Reflexión de José Carlos Bermejo sobre la necesidad de dar palabra al sufrimiento sin apropiarlo. Narrar el sufrimiento

Narrar el sufrimiento
Narrar el sufrimiento

Narrar el dolor no siempre sana, pero puede humanizar.

Explicar el sufrimiento, asignarle un sentido, no siempre es posible. No siempre es conveniente. A veces hay complicidad con él al atribuirle un valor en sí, mirándole como un regalo divino con el que llevar una vida privada, vulnerada, quizás vulnerabilizada o elegida con poca salud mental.

El camino de humanización ante el sufrimiento es provocar los encuentros individuales y las estructuras suficientes para que se pueda dar cuenta de él haciendo justicia a los heridos, abriéndoles espacios de expresión sin caer en des-apropiación de la experiencia dolorosa, sin que sirvan estos par otro fin distinto al que generó la voluntad de expresarlo: comprender, compartir, buscar justicia en forma de reparación o reconocimiento, construir una memoria individual o colectiva de lo sucedido.

El sufrimiento convertido en un objeto opaco estancado en el corazón de quien lo sufre o en un silencio en cementerio sin mejoría, es más cruel. La alternativa, entre silencio o la perspectiva testimonial, es la opción del protagonista pero, en todo caso, parece bueno que haya alguien que “pueda dar cuenta del sufrimiento” y hacer todo lo posible por eliminarlo o aliviarlo, además de aprender de él y hacerle útil.

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