¿Transigir con los creyentes?
Ayer alguien citaba a Alain de Botton como persona transigente con los creyentes. ¿Y quién que se titule humanista, a fin de cuentas persona, no ha de ser transigente con aquellos que son como él?
Precisamente la historia ha dado muestras sobradas de que el humanista ha sido siempre más transigente con la creencia que el mismo creyente, que las más de las veces degenera en fanático cuando alguien trata de convencerle de su error.
No circunscribimos la creencia únicamente a la religiosa. Las ideas políticas o sociales generan igual e idéntico fanatismo. Lo vemos a diario y lo han tenido que soportar durante casi un siglo los sometidos por el régimen comunista, por ejemplo. Y sabemos a lo que condujeron los fanatismos de signo contrario con guerras, destrucción y muerte. Aunque cuantitativamente no haya posible comparación, cualitativamente todos los fanatismos son iguales.
Insistimos e insistiremos una y otra vez en que una cosa son los creyentes y otra las creencias. No estamos dejando a un lado los creyentes y en el otro las personas normales. Todos somos humanos y todos somos sujetos de dignidad. Profesen el credo que profesen.
Cuando yo me relaciono con un sacerdote, con un fraile, con una monja... no veo en él al convicto de creencia y al oficiante del rito. Es más, nunca sale a relucir asunto relacionado con el credo, ni por su parte ni por la mía.
La transigencia o intransigencia con las personas ha de pasar por el doble rasero de la empatía --lubricante necesario de la relación social-- o de la justicia (a veces de la legalidad). No hay otra forma de relación. Y es la relación normal entre personas.
Otra cosa bien distinta son las "creencias". Las creencias son ideas. Las creencias son opiniones. En algunos casos hipótesis. Las creencias se basan en doctrina impartida sin constatación de verosimilitud más allá de la opinión de aquellos que previamente las han divulgado.
Ante ideas, hipótesis, creencias... la postura racional es doble sin posibilidad de situarse de manera equidistante o imparcial ante ellas, porque suelen ser posturas irreconciliables cuando no contradictorias: tales ideas o se aceptan tal cual o se rechazan. La posible discusión, que a diario observamos en este blog, sólo es una manera de intentar que el otro acepte lo uno dice.
Ante ciertas ideas no comprobables por uno mismo, lo normal es asentir basándonos en la autoridad intelectual --la autoridad moral no debiera ser elemento a tener en cuenta-- de quien las difunde.
Las ideas, lógicamente, han de basarse en hechos o realidades. Y las ideas necesariamente generan acciones.
Cuando no hay posibilidad de comprobar la realidad de una aserción, cada cual ha de valorar los argumentos de una u otra postura y tomar partido. Y generar en uno mismo argumentos en pro o en contra. Y defender con argumentos la postura tomada.
Es lo que hemos venido haciendo en este blog desde que apareció allá por marzo de 2.006. Lo triste es que muchos sólo pretenden confirmar la postura tomada pero sin pararse en razones. Es el caso de quien escucha una emisora u otra de radio sólo porque la misma confirma ideas preconcebidas e instaladas en la mente propia. Ante actitudes previas, prejuicios, poco se puede razonar.