No se necesita agua bendita para pensar (y 2)

Que si necesitamos a un profesional acudimos al relojero, al ebanista, al psiquiatra, al médico o al ensayista conferenciante. Incluso, y por participar del jolgorio colectivo, que si acudimos a tal romería es por hacer ejercicio, por bailar, por turismo, por degustar... aunque sea a propósito de San Sofronio.
Sólo quien ha conseguido salir de ese cuévano ritual es capaz de percibir el galimatías en que se revuelven los que todavía deambulan por el interior, convencidos de estar pletóricos de Espíritu, posesos de la verdad o estimulados por la santa indignación.
Pero dejando consideraciones al margen, hacíamos relación ayer de ciertas "constricciones colaterales" a que el creyente se entrega, ritos y rituales que se van añadiendo en su supuesto camino de perfección y que, en determinado momento de su vida, lo succionan de tal modo que su obsesión no es otra que la de cumplir con tales prácticas santificadoras.
Ya, sí, sabemos que ningún comentarista de los que por aquí pululan se ve constreñido a realizar, porque su religiosidad es más elevada, más depurada, más espiritual y esencialista e incluso más culta. ¿Pero no lo vemos por doquier?
1) ¿Qué persona normal se ve urgida oimpelida a reunirse cada siete días --algunos a diario--, o porque es una festividad especial, o para proclamar que quiere ser buena, o para postrarse ante imágenes, o para regodearse en su indignidad manifestada en público y participada socialmente?
2) ¿Y qué persona normal necesita a alguien consagrado para poder pensar por cuenta propia, para leer lo que sea, para informarse...? ¿Es que para poder deducir necesita la persona razonante un taumaturgo al que dicen sacerdote?.
3) Aunque los ritos y rituales son formas adquiridas o hábitos que facilitan el trabajo, ¿que persona que piense un poco por su cuenta necesita someterse a esos otros ritos y ceremonias del estilo de las creadas por las religiones, vacíos de todo contenido humano? Se reúnen para lo que sea, escuchar una plática, celebrar un acontecimiento, recordar a una persona relevante, pero... ahora se tienen que poner de pie, ahora estar sentados, a veces hasta tumbados; aquí se debe hacer una inclinación de cabeza, luego genuflexos con una rodilla, luego con las dos; ahora han de extender las manos para suplicar; más tarde han de echar humo a tal imagen, a tal libro, al pueblo. Y previamente tomar agua con los dedos, ser rociados con un "asperges" y una vez en la vida recibirla sobre la cabeza... ¡A cuántas cosas absurdas ha de someterse quien quiere mantener una doctrina o ascender en grado santificante! Y encima los hay que buscan teologías y contenidos soteriológicos en todo eso.
4) ¿Y qué decir de la confianza taumatúrgica que se pone en lo que llaman reliquias? No diríamos nada si se consideraran simple recuerdo: da qué pensar la virtualidad que creen se contiene en un fragmento de tela, un trocito de hueso, una brizna de pelo, un colgajo en el cuello... ¿Y qué decir de la veneración que profesan hacia "esas" cosas --dicen que es un brazo, restos de sangre, el corazón, una uña-- encerradas en enormes relicarios de plata? ¿O la histeria colectiva contagiada de unos a otros cuando de una imagen "milagrosa" se trata, sea la "Virgen de la Cueva" o "La blanca paloma"? Nadie que piense por su cuenta se deja llevar por tales aberraciones a las que la credulidad conduce.
5) ¿Y alguien puede entender por qué esa veneración ritual ¡a un libro!? Y lo llevan en alto, y lo flanquean con velones, y lo ahúman. ¡Un libro! Sí, dirán que es algo simbólico, etc. Para hablar del simbolismo de las cosas, nadie que se conduzca con normalidad se sentirá constreñido a venerarlo ni menos se atreverá a decir que ahí está la "palabra de Dios", ésa que los biblistas desmenuzan hasta llegar a la conclusión de que nada hay tan humano como un centón de tradiciones puestas por escrito.
6) ¿Y qué decir de "sitios" calificados como santos, donde se está en silencio, en actitud meditativa, con cara de circunstancias? A veces se llama hasta "santísimo". Un campo, un camino, un pedrusco que puede ser hasta un meteorito, un sepulcro, una cueva, una tela, un muro, una "casita" allá arriba por nombre ermita... Y hay quienes andan kilómetros y kilómetros para llegar allí, aunque sea una vez en la vida, como ordena "El Libro" [el Corán]; y otros matan y se matan por ello; y lloran; y se flagelan... ¡No, que no hay ningún lugar en la tierra más santo que otro! Será más espectacular, más relajante, más acogedor, más impresionante... ¿pero santo? ¿digno de veneración?
Habrá que tener cuidado cuando se produzca la estampida, porque de vez en cuando perciben cansancio en el exterior y sacan a pasear sus lábaros, esgrimen el cilicio o blanden la espada.