La inspiración musical y el sentimiento religioso. - 3

 ¿Hay que tener fe, hay que vivirla y sentirla para estar inspirado cuando de componer un "Ave Maria" se trata?

No terminó para mí el runruneo interior que me llevaba a poner en solfa, nunca mejor dicho, la relación entre creencia e inspiración, como si la primera fuera “conditio sine que non” para la segunda. Yo mismo necesitaba, para mí,  una explicitación del asunto, o lo que es lo mismo, explicarme a mí mismo el sí o el no de la respuesta a la doble pregunta de, primero, si la fe es fuente de inspiración o estímulo o generadora de música religiosa y, segundo,  si la así llamada “música religiosa” propicia el creer y el sentir la fe.

Antes de seguir y como dando por supuestas posibles explicaciones posteriores, me digo a mí mismo, con pleno convencimiento, que NO es menester ser creyente para componer “verdadera e inspirada” música religiosa, aunque tal afirmación no es óbice para reconocer que a muchos les ha servido como elemento estimulante. ¿Entonces, qué inspira al compositor? ¿Por qué ese “no” y ese “sí”?

Habría que distinguir entre música religiosa y música con texto religioso.  No sé si lo primero, música religiosa, puede ser expresión correcta, es más, ni siquiera puedo decir que exista y pueda haber música religiosa, porque tal expresión es casi un oxímoron (unión de dos términos irreconciliables, como “un silencio explosivo” o “ladrón honrado”). El concepto “música” se agota en sí mismo, sin adjetivos explicativos, y menos especificativos.

Y respecto a “música con texto religioso”, sí, se puede admitir, pero dicho texto religioso que inspira al compositor no genera necesariamente música de posible interpretación cultual”. ¡Hay tantísimos ejemplos!  Uno de los más “sonoros”, el Requiem –operístico— de Verdi, escrito para honra, primero de Rossini y finalmente de Alejandro Manzoni.

Es inevitable tener que volver a la cuestión medular: ¿cuáles son las características, los signos, los rasgos distintivos, los elementos que definen la música religiosa? No vale decir que música religiosa es aquella que se interpreta en las funciones litúrgicas, porque el uso o la finalidad no definen la esencia de una cosa. Cuestión aparte es la parcelación de la música para, de algún modo, hacer “historia de la misma”.

El Aria de la Suite en RE Nº 3 de Bach, interpretada durante la comunión y sobre todo en ese momento de meditación posterior, ¿es música religiosa? Parecería que sí. Pero ¿lo es también cuando se interpreta la Suite completa, con su Obertura, Aria, dos Gavotas, Bourrée y Giga? ¿Por qué el “aria” sí y la “giga” no? Otro ejemplo relacionado con la inspiración que pueda sugerir el texto: ¿el salmo de Giovanni Pierluigi da Palestrina “Sicut cervus desiderat ad fontes” es música religiosa? ¡Pues él mismo afirmó que lo compuso contemplando las famosas fuentes de Tívoli!  

Si, como dicen, la verdadera, real, original y exclusiva música religiosa es el Canto Gregoriano, tal afirmación echa por tierra y desecha todo el legado de siglos y composiciones “polifónicas” con texto religioso, que poco tienen que ver con el canto gregoriano. Y, sobre todo, arroja al estercolero casi toda la inmensa bazofia creada a partir del concilio Vaticano II.

Me pongo en el lugar de los clérigos y del pueblo fiel presentes en los oficios pascuales de Notre Dame de París cuando escucharon por primera vez el “Viderunt omnes” o  “Pascha nostrum” de Leonin  (c.1150-1201), con sus larguísimos melismas y, ya con su discípulo, Perotinus Magnus, el batiburrillo de letra. Dirían los estupefactos fieles: ¿Pero se puede consentir tal banalización de la música y tal degradación en el templo santo?

Si del gregoriano como prototipo de música religiosa y ritual hablamos, ¿qué decir de ese raro camionero que va escuchando canto gregoriano en la cabina de su vehículo, porque tal música le relaja, le tranquiliza y despierta en él ecos de la naturaleza? ¡Que los discos de Silos, allá por 1994, se vendían como rosquillas, y no precisamente para aprender las melopeas que luego habrían de cantar en los oficios!  Hacía muchos años que el gregoriano había sido recluido en el rincón del cenobio. Incluso hasta las viejas piadosas habían olvidado el Kyrie de la misa “De Ángelis”.

Por supuesto que esos cantos melismáticos eran música, pero ¿se escuchaban con la intencionalidad propia de algo concebido para ser cantado en el templo? Pues no. Ni tampoco es creíble que tal audición tuviera una connotación piadosa, como si de rezo del rosario se tratara.

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