Desritualización
El barbarismo está más que justificado en este caso y sin que además pueda servir de precedente. Si el “rito” se define académicamente como “ el conjunto de reglas establecidas para el culto y ceremonias religiosas” , y el prefijo “des” denota “negación o inversión del significado del simple”, esto equivale a decir que al menos en idéntica o mayor proporción que el ritualismo es aceptado , también habrá de serlo su escasez o carencia. Es posible que a esta correlación apunte el mismo diccionario al hacer referencia simultánea al rito como “doble”, “semidoble” o “simple”.
El caso es que son ya muchos los cristianos que se quejan de que el ritualismo que se ejerce en la Iglesia es –sigue siendo- hoy excesivo o inmoderado. Piensa que, a veces, se da la impresión de que la Iglesia es sólo o fundamentalmente rito. Creen que el rito es lo que importa y que él es el signo cristiano por antonomasia, por el que muchos viven y mueren, al margen de cualquier otra ponderación evangélica o teológica. El signo, y sólo el signo en su diversidad de expresiones, gestos y formulaciones es de por sí indicio y señal, representativa y veraz, al margen o por encima de de lo que pudiera sugerir en relación con actitudes y compromisos de fe y de vida, sustantivamente cristianas.
Sin intentar despojar al rito, por muy sagrado que sea y como tal se presente, de cualquiera de sus connotaciones y enunciados religiosos, es urgente reseñar que todo rito precisa de la explicación que lo haga mínimamente comprensible. Un examen, por muy elemental que sea, acerca del sentido y contenido de las ceremonias y ritos que con mayor asiduidad se nos hacen presentes en los actos de culto, nos haría concluir ser merecedores en materia religiosa de un suspenso infinito. El capítulo de los ritos está en idénticos niveles de irreligiosidad, o a-religiosidad, que los del resto de otros que se juzgan como esenciales en todo planteamiento cristiano.
Y el hecho es que , además de no contar con información y adoctrinamiento suficientes para interpretar ritos y signos que se dicen religiosos , no es aventurado advertir que sobran no pocos de ellos , que algunos -muchos- son de por sí incomprensibles y que hoy querrían decir todo lo contrario , que equivocan o al menos distraen y que están a la espera de una revisión profunda y actualizada , si lo que de verdad se pretende es que sean elementos evangelizadores y “palabra de Dios”,y no mito, superstición y “palabra huera”.
Acabo de ver en TV una misa solemne, presidida por un arzobispo de la Curia Romana, y las reflexiones acerca de la ritualización a la que litúrgicamente está sometida son múltiples, con mención especial en este caso para la figura y acción del concelebrante principal. De entre tales reflexiones destaca exactamente la de la enorme diferencia que hay entre la Eucaristía primera, segunda y tercera, así sucesivamente, celebradas por Cristo Jesús y la presentada en la pantalla televisiva y en tantas otras que no se televisan .No sé exactamente por qué , pero el uso de la mitra episcopal y del solideo, en los distintos espacios y ceremonias , es tal que la distracción del personal asistente está asegurada a la perfección en el nombre y con el permiso de la autoridad eclesiástica. No es posible seguir llamando celebración eucarística -“misa”- a un acto de culto en el que “el maestro de ceremonias” ha de estar constantemente alerta a los tiempos en los que el arzobispo ha de quitarse o ponerse la mitra y el solideo , sin saber los fieles- y tal vez ni los mismos celebrantes - sus correspondientes porqués y ni siquiera el porqué principal de la mitra y de su perdurabilidad entre los ornamentos sagrados.
A las misas, a la administración de los sacramentos, a la mayoría de los actos de culto, a la institución eclesiástica como tal, a su jerarquía y sus relaciones con el Pueblo de Dios y viceversa, a la Comunión – común unión y comunicación- , les sobran ceremonias y ritos y unos y otras reclaman revisión seria y actualizada. La sencillez, la veracidad, la simplicidad y la llaneza ha de ser hoy las fuerzas inspiradoras de todo rito y ritual en la Iglesia de Cristo, si por encima de todo se intenta que esta sea- siga siendo- Iglesia, y además de Cristo, desde el penúltimo monaguillo a su jerarca supremo del directorio- nomenclator católico.
