Una mezquita en un coso taurino

Me ha sorprendido la noticia de que Qatar ha ofrecido al municipio de Barcelona 2200 millones de euros por edificar, en la plaza de toros de la ciudad, una gran mezquita, con un minarete de 40 metros y capacidad para 40.000 personas. Vaya por delante que admiro la religiosidad del mundo islámico, aunque tengo mis dudas si un alto porcentaje de sus fieles no acude al templo como lugar donde afianzar su identidad y encontrar a los amigos, más que por el interés de la búsqueda de Dios.

Debo reconocer que no me gustaría que el dinero, tan necesario en un tiempo de crisis, consiguiera este empeño. Recuerdo a la periodista italiana, Oriana Fallaci, que declarándose atea, escribió que prefería escuchar el sonido de las campanas europeas antes que las voces del muecín llamando a la oración. Ese tañido es el sonido de nuestros pueblos llamando a misa, a difuntos o a apagar un fuego que, junto a los platos caseros que cocinaban nuestras madres, saben a hogar. No quiero perder el gazpacho y la paella, el olor a vendimia y a siega, las romerías y las procesiones con sus llamadas a la oración. Es lo nuestro, lo que nos identifica en la aldea globalizada.

Bienvenidos sean los emigrantes y respetadas sus costumbres pero no es necesario cambiar las nuestras. Son ellos los que tienen que hacer el esfuerzo por integrarse en unas comunidades que acaban siendo las suyas. Reconozco que soy incoherente porque aplaudo la decisión que tomaron los católicos irlandeses de edificar una gran catedral en Nueva York, San Patricio, en el centro del protestantismo que los ninguneaba. Pero es que a las razones anteriores, sumo el miedo a los discursos de los imanes musulmanes llamando a la guerra santa contra los infieles, entre los que me encuentro. Las masacres de Irak, de Nigeria, de Siria… me duelen, aunque me cogen lejos pero me aterran ante lo que puede hacer un fanático en nuestrasciudades.

El hecho de ser mujer tampoco impulsa mi entusiasmo por la aceptación de la venta. No quiero tener que llevar metros de ropa ciñendo mi cuerpo, ni tapar mi cara y mi pelo porque me gusta que me den el sol y el aire. Tampoco que mi marido imponga su criterio o que traiga otra mujer más joven a casa, con todas las de la ley. Resumiendo si yo tuviera que votar, le negaría a Qatar su oferta.
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