¿“L’Osservatore Romano” ?


El primer número del periódico del Vaticano, hoy “órgano oficial de la Santa Sede”, comenzó a editarse pocos días después de la proclamación del Reino de Italia el día 17 de marzo de 1861, en tiempos del Papa Pío IX. Su finalidad fue fundamentalmente apologética tal y como consta en su primigenio diario: “Desenmascarar y refutar las calumnias que se lanzan contra Roma y contra el Pontífice Romano”, “suscitar y promover la veneración al Augusto Soberano y Pontífice” y “recoger e ilustrar todo lo que en las artes, las letras y las ciencias merecen ser noticias y especialmente las invenciones y aplicaciones relativas que se realicen en los Estados Pontificios”.
En 1870 “L’Osservatore Romano” se convirtió en un diario de oposición dentro del Reino de Italia, reafirmando la voluntad de sus responsables de “permanecer fiel al inmutable principio de religión y de moral del que se reconoce único depositario y defensor, el Vicario de Jesucristo en la tierra”. En la actualidad y además, sus ediciones, como semanario, son en lengua francesa, italiana, inglesa, española, portuguesa, alemana y polaca. La española se inició en 1969, siendo su primer director Cipriano Calderón.
De entre las preguntas que, profesionales o no del medio periodístico, y con criterios cristianos nos formulamos, destacan las siguientes:
. ¿Puede llamarse “periódico” una publicación diaria como “L’Osservatore Romano”, con presentación y contenido sólo adoctrinadores y apologéticos, en el que no cabe la más remota posibilidad de la crítica de la Iglesia y del Estado Vaticano, aunque en ocasiones se perciba un resquicio para efectuarla hacia otras instituciones y países o Estados?
. ¿No resultaría éste ser el modelo preferido por tantos jefes de Estado –“Granma” de Cuba, antigua “Prensa del Movimiento” de España- y de dueños de empresas, cuya existencia sería de lamentar si sus respectivos responsables calcaran al pie de la letra el procedimiento y sistema vaticanos?
. ¿Qué razón de ejemplaridad podría aportarle en la actualidad al mundo de la información un periódico nacido y avecindado en la Ciudad del Vaticano con secciones, contenidos, juicios y presentaciones que por propios y extraños pudieran ser estimadas como “ideales” para tantas otras manipuladas, como con desdichada asiduidad se les están ofreciendo a los lectores por esos mundos de Dios?
. ¿Recabarían para sí sus páginas así planteadas y realizadas el título y la consideración de mensajeros de la justicia y de la paz, con todas las críticas propias del ideal evangélico?
. ¿Es asumible “por quienes corresponda” -es decir, por todo el Pueblo de Dios-, que no se aprovechen medios y posibilidades evangelizadoras tan fructuosas en unos tiempos y circunstancias como las presentes en las que una buena parte de la vida transcurre en contacto con los medios de comunicación, influenciados por ellos y al dictamen de sus informaciones y ocurrencias?
. ¿Quién o quiénes pueden hoy pensar, -y menos en la Iglesia y desde la Iglesia- que la crítica no es esencial en cualquier publicación periódica, adoctrinadora y veraz, y que precisamente tal actividad y comportamiento son los que en gran parte la justifican a los ojos de Dios y de los hombres?
. ¿Podría alguien creer que el Evangelio no es crítico, por definición y naturaleza, que Cristo Jesús no fue palabra -Verbo- de Dios, con capacidad y vocación de reformador penitencial de su obra creada?
. ¿Cuándo se ha de descubrir que los panegíricos, las alabanzas y canonizaciones tienen secciones fijas también en los periódicos, pero ubicadas en el apartado específico de las necrológicas u obituarios?

© Foto: Michelle Meiklejohn
Volver arriba