¿Qué somos en el cosmos?

Impacta ese vídeo donde se ve a una muchacha tumbada al borde de la piscina de la que la imagen se va alejando hasta límites inimaginables: la piscina, la ciudad, el país, el planeta, el sistema solar, la galaxia… y así la Tierra hasta muchos millones de años luz. O ese otro de la nave Voyager a punto de dejar el Sistema Solar, girando 180º para realizar su última foto de la Tierra. VER. https://www.youtube.com/watch?v=xYmDyHC4Oc0

¿Qué somos dentro de ese sistema inmenso que constituye el Universo “conocido”?

¡Y nos creemos algo, nada menos que hijos del dios que hizo todo eso, destinados a vivir por toda la eternidad en el cielo, junto al que lo creó todo! La humildad no es una de nuestras virtudes. Pero ya no es humildad, es el más grande ridículo en el que se puede caer conociendo, hoy, lo que hay más allá de… ¿qué? No sabemos nada, más allá de lo que ven telescopios como el Hubble o sondas que viajan por el espacio.

Nuestro planeta Tierra donde los hombres de otros tiempos apenas si conocían una pequeña parte de lo que se alejara de su ámbito de vida, es, lo sabemos hoy, un pequeño polvo cósmico infinitesimal dentro de la monstruosa inmensidad del espacio. Y si eso es la Tierra, ¿¡qué es el hombre, el individuo hombre!?

Ni es centro de nada ni puede aspirar a ser otra cosa que lo que es, algo que surgió de las fuerzas que rigen el Universo. No es ninguna criatura de excepción; esta vida que tenemos no es un fenómeno aislado en el universo, hay un alto grado de probabilidad de que sea universal. Dicen que en el Universo hay millones y millones de planetas similares a la Tierra… De hecho ya se han detectado algunos. ¿Entonces, qué?

Producen una sonrisa entre escéptica y compasiva las afirmaciones de todos los libros sagrados que en el mundo han sido, que ponen al hombre en el centro de la creación y, ésta, surgida de las manos de un Dios. Un ejemplo, el salmo 8: Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos, la luna y la estrellas que has creado: ¿qué es el hombre para que pienses en él, el ser humano para que lo cuides? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y esplendor; le diste dominio sobre la obra de tus manos, todo lo pusiste bajo sus pies…

¿Cómo un Universo, entre otras cosas cuyas temperaturas oscilan entre el cero absoluto, 273o, y los millones de grados del interior de las estrellas puede haber sido creado para felicidad del hombre? ¿Somos felices contemplando el cielo y alabando a Dios? ¿Para eso creó Dios el Universo? ¿Qué felicidad produce algo de lo que, a simple vista, apenas se ve una minúsculísima parte? ¿Y el resto, ese otro universo que se conoce por los medios técnicos que ha producido esta pequeña mota que es el hombre, menor que un átomo dentro del cosmos?

Aceptar lo que ya Demócrito decía está más cerca de la realidad que las afirmaciones gratuitas de todos los sistemas religiosos inventados hasta la fecha: “Nada proviene de Nada y Nada se convierte en Nada”. No es osado decir y es más ajustado a la realidad decir que el Universo es eterno, que no ha tenido comienzo ni tendrá fin. Ni tampoco es osado afirmar que el hombre no puede ser libre porque está sometido a las mismas fuerzas que rigen el universo. Y, desde luego, que no existe ninguna Providencia en el Universo, pues todo, antes de que el hombre inventara a los dioses, se regía por sus propias leyes.

En caso de buscar alguna explicación de todo lo relacionado con el hombre, con su conducta e incluso con su pensamiento tienen una explicación más verídica, o al menos más probable, el acudir a determinados postulados de materia o de energía

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