DIOS (12) Dios o la libertad.


En vez de hablar de libertad, más apropiado es hablar de “libre albedrío”, que tiene más connotaciones que el tan manido vocablo “libertad”. Entendemos por “libre albedrío” la facultad que tiene el hombre de obrar según reflexión personal y elección. Se puede definir como se quiera, pero lo dicho puede servir para entendernos.

Podríamos afirmar lisa y llanamente que el libre albedrío no existe, que es imposible, que el hombre no es dueño de sí mismo y de sus actos, que no obra según su voluntad… y el problema de su relación con Dios se habría resuelto. No es nuevo este pensamiento y ahí están las escuelas filosóficas y teológicas (cierto pensamiento protestante) que defienden el determinismo. Para la teología calvinista el ser humano está predestinado, su vida está determinada por Dios.

Si tal dijéramos se nos echarían encima las cien mil organizaciones humanas y humanitarias, también las corrientes filosóficas, que basan su existencia en, precisamente, la existencia del libre albedrío. Sin capacidad de elección y de decisión, no existe el hombre, nos dicen. Más aún, sin la capacidad de obrar libremente hasta la misma Iglesia, para dar sentido al pecado, postula la necesaria libertad del hombre.

Debemos admitir, pues, que el hombre tiene como elementos rector de sus decisiones el “libre albedrío”. Algo incuestionable, añaden. El hombre es libre por naturaleza, como lo es ser racional (cosa bien distinta es que pueda ejercer dichas facultades en todo momento). Son sus señas de identidad que lo distinguen del resto de los seres naturales.

Un hecho y un supuesto: libre albedrío y Dios. De nuevo nos encontramos con dos conceptos que se excluyen mutuamente, Dios y libre albedrío, aunque para ser más exactos lo que se contradicen son las características que aplican a Dios y la necesidad de sostener la libertad del hombre.

Si el hombre goza de libertad para decidir, consecuencia necesaria es la imposibilidad de predecir sus acciones: ni sus acciones, pensamiento, actuaciones o elecciones se pueden predecir. ¿Tampoco Dios?

Pensemos en Dios: el Catecismo de la I.C. dice que Dios es el Ser Supremo todopoderoso que ha creado el Universo. Asimismo, y como ser creado por Dios, el hombre debe estar sujeto y subordinado a él, a Dios. Sin embargo, y precisamente por la misma noción de libre albedrío, tal subordinación es imposible: la omnipotencia de Dios chocará frontalmente contra el libre albedrío del ser humano. Y decimos que es imposible porque en caso contrario la subordinación absoluta a Dios quiebra el mismo concepto de libertad. La existencia de esa cualidad de Dios supone la negación de esa atributo. también esencial, del hombre, su capacidad de cambiar sus propias decisiones.

¿No existe la libertad? Se da por supuesta, siguen afirmando los creyentes en ese Dios omnipotente, todopoderoso.

Se ha aceptado que el ser humano tiene libre albedrío: esta facultad es más evidente que la otra, que Dios existe. La elección no debe llevar a otra conclusión, que ese Dios creador no puede existir, ya que es imposible que exista un ser tal que sea todopoderoso y le exija subordinación al ser humano.

Podemos añadir otras consideraciones. Hablando de manera simbólica respecto a lo que supone el concepto “Dios”, tal como afirma el Catecismo de la I. C., en Dios debe existir un plan trazado desde toda la eternidad en el que necesariamente entra el ser humano. Lo que Dios exige al hombre queda englobado y ceñido a tal plan. Nada puede violentar el mismo. Dios, por definición no puede estar subordinado a una de sus criaturas… que, también por definición, puede alterar ese plan de Dios.

El plan de Dios y la facultad de decidir libremente del hombre son inconciliables, se repugnan mutuamente. Si se admite uno, desaparece el otro. En caso de tener que aceptar uno u otro hecho, habría que quedarse con lo más evidente, que el hombre puede gobernarse por su propio albedrío.

Ya estamos oyendo la respuesta de los creyentes: fue Dios el que dotó al hombre de libre albedrío para que pudiera elegir no el mal sino el bien que le proporciona el camino hacia la felicidad (no sólo en la otra vida, también en ésta). Pero es entonces cuando la razón quiebra su discurso y no puede entender cómo Dios, omnipotente para hacer lo que le venga en gana, puede dotar al hombre de capacidad para elegir su propio bien y su felicidad, con peligro de que no sea así, y sin embargo no crea a los seres vivientes ya directamente felices, obedientes y sumisos, sin necesidad de otorgarle libre albedrío.

¿Es Dios un ser cuya razón de actuar es la arbitrariedad? Tales supuestos seres, creados directamente buenos por Dios, jamás habrían tomado una decisión en contra de su Creador. Y sin embargo nos dicen que sí, que el hombre puede actuar de tal manera que el fin de sus decisiones sea la infelicidad, su condenación. Incomprensible.

Admite asimismo la razón que Dios pudiera haber creado hombres dotados de libre albedrío, sí, pero con una capacidad que sólo pudiera escoger las acciones y decisiones que se encaminaran hacia el propio bien y sumisos a los designios de su creador. No ha sido así y volvemos al círculo vicioso anterior. Lo dicho: Dios creador de seres libres se opone a la evidencia. ¿Cabe aceptar tal Ser? Imposible.
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