LA REFORMA DE LUTERO: UN ANÁLISIS CRÍTICO/ 3
| Juan CURRAIS PORRÚA
El checo Jan Hus, también antes de Lutero, ya se oponía a la venta de indulgencias, lo mismo que el alemán JohannWessel. Negaba la existencia del purgatorio y defendía la superioridad de la sagrada Escritura sobre los decretos papales. Proponía la vuelta a la pobreza evangélica contra la opulencia de la jerarquía eclesiástica, idea defendida mucho antes por el movimiento radical de los franciscanos, apoyados por Guillermo de Occam en el s. XIV.
Una de las ideas que reivindicaban los husitas era la comunión de los fieles bajo las dos especies de pan y de vino (en latín sub utraque specie, de ahí el nombre de “utraquistas”). Hus también fue condenado en el concilio de Constanza y quemado en la plaza pública. Más tarde, sin embargo, será elevado a la categoría de héroe nacional.
El predicador Jerónimo de Praga, seguidor de las ideas husitas, también fue quemado al año siguiente (1416) en la misma plaza. Como se puede ver, los llamados “errores” doctrinales se convirtieron en horrores, como otras innumerables veces, pues la defensa de ideas disidentes o diferentes a la Verdad ortodoxa se pagaba con la muerte. Claramente, para el magisterio eclesiástico el valor de la fe dogmática era superior al valor de la propia vida. Y los “delitos de ideas” siempre fueron más graves que los pecados contra la moral. Con razón el biblista y eruduto Alfrede Loisy decía: “mis delitos son sólo de ideas”.
La desviación de la fe o herejía dentro de la iglesia católica, fue siempre mayor delito que la desviación o corrupción moral. La prueba institucional es que en el Vaticano existe una “Congregación para la doctrina de la fe”, antiguo Santo Oficio y antigua Santa Inquisición, pero no existe una “Congregación para la corrección moral”, contra abusos y delitos morales, tan de actualidad por los escándalos de abusos sexuales, como la pederastia clerical, encubierta por la misma jerarquía episcopal y papal, según muestran los informes realizados en varios países.
El dominico GiacomoSavonarola, con sus sermones incendiarios en la Florencia de los Medici, fue un enemigo radical del Renacimiento y de la corrupción e inmoralidad de la Iglesia, sobre todo del papa Alejandro VI, Rodrigo Borgia. Su fanatismo y su lucha contra el pecado lo llevó a fundar en la ciudad de Florencia una república teocrática de carácter totalitario (el reformador Calvino creará otra semejante en Ginebra).
Savonarola, con celo de fanático, ordenó quemar gran cantidad de libros paganos en la plaza pública, así como obras de arte que condenaba por inmorales. Su conflicto con el papa Borgia terminó en excomunión y los mismos florentinos se rebelaron contra su rigorismo, de modo que finalmente murió ahorcado y quemado también él en la misma plaza pública.
A los anteriores reformistas, habría que añadir el humanista holandés Erasmode Roterdam, con una línea reformista más moderada, lo que dio lugar al dicho latino difamatorio Erasmus posuit ova, Lutherus expullit pullos (Erasmo incubó los huevos y Lutero hizo salir los pollos). Erasmo criticaba la corrupción del clero, tratando de unir la erudición con la piedad cristiana (eruditio cum pietate), pero no era partidario de cambios en la doctrina dogmática ni de la rebelión cismática contra Roma.
La Reforma de Lutero difería, pues, de forma sustancial de la de Erasmo, pese a algunos elementos comunes. Lutero estaba, en efecto, muy alejado de la cultura clásica propia del humanismo, que le sonaba a pagano. Es mérito de Erasmo como filólogo la vuelta a las fuentes bíblicas (lema humanista ad fontes) y su edición del texto griego del Nuevo Testamento, que recibirá el nombre de textus receptus, antes de las ediciones críticas modernas, más completas y rigorosas, como la alemana de Nestle-Aland (28ª edición).