Ontogénesis, filogénesis e incapacidad de razonar.


Entendemos por “ontogénesis” el proceso de constitución del individuo, proceso que se inicia en el feto y concluye en la edad adulta; y por “filogénesis” el proceso de formación de la especie en un periodo de tiempo que va desde los primeros organismos al hombre, dotado de cerebro capaz de autogenerar y autorregular su propio pensamiento.

No es una afirmación atrevida decir que en muchos campos de la naturaleza la ontogénesis mimetiza como en espejo la filogénesis de la misma; sería decir que determinados individuos, en su “hacerse” y “ser”, manifiestan los estadios progresivos de la evolución natural, detenida en formas diferenciadas de vida.

Refiriéndonos al hombre, a los hombres individualizados, y aplicado esto a la capacidad razonadora, los resultados que derivarían de tal hipótesis serían letales para ciertas concepciones filosóficas y sobre todo teológicas. Es patente que por su cultura los hombres no son iguales, algo que importaría poco a la hora de defender su diginidad humana; pero lo profundamente inquietante es que por constitución, los hombres no son iguales.

La escala filogenética natural conduce a estadios finales unos más perfectos y dotados que otros, pero ya concluidos en el momento presente.

Vulgarizando la aserción, podríamos afirmar que el hombre es un “animal racional gradual o graduado”, unos más racionales que otros, incluso algunos ni siquiera racionales, sino pre-racionales.

El desarrollo cerebral llegó ontogenéticamente a “tal” límite en determinado grupo de individuos; continúa desarrollándose en tales otros; se ha detenido en aquéllos, podría progresar pero se detuvo por instancias sociales. Es decir, la capacidad razonadora de algunos “no da más de sí” porque su cerebro llegó al límite de su conformación particular.

El calado de esta afirmación está en que determinados cerebros, por más que el proceso cultural les afecte, les expolee, les azuce, no serán capaces, por constitución ontogénica, de generar pensamiento alguno diferenciado del pensamiento primario como puede ser necesito una cuchara para comer.

Podría ser hipotético afirmarlo respecto a su constitución, pero que es un hecho constatado, nadie lo puede negar: una gran parte de la población humana se pasa la vida durmiendo, buscando el alimento, discutiendo por un trozo más de tierra, yaciendo con su pareja... sin generar el más mínimo pensamiento de 2º grado. ¿Culpa de la sociedad? ¡Seguro en un porcentaje muy alto! Pero la causalidad no borra la realidad.

Esto llevaría a explicar por qué es imposible contender con determinadas personas: sencillamente, no entienden lo que se les dice por incapacidad estructural; esto explicaría por qué determinadas personas se enquistan en “actitudes” que son el muro en que se estrellan las razones.

Esto explicaría el porqué de muchas reacciones “irracionales”; el porqué de actitudes cerradas; el porqué del adoctrinamiento; el porqué del “sentimiento cognoscente” en la creencia; el porqué de los fenómenos de masas...

Admítase lo dicho al menos como hipótesis. La confirmación y los necesarios análisis neurológicos, cerebrales, etc. corresponden a los científicos.
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