Reflexiona sobre la Semana Santa

Reflexiones sobre la Semana Santa

Es curioso que a largo los años haya cambiado mi reflexión sobre la Semana Santa. Tengo que reconocer que nunca he fijado mi interés en los sufrimientos físicos de Cristo porque, aunque intensos, duraron muy poco. Los comparaba con los padecimientos de los judíos en los campos de concentración o con las enfermedades dolorosas de larga duración que me parecían más insoportables

Siempre me han impactado las imágenes de su madre en procesiones de la Semana Santa, aunque distorsionen la historia ya que aparece como una mujer bella y más joven que su hijo, pero el dolor se manifiesta en su rostro de una madre que ha perdido a su hijo. Poco relacioné estos sufrimientos con nuestro padre Dios porque las explicaciones de su conducta me parecían poco defendibles ya que no me convence el concepto de redención por nuestros pecados ¿Qué padre o madre manda a su hijo al matadero para saldar una deuda?

Siempre me ha impresionado la infidelidad de sus apóstoles, el hecho de que le dejaron solo, aterrorizados, en el momento de su muerte; que uno de sus seguidores le vendiera por un puñado de monedas y la sensación que tuvo de la ausencia de Dios en el momento que más lo necesitaba, la noche oscura del alma por la que han pasado muchos santos

Pero esta semana he reflexionado sobre lo rápido que se pasa de la fama ruina total. Jesús fue un domingo de Ramos como llamamos hoy a su entrada en Jerusalén - aclamado por los habitantes de un que le reconocían un valor mesiánico y unos días más tarde, las mismas personas, pidieron que fuera crucificado. Los que le recibieron con palmas, reclamaban su muerte.

Al fin y al cabo, la vida de Jesús es un espejo en el que nos podemos mirar todos los hombres, sobre todo a la hora de su muerte en la que no hubo milagros manifiestos. Me gusta reflexionar sobre el buen ladrón que supo ver en un crucificado, en una persona acusada de traición, su salvación. Y me gusta pensar en la soledad de Jesucristo que es la lacra de nuestro tiempo. Una soledad, sobre todo en las personas mayores, estoy pensando en los abuelos que tuvieron su domingo de Ramos cuando se ocupaban de sus nietos y ahora ni siquiera van a verlos. No pasan por una muerte física como Jesucristo, pero mueren despacio en soledad y con el pesar de la ingratitud. Pero la realidad es que hay muchos Judas en la historia, personas a quien les hicimos favores y cuando más los necesitábamos, nos volvieron la espalda

En la muerte de Jesús no falló todo ya que la esperanza se manifestó en el buen ladrón que creyó en una vida futura en su compañía, en el centurión romano que vio en el acusado al mesías prometido y en la persona de María Magdalena que entendió el mensaje de su persona cuando no había milagros, ni razones por medio, de poder o mesianismo histórico, sino un supuesto fracaso y una muerte constatada

La vida de Jesús fue parecida a la nuestra con sus momentos de dicha y de fracaso; de compañía de amigos y familiares; y de soledad que implica, incluso, la sensación de ausencia de Dios en nuestra existencia. Con sus palabras y hechos nos enseña el camino de la felicidad que es la práctica del amor a los hombres con los que convivimos en los que se proyecta la imagen de su persona y la de su Padre. Al final morimos todos, sus seguidores con la esperanza, como la del buen ladrón, de pasar junto a Cristo nuestra vida futura

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