El caso es que son ya muchos los cristianos que se quejan de que el ritualismo que se ejerce en la Iglesia es –sigue siendo- hoy excesivo o inmoderado. Piensa que, a veces, se da la impresión de que la Iglesia es sólo o fundamentalmente rito. Creen que el rito es lo que importa y que él es el signo cristiano por antonomasia, por el que muchos viven y mueren, al margen de cualquier otra ponderación evangélica o teológica. El signo, y sólo el signo en su diversidad de expresiones, gestos y formulaciones es de por sí indicio y señal, representativa y veraz, al margen o por encima de de lo que pudiera sugerir en relación con actitudes y compromisos de fe y de vida, sustantivamente cristianas.
Sin intentar despojar al rito, por muy sagrado que sea y como tal se presente, de cualquiera de sus connotaciones y enunciados religiosos, es urgente reseñar que todo rito precisa de la explicación que lo haga mínimamente comprensible. Un examen, por muy elemental que sea, acerca del sentido y contenido de las ceremonias y ritos que con mayor asiduidad se nos hacen presentes en los actos de culto, nos haría concluir ser merecedores en materia religiosa de un suspenso infinito. El capítulo de los ritos está en idénticos niveles de irreligiosidad, o a-religiosidad, que los del resto de otros que se juzgan como esenciales en todo planteamiento cristiano.
Y el hecho es que , además de no contar con información y adoctrinamiento suficientes para interpretar ritos y signos que se dicen religiosos , no es aventurado advertir que sobran no pocos de ellos , que algunos -muchos- son de por sí incomprensibles y que hoy querrían decir todo lo contrario , que equivocan o al menos distraen y que están a la espera de una revisión profunda y actualizada , si lo que de verdad se pretende es que sean elementos evangelizadores y “palabra de Dios”,y no mito, superstición y “palabra huera”.
Acabo de ver en TV una misa solemne, presidida por un arzobispo de la Curia Romana, y las reflexiones acerca de la ritualización a la que litúrgicamente está sometida son múltiples, con mención especial en este caso para la figura y acción del concelebrante principal. De entre tales reflexiones destaca exactamente la de la enorme diferencia que hay entre la Eucaristía primera, segunda y tercera, así sucesivamente, celebradas por Cristo Jesús y la presentada en la pantalla televisiva y en tantas otras que no se televisan .No sé exactamente por qué , pero el uso de la mitra episcopal y del solideo, en los distintos espacios y ceremonias , es tal que la distracción del personal asistente está asegurada a la perfección en el nombre y con el permiso de la autoridad eclesiástica. No es posible seguir llamando celebración eucarística -“misa”- a un acto de culto en el que “el maestro de ceremonias” ha de estar constantemente alerta a los tiempos en los que el arzobispo ha de quitarse o ponerse la mitra y el solideo , sin saber los fieles- y tal vez ni los mismos celebrantes - sus correspondientes porqués y ni siquiera el porqué principal de la mitra y de su perdurabilidad entre los ornamentos sagrados.
A las misas, a la administración de los sacramentos, a la mayoría de los actos de culto, a la institución eclesiástica como tal, a su jerarquía y sus relaciones con el Pueblo de Dios y viceversa, a la Comunión – común unión y comunicación- , les sobran ceremonias y ritos y unos y otras reclaman revisión seria y actualizada. La sencillez, la veracidad, la simplicidad y la llaneza ha de ser hoy las fuerzas inspiradoras de todo rito y ritual en la Iglesia de Cristo, si por encima de todo se intenta que esta sea- siga siendo- Iglesia, y además de Cristo, desde el penúltimo monaguillo a su jerarca supremo del directorio- nomenclator católico.