Dios Mammón y sus mamonas.

por EMERITOAGUSTO

Hace unos días, hojeando un suplemento semanal sobre economía, me sorprendió esta noticia:
La espiritualidad va a resolver la crisis ideológica que padece el sistema. La búsqueda de “paz interior” está modificando los patrones de gasto.


Se refiere al capitalismo. El sistema que mayor riqueza ha generado a lo largo de la historia.

Afirma el artículo en cuestión que “este crecimiento económico se sustenta gracias a la insatisfacción de la sociedad, que busca, a través del consumo y la narcotización, llenar una vida vacía y carente de sentido.”

Y como consecuencia, deduce que es necesario afrontar la búsqueda de la espiritualidad. Saber escuchar algo así como una llamada interior; percepción que “empieza a sentir una minoría cada vez más numerosa de la sociedad actual y que poco a poco va a transformar a las empresas.”

Para la analista socioeconómica, esta búsqueda de la espiritualidad está modificando las actividades humanas, los valores, el ocio y, por tanto, los patrones de gastos cada vez más consumistas.

O sea, que se trata de incorporar la “espiritualidad” a los negocios. Así se llega a un “capitalismo consciente” frente a la filosofía ilógica que persigue el “lucro obsesionado”.

Ni más ni menos, el truco consiste en “espiritualizar” los negocios, léase sacralizar la obtención de lucro...

Como contrapunto, este fin de semana hemos leído aquí en RD varios artículos referidos al mismo tema con ocasión del evangelio dominical. Algunos habrán escuchado, en vivo y en directo, homilías de lujo y ricos comentarios.

La enseñanza de Jesús es clara: “No podéis servir a Dios y a Mammon”. Es incompatible el culto a Dios con la idolatría. Proclamar el señorío del dinero equivale a no aceptar el señorío de Dios. Dios y el dinero no se pueden armonizar.

En su homilía, su santísima santidad benedicta especifica que “el capitalismo no es el único modelo válido de organización económica” porque “incrementa la desproporción entre ricos y pobres y la ruinosa explotación del planeta”. Y arremete contra el “excesivo apego” al dinero, a los bienes materiales y a todo lo que impide vivir con plenitud la vocación de amar a Dios y a los hombres. Visto así, el capitalismo es anticristiano. ¡¡Qué contraste respecto a la noticia anterior, ¿no?!!

De estos dos datos, pasamos a una serena y consecuente consideración. Desde hace varios siglos, a pesar de la teoría evangélica, la Iglesia ya ha venido practicando la “novedosa verificación” que descubre la analista socioeconómica autora del citado artículo.

Ha “espiritualizado” de tal manera su economía que la ha “mistificado” (y mixtificado): una cosa es “tener bienes”: tierras, templos, palacios, universidades, bancos..., y otra cosa es “poseerlos” (divinizarlos).

Su mística es “no hay que detenerse en teorías, hay que pasar a las acciones". Dios y Mammon juegan a la bolsa, como en el mítico relato evangélico de Satanás y Jesús en el desierto. ¿Y el sagaz administrador de la parábola, no será el “banquero de Dios”?

¡¡Qué vacías de contenido pueden resultar ciertas homilías cuando falla la coherencia, y se da paso la incongruencia!!

Destaco un comentario leído en un post: “La misma experiencia evangélica puede volverse fuente de codicia: hay cristianos que buscan el dinero y quieren conseguirlo utilizando para ello el evangelio.”

Y esto me lleva, como “broche de oro”, a evocar una curiosa apócrifa historieta:

San Pedro se encuentra cansado en su servicio de portero celestial. Y solicita de san Pablo el favor de sustituirle. Ante la paulina extraña mueca de ignorancia sobre la tarea, Pedro le tranquiliza.

-Es muy fácil. Mira. Cuando llega un alma, tú le muestras esta Biblia y este fajo de billetes. Si elige el dinero, significa que es adorador de Mammon; por tanto, no puede entrar. Si se decide por la Biblia, está claro; ha elegido a Dios. Y le dejas pasar. ¿Qué te parece?

Pablo lo ve sencillo y consiente. Al cabo de un tiempo, vuelve Pedro. Y lógicamente, le pregunta qué tal.

-Sin problemas, responde Pablo-. Bueno he tenido un caso un poco raro. Ha venido un alma cándida y ante la oferta, ha cogido la Biblia. Lee un pasaje y dice: “Muy interesante y sugestivo”. Y marca la página con un billete. Lee otro, y lo mismo. Y otro, y otro... Y así hasta que se acabó el fajo.

-¿Y tú qué has hecho?

-Le he dejado pasar.

-¡¡Cagoenlá, Pablo!! ¡Te has dejado colar a uno del Opus Dei
!

¿Mammon y sus mamonas? ¿O las mamonas de Dios?
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