¿Y si lo que predican se funda en la mentira? (5)

Seguimos con la segunda premisa del principio de evidencia negativa  relativa a que “no exista ninguna evidencia segura donde debiera existir”, regresando a registros independientes a los fundacionales cristianos.

Tras no haber leído otra cosa que el Nuevo Testamento, deberíamos presuponer que Jesús causó en el mundo coetáneo una enorme conmoción, por sus hechos y por su mensaje. Pues la conmoción la produce el hecho de que en los documentos romanos de la época no aparezca un solo dato biográfico sobre Jesús de Nazaret.

Volvemos de nuevo a un autor no romano sino precisamente judío e interesado en las “antigüedades judías” como era Flavio Josefo. Sorprende que en un libro suyo escriba tres páginas cubriendo el juicio y ejecución de un vulgar ladrón. Y sorprende también que escribiera larga y exhaustivamente sobre Juan Bautista.

¿Y sobre Jesús, más importante que Bautista? Dos referencias, la primera cuestionada de raíz como interpolación posterior por escribanos cristianos, dado que los escritos de Josefo llegaron hasta nosotros a través de fuentes cristianas, todas a partir del siglo IV. Es sabido que hubo revisión de sus escritos. Éste es el texto en discusión:

Por este tiempo apareció Jesús, un hombre sabio (si es que es correcto llamarlo hombre, ya que fue un hacedor de milagros impactantes, un maestro para los hombres que reciben la verdad con gozo), y atrajo hacia él a muchos judíos (y a muchos gentiles además). (Era el mesías). Y cuando Pilato, frente a la denuncia de aquellos que son los principales entre nosotros, lo había condenado a la cruz, aquellos que lo habían amado primero, no le abandonaron (ya que se les apareció vivo nuevamente al tercer día, habiendo predicho esto y otras tantas maravillas sobre él los santos profetas). La tribu de los cristianos, llamados así por él, no ha cesado de crecer hasta este día.

Hay muchas cosas que chirrían en el contexto de los escritos de Josefo. Todo lo que ponemos entre paréntesis son claras adiciones cristianas. Josefo no sintió simpatía alguna por Jesús lo mismo que despreció a todos aquellos que se proclamaron “mesías”. Ya ese “Iesous tis” griego inicial –un tal Jesús— es despreciativo. Lo de sabio puede tener otra traducción, en griego sofós, quizá sofista. Llamar a Jesús “Jristós”, mesías, no es propio de Josefo que denigra a los mesías de turno. Añádase que ningún comentarista anterior a Eusebio (s. IV) cita este pasaje en referencia a Jesús.

Otras fabulaciones que aparecen en los evangelios son indicativas de la nula historicidad de la vida de Jesús. El censo ordenado por Augusto, para hacer nacer a Jesús en Belén: no hay referencia al mismo en documentos romanos, era algo absurdo, poco práctico y opuesto a la finalidad de un censo. Nadie tuvo que dirigirse a su ciudad de origen… ¡genealógico! Con ello quería Mateo convencer a los judíos del origen mesiánico de Jesús, como decían las profecías (“Y tú, Belén de Judá, no eres la menor…”).

¿Y cómo una matanza de niños no iba a tener referencia en algún documento romano? Otra invención absurda del evangelista. ¿Y cómo el arresto, juicio y condena de un personaje tan famoso no tiene referencia alguna en escritos contemporáneos? Sencillamente, en los escritos contemporáneos Jesús hubiera sido considerado como un charlatán más, sin crédito alguno y, al fin, un sedicioso y alborotador a cuya trayectoria había que poner término judicial eficaz y drástico. Y se hizo con una crucifixión colectiva, cosa importante a considerar.

No vamos a entrar en el tercer enunciado del principio de evidencia negativa, realizar una búsqueda minuciosa y exhaustiva de evidencia en donde ella debería estar, porque se responde con lo dicho hasta aquí.

Y según ello, el creyente tiene buenas razones para dudar de la biografía de Jesús. Todo lo que el Nuevo Testamento afirma de él ha de ponerse en entredicho. Y muchas de las cosas que la Iglesia celebra, son manifiestas falsedades. Eso sí, la religión cristiana ha sabido, a lo largo de los siglos, crear, justificar y mantener una imponente serie de mitos sobre Jesús. Y sobre su virginal madre. 

Las historias fantásticas inventadas en los primeros años del cristianismo por los evangelistas y creídas por unos pocos se convirtieron, con el tiempo, en creencias de muchos miles de prosélitos. Búsquese el modo similar como nació la secta de los mormones.

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