El "prendimiento de Jesús" tiene tufo político.

En la cuádruple narración evangélica de esos últimos momentos, "pasión y muerte de Jesús", se da cuenta de nuemerosos detalles que, analizados, pueden llevar a un sesgo u otro en la interpretación de la religión que emergía.
Ya hace mucho tiempo el dato que a continuación reseñaré me pareció extraño, pero no le di mayor importancia, quizá por no saber o no interesarme cuántos soldados componían una cohorte. Pero ahí ha seguido esa "impresión", como larva del pensamiento, hasta mariposear como hipótesis más que verosímil.
En la última revista de Historia de National Geographic aparece un extenso artículo sobre la "guardia pretoriana". Ésta venía a ser la "crême de la crême" de las legiones romanas. Sabemos que el número de soldados que componían una legión osciló a lo largo del tiempo entre 4.200 y 6.000. La unidad principal básica de la legión era la cohorte: se componía de 3 manípulos y cada manípulo de 2 centurias. Considerando que cada centuria se componía de 60 u 80 soldados, una cohorte podía tener entre 360 y 480 soldados.
No voy a entrar en citas evangélicas respecto a dónde aparecen tales o cuales hechos, porque son de consulta fácil o cualquiera conoce.
La Iglesia viene repitiendo la "historia" de la muerte de Jesús todos los años y dan por ciertos y constatados los datos que en ella aparecen: los judíos contra Jesús, la traición de Judas, Pilato y sus vacilaciones, el veredicto del pueblo, la condena a muerte... y previo a todo eso su prendimiento, de noche, en Getsemaní o Huerto de los Olivos.
Resulta extraño que el grupo que se reunió en el habitáculo para la famosa cena --doce personas, más el traidor que tras la cena desapareció--se retirara de noche a rezar a un campo de olivos... ¿Lo hacían con frecuencia? ¿Sólo en esa noche previa a la Pascua? Asimismo resulta extraño que de entre tan pacíficios personajes, algunos llevaran espadas (algo terminantemente prohibido por la legislación romana).
Pero lo más extraño es que toda una cohorte de soldados romanos con guardias judíos del Sanedrín saliera de noche a prender al cabecilla de un grupo de doce. ¿Cuatrocientos soldados armados y bien entrenados, más otro grupo de guardias, es decir, un total de quizá 600 ó 700 hombres armados, para capturar a un predicador de la paz y del amor, como había aparecido Jesús entre sus coetáneos?
Cualquiera tiene el derecho a sospechar que ahí hay gato encerrado. Se aplica el dicho aquel de "matar mosquitos a cañonazos". Y, si los datos se toman como la lectura indica, sin añadir contenidos escatológicos o simbólicos, el hecho cuando menos es sorprendente e incita a buscar explicación.
Se añade, a este dato que comentamos, el de la condena, el que posteriormente fuera condenado a morir en una cruz, suplicio sólo reservado a los delitos más graves, cuales eran la sedición, la traición, el levantamiento contra la autoridad romana, etc.
Cualquiera tiene derecho a pensar que el gato encerrado maullaba más de lo previsto: la ley romana en cuanto a creencias era absolutamente permisiva, les daba igual que uno se considera dios o mesías, admitían en el panteón romano toda clase de creencias... Y además, en tiempo de paz y en todo el Imperio Romano, el individuo tenía suficientes garantías jurídicas como para no ser acusado y condenado "porque sí". Eso sí, las penas tras una condena eran de una desproporción brutal.
A partir de estos datos citados y como hipótesis plausible que ya muchos estudiosos han desarrollado, se va imponiendo la sospecha de que Jesús fue, TAMBIÉN, un líder mesiánico del reino liberado e independiente de Israel, sin sujeción a poderes extranjeros, un agitador político, un facineroso a ojos de los romanos.
El sesgo de "mi reino no es de este mundo" cobró vida mucho más tarde, cuando la debacle se hizo realidad y cuando
Desde luego que esta idea ni es nueva ni ha dejado de estar presente en estudios seculares. Sin embargo, lo mismo que la fe es algo individual, así las vivencias conceptuales y seguridades personales son también individuales y es cada uno el que debe dar asentimiento a lo que otros proponen. Y quedarse con lo que a uno más le convence.
Hoy como ayer, la figura de un Jesucristo ligado a elementos subversivos que esperaban la instauración del Reino de Israel es otra de esas "teorías" o "hipótesis" con garantías suficientes --datos de los mismos Evangelios, testimonios históricos, sociología de ese tiempo en Israel--para tener una consistencia conceptual mayor que la otra, la de un Jesús hijo de Dios, salvador, redentor y etc. etc.
A la hora de aceptar una u otra, es la verosimilitud de las versiones lo que le importa al individuo.