Monseñor Monteiro, me parece que ha vuelto a meter la pata.

Ha recibido usted a los sacerdotes de Granada descontentos con su arzobispo. O a una representación de los mismos. Pues se ha metido en arenas movedizas. Y a ver como saca la gamba.

Yo comprendo que entre las obligaciones del Nuncio está el recibir sacerdotes. Y que estos hablarán unas veces bien y otras mal de sus obispos. Pero si los recibe en cuerpo y en protesta declarada está usted montando un carajal del que no va a salir bien.

En primer lugar deja al obispo protestado a los pies de los caballos. El Nuncio recibe a los sacerdotes que van a ponerle a parir. La autoridad episcopal queda por los suelos, los comentarios de clérigos y laicos se desatan, los curas protestantes se crecen... Vamos, que si la tenía difícil monseñor Martínez usted se la ha puesto mucho peor.

Despues, ha abierto el melón. Ya saben los curas de cualquier diócesis que, con razón o sin ella, basta con que se reunan en un número considerable para arruinar el crédito de su obispo. Porque el nuncio les va a respaldar. Hasta al más lerdo se le ocurre que esa audiencia concedida es un respaldo. Prepárese a recibir comisiones y comisiones.

También se lo ha puesto dificilísimo a usted mismo. A ver si se atreve a nombrar un obispo de los que necesitan las diócesis vascas o algunas catalanas si al día siguiente va a tener haciendo cola en la Avenida de Pío XII a la comisión de curas nacionalistas protestando.

Y ya por último queda usted de bobo. Porque, si es tan malo el obispo, ¿cómo lo ha nombrado usted?

Yo no tengo especiales simpatías a Don Francisco Javier Martínez. Creo que es de buena doctrina pero, como ya dije alguna vez, tiene menos mano izquierda que un manco de ese brazo. Usted, recibiendo a esos curas granadinos, le ha hecho una canallada. Si está convencido de que se equivocó usted, el Papa, o quienes recomendaron su traslado de Córdoba a Granada, pues discretamente arbitra una salida. La que sea. Menos la que se le ha ocurrido. Que no es salida ni es nada.

Cada vez que usted nombra un buen obispo yo, agradecido, hago el propósito de hablar bien de usted. Ya han sido muchos propósitos. Pero usted se empeña en que sea efímero mi deseo de enmendarme.

Entre monseñor Martínez, usted y el clero de Granada han convertido a aquella diócesis, que era de las tranquilas, salvo el grano de los jesuitas con su Facultad, en un polvorín. A ver como consiguen que no salte por los aires. Torpe el arzobispo, torpe el nuncio, torpes los curas, vaya ejemplo están dando todos de eclesialidad.
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