Hijo pródigo, oveja descarriada... ¡Estamos en Cuaresma!

En relación a la figura del creyente descreido hay dos relatos en el Nuevo Testamento harto significativos de lo que el Fundador del Movimiento Cristiano pensaba: la oveja descarriada y el hijo pródigo. Son relatos emotivos e impactantes aunque vistos desde dentro, desde el interior de la "casa del padre" les enfrenta a contradicciones sin cuento. Son relatos que, a la postre, han sumido al cristianismo en una esquizofrenia resuelta a favor del “tinglado”.

Hoy, 4º domingo de cuaresma, toca en la cristiandad escuchar el relato del hijo pródigo. Vaya en primer lugar una referencia al adjetivo "pródigo", que hoy lo mismo puede ser sinónimo de manirroto como de generoso y desprendido.

La segunda observación se refiere al distinto proceder de la Burocracia del Dogma-Rezo respecto a los descarriados de la fe: ¿por qué la fiesta, el regocijo, la alegría del "padre" --y ahí es nada titular al Jefe de los Burócratas como "santo padre"-- al regreso del hijo frente a la vesania que, desde siglos, han mostrado los rectores de la fe respecto a los así calificados de "herejes"? Son éstos sin lugar a dudas los que mejor merecen el título de "pródigos". ¿Que no regresan al hogar paterno, dicen? Hay muchas formas de hacerles regresar: quizá en su caso los teólogos disidentes --heréticos-- no reconocen tal hogar como suyo.

El otro relato, similar, se refiere a noventa y nueve ovejas buenas y “cumplidoras” y una, en cambio, que ha seguido caminos torcidos, si no pervertidos.

Las noventa y nueve, al igual que el "otro" hijo, dan de comer al “estamento” y hay que brindarles un trato exquisito. Sin embargo, tanto el hijo que regres como esa “una” encontrada, son los que más “alegría” procuran en el cielo si son recuperados. ¡Ya son ganas de fastidiar las de Jesucristo!

Crisis y contrasentido. El hijo trabajador levanta con su trabajo la hacienda... pero no goza de ella. La filosofía que subyace en la Iglesia organizada es todo lo contrario a la búsqueda y a la alegría de la recuperación. Ira y rechinar de dientes en la celebración festiva.

Hoy la Iglesia se reconoce más en este hijo, el que nunca abandonó la casa del padre, que en el otro. En el fondo y en la forma éste puede ser el pensamiento de los acomodados en la fe, en la burocracia de la fe:

--¡Allá él, o ella, la oveja, que se han marchado! ¡Culpa suya es! ¡Ellos lo han querido!... ¡Ay de quien se atreva a salir a buscarles!

--Ese tal ha de saber que deja en vergüenza a los demás pastores que no son menos por dedicarse a las noventa y nueve; el que salga a por la descarriada, deberá abandonar el camino trillado, el camino que marca la institución para salvar las almas; quizá tenga que convivir con elementos nada fiables; deberá inmiscuirse en mundos fuera de toda norma; se expone a peligros sin cuento, puede perder su propia fe...


¿Qué hacer? La solución de siempre: Nosotros nos quedamos aquí y mandamos que busque la oveja perdida algún inconformista o extravagante de los que abundan entre los nuestros; luego le hacemos un homenaje y hasta podemos elevarlo a los altares... Si ambos se pierden, ¡como ya estaban perdidos de antemano, no pasa nada!.

Contrástese con el "recibimiento" que le hacían al hijo pródigo en los tiempos de Tribunales Eclesiásticos. Conscientes son de que no hay mejor --peor-- cuña que la de la propia madera, ni peor malhechor que el hereje.

En nuestro caso "digital" es peor un blog de la propia cuerda, el que puede denostar y poner en evidencia al estamento que éste, claramente ajeno a cualquier creencia. No somos pródigos, aunque sí prolijos y profusos.
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