Una perla musical.

El legado cultural de la Iglesia Católica en pintura, orfebrería, imaginería, escultura o música es formidable, sin parangón alguno en otras instituciones civiles. No hace falta elucubrar mucho para darse cuenta de las razones: disponer durante siglos de inmensas sumas de dinero para ello; ha sufrido menos expolios y destrucciones que otras instituciones civiles por su idiosincrasia sagrada; ha dispuesto de edificios donde salvaguardar esas obras, especialmente las catedrales; ha gozado de una continuidad temporal sin equivalente civil; no ha tenido necesidad de destinar su patrimonio a escuelas, sanidad, obras sociales, pago de subsidios, etc. aunque sí caía alguna migaja para ello. De ahí que su patrimonio artístico sea hoy día el mayor del mundo.

Para quien se deje seducir, no puedo por menos de recomendar la audición de una obra musical de belleza extraordinaria… cuando se interpreta bien: CUM DEDERIT DILECTIS SUIS SOMNUM (cuando concediere el sueño a los que ama). Es un fragmento del Salmo 126 Nisi Dominus, IV parte de apenas cinco minutos de duración.

El autor, Antonio Vivaldi, al que conocían en su tiempo como “il prete rosso” por el color rojizo de su pelo (rosso = rojo). Aunque se ordenó de sacerdote, dicen que tras la primera misa desistió de celebrar más: se lo impedía el asma que padecía. Tiempos aquellos en que el sentido del humor podía condicionar el modus vivendi… aunque en esa época cualquier ocupación lucrativa o capaz de dar renombre estaba por encima del oficio sacro. Tomaban ejemplo de los papas, que más eran emperadores que pontífices.

La personalidad de nuestro admirable Antonio es digna de ser conocida: su prestigio compositivo se extendió por toda Europa; compuso para señoritas recogidas en un hospicio, Ospedale della Pietà (qué nivel); el más grande músico de todos los tiempos, J.S. Bach copiaba sus obras; una de las ciudades culturalmente más importantes de Europa, Dresde, capital del estado de Sajonia,le hizo encargos para su orquesta; fue requerido en Amsterdam, Viena, Roma… Célebres son sus encuentros y desencuentros, sus trifulcas con las señoritas del Ospedale (o quizá son sus rectores); y también sus manías; la compañía para sus viajes, no muy acorde con su condición de sacerdote… Igual que Bach como virtuoso organista, fue más conocido en vida como violinista que como compositor.

Pero quedémonos con este breve ejemplo musical, “Cum dederit dilectis suis”, para contralto solista y cuerdas. El acompañamiento es muy simple, apenas tres líneas o voces armónicas que la mayor parte de las veces caminan al unísono, pareciendo el bajo más un cantus firmus que otra cosa. Texto y melodía, con ligeras variaciones melódicas, se repiten varias veces.

La tonalidad de “sol menor” confiere a la obra ese carácter melancólico, íntimo y lánguido, como si Vivaldi quisiera sugerir el momento del sueño. Es curioso cómo Mozart, de sus 43 sinfonías, sólo una comienza en tono menor, la 40º. Y la tonalidad… “sol menor”. El comienzo de la canción popular “El Vito” puede darnos idea sonora de este tono.

El tempo musical es el de “siciliana”, tiempo lento en compás de 12/8, forma en la que se han escrito páginas maravillosas de música. Recuérdese la “Pifa” o Sinfonía Pastoral de El Mesías, así como tantas páginas de J.S. Bach, entre ellas el comienzo de la Pasión según San Mateo.

Como criterio evaluador para el oyente de música, los tiempos lentos de las obras, sean de canto o de música instrumental, son los más difíciles de interpretar. Son los que mejor muestran la musicalidad, la expresividad y el talento artístico del intérprete. Esto sólo se aprecia en las audiciones “en directo” y no tanto en grabaciones, entre otras cosas porque las malas versiones no se graban. He conocido interpretaciones del 2º movimiento de la Séptima de Beethoven, del 3º de la Novena, del 2º del Concierto para trompeta de Hummel… verdaderamente lamentables.


Por si sirve como elemento mnemotécnico para recordar la época de Vivaldi, esta obra fue compuesta en una fecha fácil de recordar: 1717, posiblemente estando Vivaldi ya en Mantua.

El texto de esta parte IV del Salmo Nisi Dominus induce a confusión, porque el verso "cum déderit" parece continuar el verso anterior (en Vivaldi, III Parte). [El Señor les llena de dones]… cuando a los que ama les entrega al sueño. He aquí la herencia del Señor, los hijos; recompensa, el fruto del vientre. Se podría traducir o interpretar de otra manera, pero no creo que Vivaldi. Pero resulta raro que Vivaldi inicie este número con tal verso, con lo cual corta el sentido. Quizá el autor quisiera decir otra cosa bien distinta: “Cuando a sus amados entrega al sueño, he aquí su herencia, los hijos, un regalo, el fruto del vientre” (referencia a lo que suele suceder cuando hombre y mujer duermen juntos). ¿Demasiado atrevido? Cada uno lo interprete como quiera. Lo cierto es que Vivaldi separa el número III del IV.

Elijo la versión de mi antiguo amigo Carlos Mena, hoy el mejor contratenor de España por musicalidad, belleza de timbre, fiato y expresividad. Aunque también merece la pena escuchar la versión de Andreas Scholl. En alguna otra versión se puede seguir la partitura.

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