Creer es más fácil que pensar.
¿Por qué abunda tanto la credulidad en un mundo occidental supuestamente desarrollado, con cultura popular aceptable, con enseñanza obligatoria generalizada, con las necesidades elementales cubiertas?
Abunda la credulidad, pero todos los supuestos anteriores respecto al desarrollo integral de nuestro mundo son un tanto engañosos: la pobreza del entendimiento es plaga generalizada.
En un análisis somero, encontramos excesiva penuria comprensiva y expresiva en este supuesto mundo occidental "educado".
1. El vocabulario con que se traduce el pensamiento es alarmantemente pobre, nutrido con cuatro ideas superficiales y cinco refranes. Frente a un bagaje instructivo y cultural pobre, es digno de admiración el acervo memorístico que la credulidad ha introducido en las mentes de los fieles practicantes: oraciones, profesiones de fe, loas y alabanzas, jaculatorias, cánticos... .
2. El análisis de la situación cambiante, adolescencia del hombre o de la sociedad, escapa a su control racional: no sabe los porqués... y hasta llega a decir que no le interesan.
3. Apenas si lee, lo que lee es pura distracción: diarios gratuitos, noticias de sociedad, libros que seducen sólo por su capacidad de sugestión o evasión...
4. Los medios de comunicación, virtualmente poderosos para educar en instrucción o valores, procuran que no se piense. A la postre queda la sensación de que pensar cansa y aburre.
5. El hombre siente la necesidad de pensar pero no sabe en qué ni cómo. Su nutriente es el pensamiento repetido de los otros, del líder generalmente.
6. El hombre no conoce todavía ni la mínima parte de los procesos de su psiquismo y menos tiene medios para controlarlos... De ahí la caida en miedos ancestrales o angustias inespecíficas que, por no conocer su origen, no puede controlar.
La penuria intelectual es la plaga vírica de este supuesto mundo que ha llegado a la postmodernidad. El progreso es un “hecho”, un “factum”, que se ha impuesto, pero no ha cambiado sustancialmente los criterios ni los hábitos.
Y aquí entra en juego el sistema elaborado durante siglos por las distintas religiones. El “pensar” fácil de la creencia crea el espejismo de “profundidad”, de elevación de miras, de volar sobre la ruindad de este mundo materialista y desfondado.
Es alarmante, a la par que triste, tener que reconocer que nuestro mundo todavía está recorriendo la infancia del pensamiento, infancia que sólo se nutre de presentimientos y de magia.