Un minuto de lectura, aunque... ¡pensar es otra cosa!

Un dardo de reflexión para el creyente y quizá admita que no es capaz de caminar hasta el barranco del disparate y, a sabiendas, precipitarse en él.
Tras el acto sexual, cuando el espermatozoide feliz penetra en el óvulo expectante, suceden dos cosas, no se sabe si instantáneas o sucesivas,
una, que Dios insufla el alma inmortal a "ese compositum";
otra que el alma, al instante, queda contaminada por el pecado original.
Si esa es la realidad --¡que el creyente debe creer, porque es fundamento de la fe!--, el "pensador imparcial" pregunta:
¡Pero si el alma la crea Dios en ese momento
¿cómo consiente que se la deterioren nada más crearla?
¿No es Omnipotente?
¿No sabe previamente a qué se expone?
Y, por otra parte,
¿por qué tiene que someterse a la libertad del hombre que decide tiempo y lugar para la "cita creadora" con Dios?
¿Por qué se somete a las leyes biológicas?
Y con relación al pecado original, no puede por menos de inquirir:
¿Quién es el portador del pecado original?
¿Los padres a dúo o en dúo?
¿el óvulo atolondrado?
¿el espermatozoide atrevido?
¿Cómo, cuándo y por qué sucede tal cataclismo?

Hablábamos hace días de pensamiento de 1º y 2º grado. Éste es un claro ejemplo para pensar.
El alma y el pecado orginal se aceptan, sin más, en bloque, sin más indagaciones, sin considerar concomitancias añadidas, porque siempre se ha dicho, redicho y supraredicho... y como lo han dicho, pues toca creerlo.
Eso sí, pensarlo es otro cantar; y aceptar las consecuenicas, una imposibilidad porque todo el edificio se viene abajo.