aunque sólo existiera un único planeta habitado entre billones.
Es probable que existan billones de planetas, es improbable que exista la vida eucariota en muchos de ellos. Desconocemos, en fin, un valor final que ha de ser producto de varias probabilidades desconocidas. Todo lo que saben los científicos más “precavidos” es que “sólo podríamos estar discutiendo la respuesta en un tipo de universo que es capaz de producirnos.”
Por su parte, el teísta se felicita de que exista una dificultad para la existencia fortuita de un universo capaz de sustentar la vida: existen seis botones que Dios habría sintonizado cuidadosamente en su “valor Goldilock”, lo que hace necesaria la existencia de un organizador inicial.
O un primer motor aristótelico que, ajeno a nosotros y al Universo, hiciera moverse el orbe a su alrededor. Algo que dista del Dios de Moisés que suele tener en mente el creacionista.
“…La respuesta teísta es profundamente insatisfactoria, porque deja sin explicar la existencia de Dios. Un Dios capaz de calcular los valores Goldilock para los seis números debería ser tan improbable como la finamente sintonizada combinación de los propios números, y eso es sumamente improbable.” (R. Dawkins, Op. Cit., pág. 157-158).
Postular a Dios es obligarse a explicar algo más complejo que la existencia del mundo y de la vida. Un organismo complejo de existencia eterna o, al menos, súbita, increada (o seguimos postulando “entes” preexistentes y creadores) y de origen no evolutivo.
Carl Sagan lo planteó así (en “Cosmos”): la pregunta sobre cómo comenzó el Universo puede responderse de dos modos: “no lo sabemos” o bien “existió siempre”.
La pregunta acerca de quién creó a Dios (o cómo comenzó a existir) tiene esas dos mismas respuestas. Con el agravante de que Dios las complica: no facilita nada y añade un escalón innecesario que debe justificarse, además de explicarse.