Un alma llena de preguntas sin respuesta. III

El asunto del alma, al que repetidas veces hemos acudido en nuestra vida bloguera anterior, es uno de esos en que colisionan ciencia y religión, sentido común y credulidad, conceptos filosóficos y conceptos dogmático-sacros…

Y a pesar de volver y revolver, seguimos estando “con el alma en vilo”, o “en un hilo”. Es de esperar que no lleguemos a ser “almas en pena” o que nos tengan que hacer las “recomendaciones del alma”.

Es uno de esos conceptos fundantes donde necesariamente deberían ponerse de acuerdo personas creyentes y personas normales porque afecta a todos por igual: ahí es nada, saber o no en qué consiste el concepto “alma”, si es una pura “denominación de funciones”, es decir, una palabra, o si es una entidad con características propias.

¿Tenemos alma o somos unos desalmados? Para la mayoría de los creyentes “entendidos”, es decir, reflexivos y para el vulgo en general (también los “descreídos”), de una u otra manera la realidad ‘alma’ es un “suppositum”, un presupuesto del que se parte, un concepto arraigado, que, si está ahí, es porque (parece que) existe.  Para otros el concepto tradicional y crédulo es una simple creencia a desmontar, algo que no se sustenta en realidad alguna.

O sea, para este segundo grupo es claro que no tenemos alma, sino que la misma es un sinónimo sin más de “mente”, es decir, el conjunto de funciones cerebrales.

Aquellos que afirman la realidad espiritual del alma empiezan por conferirnos el alma y, luego, nos explican en qué consiste. Curiosa metodología. Llamamos alma a lo que anima; pero no podemos saber más de ella, porque nuestra inteligencia tiene límites. Las tres cuartas partes del género humano no se ocupan de esto, y la cuarta busca, investiga, pero no ha encontrado ni encontrará una respuesta evidente e irrefutable.

Este es el eterno porqué de las reyertas de los hombres creyentes y los normales. Digo eterno porque, careciendo de una noción esencial y básica que nos oriente, tendremos que permanecer siempre encerrados en un laberinto de dudas y de conjeturas.

¿El alma inteligente es «espíritu» o «materia»? ¿fue creada antes que nosotros? ¿sale de la nada cuando nacemos? ¿después de habernos animado en el mundo, cuando nosotros morimos, vive toda la eternidad? ¿vive como espíritu, es diferente de Dios o igual a él? Estas cuestiones, que parecen sublimes, sólo son cual cuestiones de ciegos preguntando a otros ciegos qué es la luz.

¿Existen los espíritus? ¿Y más si son “puros”? No es menester preguntar tanto: carecemos de la noción adecuada de lo que se llama «espíritu puro». El espíritu puro es una palabra que no nos transmite ninguna idea. Y según parece el alma es más que un espíritu puro.

  1. Platón habla de tres almas.
    1. El “Alma racional”, la parte más excelente. Se identifica con la razón y nos faculta para el conocimiento y la realización del bien y la justicia. La sitúa en la cabeza (el cerebro).
    2. El “alma irascible”: en ella se encuentra la voluntad, el valor y la fortaleza. Platón no defiende con claridad ni su mortalidad ni su inmortalidad. La sitúa en el pecho (el corazón).
    3. “Alma concupiscible”: Es la parte del alma humana más relacionada con el cuerpo y en ella se encuentran los placeres sensibles y los apetitos o deseos sensibles (apetitos por la comida, la fama, la riqueza, deseos sexuales,...). Por estar tan íntimamente ligada al cuerpo se destruye cuando éste muere. La sitúa en el abdomen (hígado).

Santo Tomás siguiendo a Platón, admite estas tres almas, con su localización corporal. Y para más inri explica: «el alma es una “forma” que subsiste “per se”, que está toda en todo, que su esencia difiere de su poder, que existen tres almas «vegetativas»: la «nutritiva», la «aumentativa» y la «generativa»; que la memoria de las cosas espirituales es espiritual, y la memoria de las corporales corporal; que el alma razonable es una forma inmaterial en cuanto a las operaciones, y material en cuanto al ser».

Quien entienda este galimatías que lo explique más claro. Poseemos, pues, tres almas, sin tener la más leve noción de ninguna de ellas.

Los primeros Padres de la Iglesia también creían que el alma era “corporal”, aunque cada uno lo intentaba explicar a su manera. Y, por traer a colación un filósofo “avanzado”, Descartes nos asegura que el alma del hombre es una sustancia, cuya esencia es “pensar que piensa siempre”.

Inicialmente, la palabra «alma» significó «vida», y se pensaba que era común para los humanos y para los demás animales. Posteriormente, quizás por endiosamiento humano, se pasó a sospechar que el alma sólo correspondía al hombre. Y entonces se inventó un formalismo: se llamará «alma» en el hombre e «instinto» en el animal.

Si las potencias del alma son memoria, entendimiento y voluntad, observamos que los animales también gozan de estas facultades. Por tanto no sé por qué se les priva del alma. Bueno, si por ese camino de “desalmar” seguimos, también se dudó del alma en las mujeres y en los negros…

Consulto mi vademécum particular, el “Diccionario Teológico” de K.Rahner y H.Vorgrimler para ver qué entiende por alma la “doctrina tradicional de la Iglesia” y es aquí donde mi alma cognoscitiva se encuentra ante un verdadero muro de ininteligibilidad. Copio:

“Para entender acertadamente la doctrina cristiana (¡no platónica!) acerca del alma, hay que tener en cuenta desde un principio la distinción entre ente y principio real del ser. Un ente es una totalidad real, que posee una esencia y una existencia, incluso en la pluralidad de sus propiedades, partes, dimensiones, etc. Un principio de ser es un fundamento intrínseco de un ente, en virtud del cual ese ente, sin perjuicio de su unidad, muestra una pluralidad de propiedades que no se pueden reducir las unas a las otras de manera adecuada o total, aunque cada una queda co-determinada por el todo, puesto que es un momento de éste. Según la teoría cristiana, el alma es un principio de ser…

Creo que el asunto queda aclarado, como cualquiera medianamente inteligente puede llegar a entender. Perdóneseme la ironía. Afinando más, el susodicho diccionario continúa:

El principio de ser hombre, que permite a la esencia material, espacio-temporal, llegar a su ser propio, que hace que se determine a sí mismo y así hace que trascienda la pasividad de lo material, se llama “alma”.

Se podría discutir todos y cada uno de los párrafos de tan abstruso diccionario, pero es, en este ya larga disquisición sobre el alma, donde de manera más patente se muestra lo que es una “petición de principio”.

Pues a pesar de mi buceo en los “papeles”, confieso mi ignorancia, y estoy convencido de que cuatro mil tomos de metafísica son insuficientes para enseñarnos lo que es el alma.

Pero no, porque el asunto es otro: el verdadero “quid” de la cuestión es que, sin “alma”, queda sin sustento todo el entramado de la credulidad. Caen por tierra todas las religiones. De ahí que el alma continúe siendo un “supuesto” incontestable, algo indiscutible… pero a fin de cuentas, otra credulidad más.

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