Un dios no puede morir, dicen.


Hoy resucita el muerto, dicen. Contradictio in términis o mito irreductible, a gusto del consumidor que no resucita.

Y ya están ahí los racionalistas diciendo que si ha muerto no puede resucitar y si resucitó es porque no había muerto. Esto lo dice la razón o los conceptos que habitan en determinadas palabras: muerte es muerte, ni hay temporalidad en la muerte ni hay SAMUR que pueda lograrlo después de tres días (en la liturgia es un día y unas horas). Si hay resurrección ya no es muerte, será otra cosa, algunos dicen que catalepsia. O resurrección de una idea, que ésta tampoco muere. Su muerte es el olvido.

Hablar de resurrección es situarnos en un plano irreal, donde el pensamiento no accede ni puede. O sea, que aquí terminamos lo que pensábamos relatar. Adiós.

Lo que pensaba y que no quiero escribir, es lo siguiente: ese plano al que ni la razón (es la que deduce), ni la inteligencia (la que conoce y discrimina) tienen acceso. ¿Entonces cómo acceder al nivel donde el “concepto” resurrección tiene su hábitat. ¡Por la fe!

Vaya, tampoco sé qué cosa pueda ser la fe: no es conocimiento, porque el conocimiento discierne; no es razón, porque la resurrección se desvanece… Si la fe es asentimiento, debe ser un asentimiento a secas, sin razón, sin inteligencia, sin ganas de conocer, sin nada de lo que nos hace hombres y hasta personas.

Pero como en el Viernes Santo: también la esfera de la resurrección engloba tradiciones antiquísimas que valían para medio hombres, aquellos que cualquier cosa admitían, hombres necesitados de leyendas para nutrir su sesera, hombres que cualquier acontecimiento humano lo metamorfoseaban en narraciones que hoy llamamos mitos. Nihil novum sub sole: los crédulos de mitos tienen tanta longevidad como la aparición del hombre. Son eternos, no resucitan porque no mueren.

Pues sigan así, que con ese lastre va a crecer la humanidad. Nunca el mito generó ciencia. Y sin ciencia, tampoco técnica. Y sin ciencia ni técnica, su refugio, su "locus proprius" son las Hurdes de 1921 por citar lo más cercano a mi memoria. La verdad, el que crea en resurrecciones, salvadoras para más inri, no debería usar teléfono móvil. Es una contradicción. No “le pega”.

Otra de las curiosidades que siempre me han fascinado, aun creyendo: ¿qué es eso que se reza en el Credo de “descendit ad ínferos”? (lo digo en latín porque suena a más misterioso). Deberían saber que también Krishna descendió “a regiones inferiores a rescatar espíritus aprisionados”. Krishna es anterior a Cristo, pero éste no iba a ser menos. ¿También esto se cree? ¡Mamma mia!

Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe”. ¡Ojo, lo dice Pablo de Tarso, pero no sabía lo que decía! Piense Ud. de forma razonada: esto quiere decir que para que no sea vana nuestra fe, Cristo ha tenido que resucitar. ¡Olé por la creación/sustentación del mito! La manifestación más fehaciente de cómo la creencia genera el mito.

Miren Uds. cómo hablaba a los paletos analfabetos arracimados en el templo, desde aquel púlpito siempre sublime y glorioso, el eminente orador Bossuet: « ¿Quién puede jactarse de haber resucitado? ¿Qué religión nos puede presentar un Dios que haya triunfado de la muerte?». Hoy cualquier exiliado de la LOGSE le respondería: ¡todas!

Sí, todas: todas las religiones tienen un dios que ha regresado de la muerte. Incluso hasta los que no son dioses, porque también los semidoses tiene sus muertos resucitados : hace bien poco cualquier medio-santo que se preciara, si no tenía una resurrección en su peculio, no podía acceder al Olimpo de los santos. ¿Recuerdan a Santo Domingo de Guzmán, del que estamos celebrando sus 800 años? ¡Cantidad!

Bueno, pues lo dicho: la fe es algo tan sublime que crea lo que cree para luego creer lo que crea. Y lo adora. Y se extasía con el canto de la "Angelica"; y con aquello de las tinieblas antes del oficio de Sábado Santo; y con las campanas o campanillas sonando en el canto del "Gloria"... Uf, cuánta emoción. Quizá la fe sea eso, emoción. Pues nos lo tendremos que pensar.

Mi contestación a quien me pregunta… ¡No puedo entender que haya gente que crea tales cosas, que resuciten los muertos, que esos muertos resucitados sean su dios, que con él resucitemos todos, que el universo entero –con lo grande que es— resucite con Cristo.

Y eso todos los años. Y con saber todo eso, que es algo tan grandioso, resulta que salen de los “misterios”, perdón, que antes eran “de los oficios” y se van tranquilamente a tomar unos pinchos de morcilla por la calle San Juan (en Burgos), o a poner a parir a la cuñada, o a gritar a los niños que no nos dejan hablar… ¡Anda allá! Éstos no creen lo que crean: se limitan a ser simplemente ovejas del rebaño de Cristo. Eso, ovejas.
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