¿Han desaparecido los grandes milagros?


El que se lee hoy domingo en el Evangelio de todas las misas de todo el mundo y escuchan todos los asistentes al rito... ¡ése sí que es milagro! Lázaro, cuatro días muerto, hediendo, se levanta y... hala, hasta la próxima muerte. Es de suponer que hecho tan minuciosamente descrito por Juan sea alegórico, como gustaban en interpretar los sermones de San Bernardo o San Buenaventura. ¿Habrá alguien todavía que crea tales puerilidades?

Decimos en el titular “grandes milagros” porque los que hoy se aportan parecen ser de pacotilla y de poca monta. Además suceden a escondidas. Y siempre porque tal persona, que se encomendó al santo o santificable, quedó curada de sus dolencias hepáticas, de sus varices, de sus persistentes dolores de cabeza o retornó a la vida normal después de ser desahuciada por los médicos.

En otros ámbitos de menor entidad espiritual, el sanador, el brujo, el taumaturgo o el espiritista suelen lograr resultados similares.

Hay milagros de lo más curioso y de lo más grandioso. En cualquier libro intitulado “Vidas de Santos”, y no de lejanas épocas sino incluso de inicios del siglo XX, encontramos relaciones para dar y tomar.

Pidamos algo de seriedad al creyente serio: ¿qué sentido espiritual puede tener que la sangre de San Genaro se licue un día al año? Piensen de añadido que ha habido magos que han conseguido lo mismo. Levitar, caminar sobre el fuego, adivinar dónde hay agua, doblar cucharas con la mente... ¿no nos lo han demostrado magos famosos como Houdini, J. Randi, Uri Geller y otros?

Ya es casualidad que todos los milagros que hoy día se esgrimen en provecho del santificando tengan que ver con la salud. Es el típico "deus ex máchina": como no encuentro explicación, recurro a lo más simple, el milagro. ¿Han investigado en el poder de la sugestión o en facultades ignotas de la mente? No, directamente se remiten a refritos de hechos que en otro tiempo dicen que sí sucedían. Maravilloso.

Hemos olvidado poner en el inicio algo previo y por si sirve de algo la lógica, que, aunque sucedan hechos asombrosos en el entorno de una religión, tales hechos no son garantía ni prueba ni demostración de la veracidad de la misma. Pueden tener incluso relación con la afinidad sentimental que tal persona siente hacia un antepasado. Nada más. El salto cualitativo no es admisible.

No. La gente de hoy día, incluidos los creyentes, ha perdido la fe en los grandes milagros. Se contenta fácilmente con naderías. ¿Por qué hoy no son frecuentes las resurrecciones "sicut Lazarus", por ejemplo? En otros tiempos eran de lo más normal. Jesús resucitó, dicen. Pero, poniendo en voz activa el verbo, también resucitó a Lázaro; también a la hija de Jairo; a su muerte salieron del sepulcro muchos “santos” que se aparecieron a los habitantes de Jerusalén (menudo susto) aparte de “hechos asombrosos, como que se rasgó el velo del templo y tembló la tierra y se oscureció el sol...

Y hoy leemos estas narraciones como la cosa más natural del mundo. Era algo que sí ocurría en edades doradas. ¡Qué cosas tan maravillosas sucedían en otros tiempos!. El nuestro es de una vulgaridad que conmueve. Si tras el médico con cita previa, urgencias y a esperar cuatro horas, resonancias magnéticas, pastilloterapia... esto no da resultado, uno se encomienda a Teresita González Quevedo y, hala, a esperar también. Eso sí, hasta el cardenal Rouco se fía más de lo primero y, por si acaso, pagan o pagaban su correspondiente "RETA".

De nuevo apelamos a la seriedad. Una de dos, o los hechos extraordinarios realizados por el Fundador fueron reales o fueron simbólicos. Si fueron reales, extraña la indiferencia con que hoy se leen; extraña que la historia romana no dé cuenta de tales sucesos; extraña que no se les diera más importancia posteriormente; extraña que un historiador tan meticuloso como Flavio Josefo ni siquiera los citara... Y si, referidos al Fundador, son simbólicos, ¿hemos de creer que el resto de los milagros que vinieron y que vendrán no lo son también?

Por cierto, y con esto ni afirmamos ni negamos, el profesor Barton Ehrman afirma que el relato de la resurrección de Jesús del Evangelio de Marcos se añadió al texto original muchos años después. Sintomático, aunque no afecte al caso. Otros siguieron afirmando lo mismo y ahí sigue el Domingo de Resurrección.

Hoy día hablaríamos de tales “resurrectos” como “muertos vivientes, walking dead”. ¿Y qué pensamos de tales fantasmagorías? ¡Pues eso! Me imagino la figura siniestra del resucitado Lázaro como testimonio del más allá en el más acá de Betania y lo compadezco.

Afirman que al final de la historia de la humanidad --se supone que cuando eclosione el sistema solar-- en el día del Juicio, todos resucitarán. Y lo dicen y lo aseguran y lo confirman y en determinadas fechas lo celebran... ¡y nadie se lo cree! O quizá sí, den crédito a tales coplas, el mismo crédito que damos a Pulgarcito, Los Tres Cerditos o El patito feo, otro que también semiresucitó.

¡Qué mundo el nuestro, racionalista, laicista, secularizado... abandonado de Dios, mundo este que ya no puede gozar de los grandes milagros!
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