Tomar decisiones a diario.

Hoy hacemos hincapié en algo muy distinto, relacionado tanto con la responsabilidad como con la libertad, pero causa también de numerosos trastornos si no se lleva a efecto:
2. DECIDIRSE Y TOMAR DECISIONES.
Podría parecer que continuamente estamos ejercitando eso de "tomar decisiones" y habría que matizar. Hay decisiones que en un primer momento pueden parecer instrascendentes pero que condicionan la vida entera de una persona: el niño aquel de 6 años al que le pusieron una boquilla de trompeta invitándole a que hiciera una "pedorreta" es ahora trompetista profesional; una charla en el bar genera una empresa o un próspero negocio; el niño que ha visto sufrir a su perrito llegó a ser un veterinario de prestigio; un encuentro ocasional conlleva décadas de felicidad o sufrimiento conyugal...
No es lo normal y aquí nos referimos a ésas que se deben tomar a diario y que implican una suerte de elección continua. Pueden parecer "pequeñas decisiones" pero, no tomadas, van acumulando ansiedad y cargando negativamente las neuronas.
La capacidad de tomar decisiones tiene mucho que ver con el juicio crítico, con la capacidad para pensar (qué hacer, cómo hacerlo y con qué medios). ¡Y cuánto de eso se echa en falta!
No, algunos van a rastras, les lleva la vida, se abandonan a los quehaceres "obligatorios y obligados" y prefieren hacer todo porque se les manda, porque así se ha hecho siempre, por temor quizá a contrariar o a equivocarse. Aún sabiendo que "se puede hacer mejor", no se deciden ni siquiera a comentarlo.
Así, nos encontramos personas indecisas, permanentemente anclados en la duda, consultoras de cien mil precios, visitadoras de todos los comercios; o consentidoras de conductas "por no contrariar"; o incluso confiadas en el buen hacer de quienes les rodean...
La indecisión persistente causa ansiedad y ésta genera angustia, porque los pequeños problemas se tornan enormes en la mente, que una y otra vez los revuelve, continuamente preocupada por "eso".
Lo queramos o no, nuestra historia personal está construída sobre decisiones, de grado o urgidas, y continuamente las demanda.
Es cierto que toda decisión implica renunciar. Vistos los pros y los contras, nunca la elección será plenamente satisfactoria. Mejor es actuar a medias que no actuar. Lo que corroe a la persona indecisa es precisamente el aspecto negativo de la decisión --perderá las ventajas de haber actuado de otra manera-- y no valora lo positivo.
La incapacidad para decidir también produce trastornos físicos: la primera manifestación serán las típicas "dolencias nerviosas", pero también lleva asociados trastornos gástricos, psoriasis...
3. LA BÚSQUEDA DE SOLUCIONES.
Es algo asociado a la "capacidad para decidir". Las pesonas negativas o excesivamente secundarias nunca encontrarán la solución ajustada y apropiada; es más, a causa de ello, aumentan los problemas
En vez de ser ellas las que corrijan los defectos, las que encuentren vías de salida, lo que hacen es lamentarse, murmurar, criticar lo que hacen los otros... No se trata de optimismo o pesimismo ni de infravaloración o sobrevaloración de lo que uno hace o el "qué más da, si esto se hará lo queramos o no".
Nadie es tan excesivamente pequeño o insignificante dentro de la sociedad como para no tener ideas propias y entender de lo que hace.
Para no herir susceptibilidades "saruceas" o "mosaicas" no incidimos en algo evidente, como es que la religión al uso favorece la pasividad, lo da todo resuelto y, a muy largo plazo y en última instancia, lo deja todo para el más allá. Otra vez será.
Quede constancia, eso sí, de que la religión como factor social propende e incita a generar actitudes pasivas y pesimistas.