No ataquen tanto, que tiran piedras sobre su tejado.

No, ese argumento no sirve.



Se defienden de lo que tildan de laicismo rampante con el “más lo eres tú”. Y en caso de que no pongan por encima la valía de los credos frente al laicismo, se defienden de igual modo arguyendo que los regímenes que se rigen por principios cristianos no son peores que los fascistas, los nazis o los estalinistas; o que la ilustración y el racionalismo derivaron necesariamente en tales regímenes. Se quedan tan tranquilos con tal deducción, cuando, con los mismos argumentos, otros podemos endosarles la deriva histórica del siglo XX... y no digamos XV y XVI.

Argumento en verdad volátil e inconsistente. ¿Quién niego que tales regímenes hayan sido o sean execrables de todo punto? ¡Eso también lo dicen las personas de bien, sin ser creyentes! Ni siquiera hace falta asentarse sobre principios religiosos para proscribirlos.

Pongamos las cosas en su sitio:

1º) En primer lugar y si fueran consecuentes con su historia, deberían callar por vergüenza y sufrirlo con paciencia y silencio cuando se sienten sometidos e incluso perseguidos por regímenes totalitarios de líderes ateos, laicos o de distinta religión. Es el caso de los “mártires” habidos en Turquía, China, Iraq y algún que otro país africano. Deberían callar, como decimos, por vergüenza.

¿No eran antes perseguidos los laicos, ateos o simplemente discrepantes en estados confesionalmente cristianos? ¿No lo han sido durante siglos? ¿No se han sentido proscritos y como apestados, lo cual es más grave, dentro de su propia sociedad, previamente ofuscada e imbuida de ideas crédulas por los clérigos mandamases? ¿No han sido así los cristianos durante siglos?

2º) Aunque esos estados que persiguen o niegan los credos cristianos procedan de ese modo, las filas ateas o laicas no están plagadas de fascistas, comunistas o fundamentalistas. Todo lo contrario. Las personas no sujetas a credos son en general más tolerantes que quienes defienden un credo hasta con su vida. Y precisamente...

3º) Y precisamente son los humanistas que razonan por su cuenta quienes más se han opuesto a esos regímenes totalitarios. Sí, lo repetimos, quizá sean los humanistas quienes más frontalmente se han enfrentado a tales regímenes y pagado por ello.

El régimen estalinista no persiguió creyentes por ser creyentes: llevó al matadero y a los gulags siberianos a quienes criticaban el sistema, a quienes defendían los derechos humanos, a quienes abogaban por un poco de libertad, fuesen católicos, ortodoxos o sin religión. Los creyentes, al menos sus jerarcas rectores, siempre han tratado de contemporizar con tales regímenes, aplacar la fiera, amoldarse a ellos, llegar a pactos como sea...

Hasta las mismas palabras condenatorias han surgido de personas no afectas a credo alguno. La expresión “totalitario”, por ejemplo. Fue precisamente un marxista disidente, Víctor Serge, no un cristiano, quien la utilizó para condenar el sistema stalinista, viendo el genocidio que Stalin estaba cometiendo. Y quien la difundió con su obra Los orígenes del totalitarismo fue una judía laica, Hannah Arendt, huída del III Reich.

Y tenemos que añadir todavía más en defensa de quienes propugnan valores puramente humanos: esa idea de un estado total, absoluto, que tanto denigran hoy como argumento último los creyentes, ¡es precisamente una idea ligada a la religión! Y el despotismo era todavía más sibilino y criminal, porque los estados que buscaban el pleno sometimiento de la persona apelaban a los sacerdotes para introducir tales ideas en la cabeza y en el corazón de los súbditos.

Rebelarse contra el rey o contra el señor feudal era rebelarse contra Dios, porque “todo poder proviene de Dios”. ¿Lo dijo Jesucristo el profeta, o el fundador del cristianismo, Pablo de Tarso?

Siempre ha sido así y en todas partes. El totalitarismo actual es una traslación, una asunción de lo que en otros tiempos era normal para un espíritu imbuido de religión. En el Imperio chino, en la India, en Persia, entre los aztecas o los incas, en las cortes medievales de España, Rusia, Inglaterra o Francia los emperadores, reyes y dictadores eran a la vez dioses, representantes de Dios o ¡jefes de sus respectivas iglesias! Como hoy en Inglaterra, Marruecos o Arabia.

¿Hay que descender a los detalles?
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