Palabras cruzadas.



por "EMÉRITOAGUSTO"


Este verano me he dedicado mayormente a “matar el tiempo”. Ha sido eso que los deportistas llaman tiempo muerto. Pero, entre tiempos muertos o matados, he cultivado una afición, común a muchos asesinos del tiempo; distracción que eufemísticamente designan como pasatiempos. Y dentro de esta denominación genérica, alimenté un matarratos al que nombran técnicamente crucigramas, y más popularmente, palabras cruzadas. Cuadernillos enteros me hice...

Bueno, pero no todo ha sido divertimento y relax. Cuando leía, oía y veía la escurridiza realidad de la vida veraniega, también presentía que estaba recreando mi pasatiempo favorito:

* Cruces y entrecruces de palabrasde la gente.

* Crudas y agrias palabras cruzadas entre líderes de partidos y el célebre “proceso”.

* Fervientes matrimonios y célibes eclesiásticos de todo el mundo que cruzan sus vidas --no sé si cruzarían palabras para entenderse-- en masiva concentración, en un babélico entrecruce de lenguas para aclamar al Papa y, de paso, preservar y tutelar la familia “creada por Dios hombre y mujer”.

* Palabras cruzadas como punzantes dardos, y cruce de acusaciones entre los obispos españoles y el Gobierno sobre la sacrosanta unidad de España, la enseñanza de la Religión y la “Educación para la ciudadanía”, la asignación presupuestaria a la Iglesia Católica, el matrimonio de los homosexuales, la selección de embriones, y un no menos cruzado etcétera...

* Y por pasar de las palabras a los hechos, el señor Alcalde de Madrid, convicto y confeso católico practicante, que protagoniza un espinoso cruce de mentalidades y provoca rotundo choque frontal con la jerarquía, oficiando una boda gay.

Fuego cruzado en plena guerra de acusaciones.

Y en este entrecruzamiento, empuñadas las palabras como espadas en alto, como antaño al grito de “Santiago y cierra España”, el Foro Español de la Familia y la Confederación Católica de Padres de Alumnos proponen a las familias que, “en nombre de la libertad, ejerciten el derecho de objeción de conciencia” y cerrando filas con la jerarquía, entrecruzan frases que parecen ventear “malos aires” para la Iglesia, como reiterando machaconamente una fascinante palabra: ¡“cruzada”!.

Y es que la Iglesia, desde sus inicios, ha vivido en eterna cruzada. Desde Jesús, que “no vino a traer la paz sino la espada”, y san Pablo, “si Dios está con nosotros, ¿quién, contra nosotros? ...”, pasando por Godofredo de Buillon... hasta nuestro días, cuando la “memoria histórica” nos recuerda los “mártires, caídos por Dios y por España”...

¡¡Cruzada!!

Así lo ha confirmado este verano monseñor Fernando Sebastián, obispo de Pamplona, denunciando el endurecimiento de “los perfiles de laicismo”: “Da la sensación que el laicismo beligerante nos acosa por todas partes”. La gente está más desincentivada ante los mensajes de la Iglesia”.

La Iglesia se cansó de vivir en las “catacumbas” --de donde la sacó un emperador--, y ahora tiene que salir a la calle, a cruzar plazas y avenidas; a cruzar palabras de protesta, como en un perpetuo sostenido “cruzado mágico” capaz de “sujetar” la fe y cambiar las estructuras, las mentalidades y los talantes..., resucitando el “bajo palio” del nostálgico nacionalcatolicismo. Dicho en cristiano, la Iglesia nunca se ha “cruzado de brazos”.

Otoño caliente”, se pronostica. Constantes crucigramas eclesiales. ¿No sería mejor que la Jerarquía española siguiera los ejemplos de su Gran Pastor que, en Valencia, prefirió, como aquel Pedro, “no desenvainar la espada”?

Siento que hoy se me han cruzado los cables. Voy a cortar mi rollo y a “cruzar los dedos” no sea que alguien me “cruce la cara”, por cruzar las "espinadas" barreras de la libertad de opinión.
Volver arriba