Instrumentum Laboris, más de lo mismo

Acabo de leer el documento preparatorio del sínodo sobre la familia, Instrumentum Laboris y he sacado la conclusión de que estamos ante “más de lo mismo”. Recoge minuciosamente todas las contestaciones de las diócesis mundiales que reflejan los problemas de todo tipo con los que se encuentran las familias. El texto se queja de que muchas no reconocen la ley natural, ni la doctrina oficial de la Iglesia o no la aceptan en su totalidad, pero la culpa de todo la tiene la falta de formación de los laicos, junto a la influencia de una sociedad hedonista, relativista, individualista… en la que nos movemos los cristianos. La única solución que plantea es una mejor pastoral aunque reconoce la escasez y el desprestigio del clero pero cambios en la doctrina oficial... ninguno.

Me ha hecho gracia la conclusión a la que llega tras leer el texto, Thomas Reese, director del semanario America “si la vida matrimonial es como la pinta el documento es mejor ser célibe”, unas palabras con las que remeda las quejas de los judíos ante la catequesis de Jesús sobre el divorcio. ¡Qué diferencia con la Evangelii Gaudium! Cuya lectura nos llenaba de ilusión por salir en busca de los hermanos, ayudarles en sus problemas, no echarles le culpa de sus cuitas… El texto que se nos acaba de presentar es un jarro de agua fría que hace pensar que hubiera sido mejor no abrir el melón, no hacer consulta alguna.

Pues tengo la impresión de que muchos católicos esperaban que el próximo sínodo aportara un documento que fuera fuente de diálogo, sobre los temas suscitados en las preguntas a las diócesis y esta repuesta no lo es. ¿Se han tomado en serio las contestaciones los autores de este texto? ¿Estaban dispuestos a considerar que los problemas a los temas que han surgido, podrían tener soluciones diversas? ¿Pensaron en la posibilidad de que la Iglesia se hubiera equivocado en determinados aspectos de su pastoral? No lo parece.

Se juega mucho nuestra Iglesia en el próximo sínodo y parte del resultado final vendrá dado por reconocer a los laicos su sabiduría de la vida, su conciencia, que tiene derecho a ser escuchada y no coincide siempre con la que presenta la Iglesia oficial. El tema no es fácil porque los problemas no son iguales en todas las partes del mundo y deberán dejar cierta libertad a las diócesis para que obren en consecuencia.

Soy optimista por naturaleza y creo que este documento, como sucedió con los preparatorios al concilio Vaticano II, será sobrepasado gracias a la actuación de unos obispos que tendrán en cuenta y respetarán la postura de los laicos. El papa Benedicto XVI, gran defensor de la tradición cuando llegó el momento supo darla de lado y presentar su dimisión del papado. No podía, dadas sus condiciones vitales, afrontar los grandes problemas a los que se enfrenta la Iglesia. Esta renuncia nos muestra que la tradición no es inamovible y que hay que ajustar el evangelio a los signos de los tiempos. Espero que los padres sinodales lo tengan en cuenta.
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