Un cardenal repartiendo comidas en San Carlos Borromeo (Vallecas).

Complejo de caracol.
El cenáculo de la credulidad esconde a sus propios ministros afanados en endogámicas laboriosidades, reducto que a la vez brinda refugio cuando las cosas van mal dadas. Pero se sienten urgidos a salir a la palestra so pena de contravenir el lejanísimo "id y predicad por todo el mundo". Se ven impelidos a ello, les acucia el "porqué", pero últimamente no saben el "cómo". Y así están, a la espera del "cuándo".
Autocomplacencia
Su más prócer representante, un “tal” Antonio María, habitante del palacete de San Justo, usa del bombo y el platillo no para predicar el reino sino para predicarse. Y digo lo de "un tal", porque si vistiera a la usanza ciudadana, verlo deambular por Madrid daría la imagen de un abuelete más de los que salen a mendigar copos de sol invernal sin provocar el más leve giro de cabeza de cualquier viandante que se le cruzara.
Preterición popular.
¿Irreconocible por el vulgo? Pues sí. La carcoma secularizadora, ésa que que ya no inclina cabezas ni besa manos, causa estragos en la fama volandera y uno desaparece del horizonte popular si no es habitual de la salsa rosa. Nuestro supradicho ministro no se resigna.
Pero no todos omiten reconocimientos. Hay quienes, con prosaica o morbosa delectación, siguen la huella de cuanto se refiera al preclaro ministro del Señor y aprovechan cualquier Pisuerga para visitar los vallisoletanos predios, hoy "roqueños", que tanto monta. Somos los masoquistas de la noticia arzobispal, para qué negarlo.
Una más.
Y hete aquí que las navidades nos traen dos aparentemente contradictorias actuaciones de tan egregio prelado:
• la una, como la cal de la argamasa, donde se le ve flamear sus pluviales capas en la Plaza de Lima y dar al viento su quejumbrosa voz que salvará a las familias de la perdición;
• en la otra, arena del mismo mortero, lo vemos vetando socorros en portazo "caritastivo" a la iglesia, templo, santuario o semiparroquia de San Carlos Borromeo: "cáritas" no paga traidores.
¿A qué responde Rouco?¿Contradictorias actuaciones? No hay tal: ambas responden al suma y sigue de una personalidad “sui géneris”. El gran señor Rouco Varela se responde siempre a sí mismo. No consiente ni le place la más leve mota en la faltriquera, en la escarcela donde va ingresando méritos que aquí suenan y en Roma resuenan. A “minivaticanos” inmobiliarios, vicepapas carpetanos. O, en el segundo caso, el que la hace la paga y arrieros somos.

La cara, “speculum animae” (¿también “animi”?), no puede negar lo que cuece la mente. Con palabras de román paladino, eso comentaba alguien al ver la faz del cardenal ministro el día del fasto familiar: “¿No le ves la expresión del rostro? ¡Si es que su cara va diciendo lo que es!”.
Principios que el pueblo olvida.
Mentes absolutistas donde las haya, la de los Roucos que por la vida van tienen tan subida la autoestima que sólo creen en su verdad. Está bien que sea así, pero no que a la postre no sepan ver más que esa verdad. Una verdad pletórica de valores que, por superiores, son los únicos válidos.
Pero si ello es así, ¿cuál es la razón por la que la gente llana no acuda en tropel a ingerir tal alimento, por añadidura eterno, de sus augustas y bondadosas manos? ¿Razón? La del dicho de siempre: “Al pueblo se le puede engañar una vez, dos, veinte… pero al final responde”.
Connivencias sospechosas.
No nos importa la persona sino el personaje. En la misma, vemos la inmensidad secular que representa, integrismo y reciedumbre, autocracia sacra y satrapía clerical: tuvieron el monopolio del pensamiento único –la España de los valores eternos--, que se tradujo en ideología –nacional catolicismo--, movimiento también –muy nacional él— y en negocio, el de la educación. Con el “id y enseñad”, tanto “fueron” que se quedaron… con todo.
Decadencia de la música celestial
El poso de los siglos difícilmente se desprende en unos pocos años de fermentada democracia. Pero fue su canto y ahora es de cisne. “Il dolce e bianco cigno cantando muore ed io piangendo giungo el fin del viver mio…” La vida de los que aquí moran es corta, no percibe el sonido medieval y renacentista; apenas si la nuestra llega a oír los sones de cuarenta años de cánticos celestiales y de "franquicia" federada. Seguro que "su eminencia", “hoy” Rouco, cantaba madrigales al alborear de la aurora. Ahora apenas si J.Arcadelt le podría servir de lenitivo.
