Historia de la persecución religiosa en España / 1.

Lo que sigue no tiene relación alguna con indagaciones o relatos sobre persecuciones religiosas. Me refiero sólo a un libro publicado en 1961 y reeditado en 2004.

Muchos hemos sido los que, relacionados o interesados en los asuntos clericales, más en otro tiempo que ahora, nos hemos acercado con frecuencia al texto publicado por la B.A.C. (nº 204) en 1961 “Historia de la persecución religiosa en España”.

Abruma e impresiona su lectura. Un libro enorme, documentado hasta la saciedad, prolijo aunque riguroso en todas sus afirmaciones. En otros tiempos acudía a él, entresacaba, subrayaba, leía con opresión de espíritu sus páginas…

El tiempo ha ido poniendo mi sentimiento en su sitio respecto al drama que supuso la Guerra Civil para tanta pobre gente. Drama no es la palabra más adecuada cuando uno se refiere a hechos como los consignados en ese libro: bestialidad, crueldad, insensibilidad e irracionalidad.

Un acontecimiento trágico, además, cuya vigencia o efectos duraron apenas 30 ó 35 años, sin que el mayor protagonista, Franco, aún vivo, pudiera torcer de nuevo la deriva de su país. ¿Sirvió de algo aquella hecatombe cuando vemos cómo, después de 42 años, los problemas siguen siendo los mismos? Los motivos de la sublevación, hoy remansados dentro de una sociedad más equilibrada, uniforme y democrática, han resucitado quizá con igual virulencia. La derrota de la victoria.

España se podría haber “salvado” de otra manera que no matándose unos a otros. Pero resulta tenebrosamente curioso que fue como si se mataran los altos gerifaltes de la patria entre sí, pero utilizando como carne de morgue a la gente llana, gente del pueblo. Los ciudadanos normales jamás habrían llegado a cometer las barbaridades que en ese tiempo se cometieron sin el aliento de salva patrias o salva credos. Los soldados de ambas trincheras en muchos casos confraternizaron porque a fin de cuentas muchos eran nacionales o republicanos según el capricho de la geografía.

Pero en fin, dejemos lo que entonces sucedió en su lugar histórico, porque de nada sirve lamentar el pasado. Centrémonos en el libro citado. Es una publicación exhaustiva, sin continuación similar posterior porque el autor, Antonio Montero Moreno, agotó el catálogo de víctimas. Las páginas que van de la 769 a la 883 es una relación nominal del total de 6.832 víctimas, de las cuales 4.184 pertenecían al clero secular, 2.365 eran religiosos –frailes- y 283 religiosas, monjas.

¿Son muchos? ¿Son pocos? Evidentemente que son muchísimos, porque la vida de una persona asesinada por sus convicciones ya es una monstruosidad por sí sola. Pero dentro del pademonium en que se convirtió España, son una ínfima parte de un enorme colectivo, para muchos un colectivo "parásito" y enemigo del pueblo: en cifras redondas había 20.000 frailes o religiosos; 31.000 curas; 60.000 monjas y 5.000 monasterios. Fue asesinado el 6% de la población clerical.

De una población total de 24,7 millones de habitantes que tenía España en 1936 murieron a causa de la guerra 491.500 personas, es decir, el 19,8% de la población. Los datos son fríos y dicen poco, pero algo dicen: a la población eclesiástica apenas si le afectaron el hambre, las enfermedades, la destrucción de sus viviendas, las trincheras o incluso la represión.

El libro impresiona también por su edición, o tira para atrás según se mire, a la hora ponerse a leer tamaña publicación: 768 páginas de texto, 38 de proemio y 115 de “catálogo de víctimas”. Letra menuda, páginas tipo “biblia”… Pero más impresiona por los relatos en él contenidos. La barbarie siempre será barbarie se cometa contra quien se cometa. La imaginación se pone a temblar pensando en el miedo padecido por todas aquellas "personas" inocentes, encerradas y ocultas en sótanos o tugurios, temblando ante cualquier sonido extraño, el pavor al ser capturadas... Y cuál sería su estado anímico cuando eran conducidas al paredón o a la zanja...

El autor, nacido en 1928, llegó a ser obispo de Badajoz (1980) y luego arzobispo de Mérida-Badajoz (1994-2004). No me consta que haya fallecido. En agosto cumplirá 89 años.

