Crónicas desde Mongolia (1). El impacto de la religión y la falacia de lo oriental.


Con este artículo hace su presentación en este Blog la antropóloga Almudena García Prieto. En su momento incluiremos en la sección "autor" una breve referencia personal. Baste por hoy lo que ella misma dice de sí en los primeros párrafos.



Por ser mi presentación en este blog, no voy a pecar de prolija. Pretendo únicamente suscitar el interés de los posibles lectores. Por aquello de que “lo breve...”, es mi intención ser lo más concisa posible en sucesivas entregas.

Aún así, la longitud de un escrito, si cautiva y tiene interés para el lector, tiene su recompensa y a veces (y sólo a veces) los finales de las historias ayudan a buscar más historias.

Me gustaría contar un cuento, de esos que empiezan con “Erase una vez…..” y los castillos siembran reinos lejanos y los príncipes son grandes guerreros que “acaban con los malos” y todo termina con un “comieron perdices”...

La historia sin embargo no es ningún cuento, es algo distinto. Es simplemente historia, ni buena ni mala. Aún así, comenzaré con un “ Erase una vez”.

Erase una vez una joven que nació, creció y se educó en Barcelona, esa parte del Mediterráneo que forma parte de Europa (considerada por “algunos” como el último rincón del “mundo libre”).

Dado que su padre y el padre de su padre y así hasta donde se pierde mi memoria, pertenecían a una saga de egiptólogos, filósofos y bohemios, la que aquí escribe optó por la antropología. En uno de sus viajes “allende los mares” llegó a lugares remotos: MONGOLIA.

Aquí la historia deja de ser un relato para convertirse en una realidad tan, tan, tan distinta y olvidada que merecería comenzar, aún a riesgo de ser repetitiva con otro “ Erase una vez...”

No voy a hablar aquí de mi trabajo de campo. Pretendo ceñirme a lo que atañe al espíritu que anima este "blog". Dejemos sentado que la que aquí “rubrica” se presenta como atea y apóstata pero estudiosa y experta en “magia, mitología y religión” (sería mi homenaje al profesor Manuel Delgado )

Para crear un contexto diré que mis compañeros de trabajo y yo recorrimos Mongolia de norte a sur, convivimos con nómadas y algún que otro “urbanita” (pocas ciudades tienen)... Y aquello que más nos impactó fue la “cuestión religiosa”.

En los tiempos de Gengis Khan existía una tolerancia hacia la libertad de culto. La principal religión era el Lamaísmo o Budismo tibetano, aunque hoy en día no se consideran lo mismo. Como curiosidad léxica, recordemos que el vocablo “Dalai Lama” es de origen mongol.

También llegaron el Cristianismo, el Chamanismo --considerada actualmente como una rama del Budismo-- y el Hinduismo.

En nuestro días y dentro del Mundo Occidental en que nos situamos nosotros, es evidente la crisis de la religión hasta ahora predominante, el Cristianismo (católicos, protestantes, Ortodoxos y asimilados). Cada vez cuenta, dicho suavemente, con más bajas, por no utilizar la palabra disidentes.

Este “vacío místico” conlleva un fenómeno de “sustitución”. No se puede ocultar el auge de “las ideologías orientales” confundiendo muchas veces filosofía con religión. Incluso yo misma guardaba un cierto respeto hacia las teorías budistas hasta que conocí “la otra realidad”.

Volvamos de nuevo atrás en el tiempo. En Mongolia se instauró el Lamaísmo en 1578 por disposición del Gobernador ALTAN KHAN; el líder espiritual se denominaba JEBTSUNDAMBA KHUTUKTU.

Todo fue idílico (para los iluminados, claro) hasta la irrupción de STALIN. ¿Y qué pasó? Simplemente lo inevitable: STALIN invadió Mongolia y en su ateísmo destruyó todo monasterio lamaísta (arrestó, torturó y fusiló a todo monje que encontraba, cosa que hasta para mi, que soy atea, me parece excesivo).

Pero... aquí viene lo curioso: tan solo respetó uno, el templo de AMARBAYASGALANT, pero no por deferencia personal. Sencillamente porque era un templo regalado por China (Manchuria) a Mongolia y Rusia no quería entrar en conflictos con su eterno enemigo.

Añado aquí un recordatorio, Mongolia no tiene salida al mar y eso implica la presión constante de Rusia y China.

Y llegados a este punto cualquiera se preguntará: ¿Y esto es un cuento?
Pues sí. Veréis, cuando recorrimos Mongolia visitamos bastantes templos lamaístas, casi todos olvidados y perdidos, pero en su inmensa mayoría con una gran actividad comercial.

Es aquí donde descubro la verdad sobre la gran falacia que se nos vende en Occidente respecto a “doctrina tan pura”.


Dioses: existen más de 500 dioses, la mayoría guardianes y torturadores del “hombre”.

Reliquias: existen “reliquias” (las vimos) que contaban escasamente con 150 años, tales como flautas elaboradas con los huesos de las tibias de jóvenes vírgenes, tambores fabricados con la piel del cuero cabelludo de lactantes y cuencos para comer usando los cráneos de los monjes más sabios. Lo que no es tan conocido es que no esperaban a que dichos sabios muriesen por causas naturales.

• Visitamos templos “favorecidos” con ayudas de la UNESCO, pero... Lo que en verdad vimos era duro de asimilar. A una temperatura de 2 grados centígrados, nos recibió un niño de unos 7 años que era aspirante a monje, plagadito de llagas y semidesnudo.


Y así hasta mil anécdotas. Creo que por hoy basta. Compartiré con vosotros nuevas experiencias. Os acercaré a una cruda realidad, ésa en que la religión hace lo posible para que este “cuento” no tenga un final feliz. Por experiencia he visto cómo la religión sólo propaga miedo, oscuridad e ignorancia.

El único consuelo es saber que cada pueblo escribe su historia y “los buenos” ganan siempre...

Almudena GARCÍA PRIETO.
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