El diario arrastrar de lo que fue.
Divagamos, pero bueno es divagar. El nuevo señor sin horca ni cuchillo, añora los ajos y cebollas de Egipto. Le sucede como a las ciudadanos vieneses, siempre cabreados porque conviven con soberbias monumentales, continuo recordatorio del pasado, y hoy nada: todo un cardenal recibiendo la venia genuflexa de sus adláteres sin percibir las facas que se esconden bajo los roquetes; en un palacete mora, por más que sus estancias y pasillos sean oscuros y cavernarios; reaviva el pasado con ritos basilicales ampulosos, pero sin apenas voces que coreen una respuesta audible; pasea sus pompas por crujías catedralicias, mas de espaldas a la vitalidad de las Grandes Vías… ¡Pero él quiere hacerse oír! "Id y enseñad..."
¿Por qué si su moral era superior, si tenían en sus manos la educación de “las Españas”, si amalgamaban todas las celebraciones festivas, si el mensaje del cielo se esparcía a raduales por todos los rincones, si… por qué, decimos, la plaza de Lima no parece ya sino una Babelia deshabitada? ¿Por qué hoy "facta est quasi vidua domina gentium"? He aquí al nuevo Jeremías "plorans in nocte".(1)
No es ceguera popular, es...
Repartiendo entre pueblo y jerarquía “culpas” o “inocencias” al cincuenta por ciento, ellos no han aprendido: lo que sirvió ya no sirve. Siguen con su empeño de hacer creer que sus valores éticos y morales son superiores a los que puedan emanar de la soberanía popular. Y, dicen y espetan, el 50% popular es ceguera cuando no "sutoris malígnitas" (la maldad del zapatero).
¿Ceguera popular? ¿No será un “oh maravilloso despertar” del pueblo, señor de su propia conciencia tras siglos de obligado encantamiento? El pueblo lo percibe: "¡Que no, que no hay “Ciudad de Dios” agustiniana, ni ningún Sinaí democrático (Plaza de las Cortes), ni salmistas en la calle Preciados (Corte Inglés), ni ningún Salomón repartiendo sabiduría en Plaza de Castilla (juzgados)… Y que frente al Isaías de 'una virgen concebirá' como mucho encontramos una Teresa en 'la vega' del Manzanares"
Y que si alzamos un tanto la mirada hasta podríamos equivocarnos y confundir al Sr. Rouco --con su palinodia musical salvífica--, cantando a dúo con Franco o con Pinochet, o con Fernando VII o hasta haciendo pareja de baile con Bárbara de Braganza o Isabel de Portugal. Y, esto sí, organizando aquelarres pepeístas en los salones de San Buenaventura (2). ¡Cuán bajo hemos caído, prelado de las Españas!
Ciudadanos consentidos
Será todo lo degradado que se quiera –y en los últimos siete años ha hecho suficientes méritos para ser denostado— pero nunca en la historia se ha visto un sistema más justo, más ético, más equilibrado, más preventivo… como el actual. Un sistema que incluso respeta y aprueba que se concentren miles de personas para dar mandobles al viento y derribar Briareos fabricados por la mente sombría y lúgubre de su eminentísima.
Viviendo o malviviendo, ya nadie admite sermones que pretenden ser lecciones. ¿Sabe, Sr. Rouco, la superioridad nuestra sobre sus mesnadas? Estriba en que hoy Ud puede creer en lo que quiera, decirlo, predicarlo, hasta gritarlo en una Plaza que no es suya, sin que nadie se lo impida. ¿Por qué? Porque nuestras pobres leyes, pobres por no provenir de la inspiración divina que Ud posee en grado sumo, así se lo consienten.
Hala, le dejamos en paz, que le esperan con la escudilla en la mano algunas familias en la parroquia de San Carlos Borromeo y a nosotros se nos ha ido el sermón por los cerros de Úbeda que, según dicen, vieron las holganzas nocturnas de un segundo Alvar Fáñez, capitán de Alfonso VIII, cautivado por una mora.
(1) Lamentaciones de Jeremías por la destrucción de Jerusalén: "Con lloro lloró en la noche...", "la señora de los pueblos hoy vive como una viuda"...
(2) Donde se ubica el Seminario Mayor de Madrid