Afirma Antonio Montero que con la persecución “religiosa” se pretendía el exterminio de la Iglesia. Cierto con condiciones y falso bajo otro punto de vista. Si nos atenemos a la distribución del número de víctimas, debería decir, en todo caso, que lo que se pretendía sería acabar con el clero secular, “los curas”; algo con el regular y, por decir una boutade, que, en todo caso, el resto de “consagrados a Dios” deberían ser monjas. Pero, en fin, allá cada uno con su pensamiento. El nuestro es otro. En esencia, el motivo de tal persecución a la Iglesia fue ni más ni menos que su alianza “de corazón” con los sublevados. Y el elevado número de víctimas facilitado por su indefensión ante la chusma asesina.

Y ni siquiera eso "víctimas por su fe", porque aunque pocos, fueron varios los religiosos asesinados por aquellos que pretendían preservar las esencias patrias, entre ellas la religión. En otras palabras, Franco también asesinó a eclesiásticos [entiéndase, las huestes de Franco]. ¿Era esto también “persecución religiosa en España”?

El dato es significativo, porque la represión no iba contra credos sino contra convicciones políticas, fuera quien fuera quien las sustentara. Todo aquel que no comulgara con los intereses facciosos debía ser eliminado para crear una patria “pura”. Los curas vascos nacionalistas o “separatistas” debían ser raídos de la faz de la tierra. Incluso –caso del famoso Padre Huidobro— asesinaron a alguien que únicamente predicaba la paz y el perdón dentro de las filas fascistas. ¡Algunos pretendieron su canonización, per resulta curioso que su nombre no aparezca en el listado de asesinados por la fe! Ni más ni menos, porque luego se demostró que había sido tiroteado por la espalda, es decir, desde posiciones de "cruzados".

Fijémonos en el título, “La persecución religiosa en España”. Para empezar, es un título gramaticalmente incorrecto: la persecución, sustantivo, no puede tener como adjetivo “religiosa”. La persecución puede tener otros adjetivos –cruel, feroz, sanguinaria, perversa…-- pero ¿religiosa? Perdónesenos tan literal entendimiento.

Título capcioso, por otra parte, porque propiamente no hubo persecución religiosa en España sino matanza de religiosos. Capcioso, además porque la mayor parte de la veces, por no decir siempre, eran asesinados por su adscripción al poder represor de los fascistas, cuando no por ser ellos más fascistas que sus mentores.

¿Podríamos hablar de “La persecución pedgógica en España”? A nadie se le ha ocurrido realizar una investigación con ese título sobre la sistemática eliminación de maestros que se dio en la zona “nacional”, eliminación propiciada, alentada, estimulada y aplaudida por la Santa Iglesia Católica de España.

Lo mismo se podría decir si habláramos de “La persecución agraria en España”. A nadie se le ha ocurrido investigar, bajo ese título, la infinidad de asesinatos que la sublevación produjo entre campesinos, labradores y ganaderos, cuyo delito estribaba en buscar en las soflamas izquierdistas un aliento a sus reivindicaciones.

Pero hay otro hecho a tener en cuenta, la facilidad para su estudio. Sin haber terminado la Guerra Civil, ya se tenía un recuento más o menos cabal de los miembros del clero o de las distintas órdenes religiosas asesinados. Desde el principio y con esta indagación hubo un interés expreso por demonizar de otra manera –la guerra civil había sido una “Cruzada”, tiene narices el asunto— al bando perdedor. ¡Había que eliminar esa ralea atea de España!

Un ejemplo: Joaquín Arrarás Iribarren publicó ¡¡en 1939!! una Historia de la Cruzada española en 8 volúmenes. En la bibliografía se aportan centenares los títulos publicados antes de 1950 con referencias locales –crímenes en tal o cual lugar-- o parciales --tal orden, tal congregación, tal convento— que sirvieron de fuente a la obra de referencia.

Todo aquel que quiera ser imparcial en este asunto tan macabro y horrible –cada persona asesinada es un drama— debiera conocer lo que sucedió en el otro bando para clamar contra cualquier violencia. Muy poco se ha publicado a la altura de “Historia de la persecución…” Las razones son obvias: durante la Dictadura era tarea impracticable y hasta peligrosa; terminada ésta, el tiempo transcurrido había eliminado testimonios directos y, sobre todo, el aliciente no era el mismo; muchos ficheros y registros habían sido eliminados “por si acaso”; en muchos casos era tarea ímproba buscar el testimonio directo pueblo por pueblo... El interés ahora estaba en manos de historiadores asépticos.

Pero poco a poco van apareciendo publicaciones. Ahí está el gran trabajo realizado por Paul Preston, “El holocausto español”. Seguiremos reflexionando sobre los datos que nos ofrece uno de esos títulos, Por la Religión y por la Patria.
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