¿Una procesión atea?

No conozco el asunto de cerca; sólo por los medios de comunicación. Según dicen algunos estaban preparando una procesión atea para el próximo jueves santo, pero las autoridades gubernamentales la han vetado. Dejando a un lado la terminación que han tomado dichas autoridades, el proyecto en sí da pie para dos serias reflexiones.

1. El proyecto de una procesión atea en la Semana Santa cuando los cristianos hacen procesiones por las calles, plantea un tema de gran interés para nuestra sociedad española que se abre al pluralismo: cómo articular convicciones religiosas y libertad de expresión. Se trata de dos derechos que tienen las personas y que el Estado debe salvaguardar: ¿hasta dónde llega el ejercicio de estos derechos?

Desde 1994 el Tribunal de Estrasburgo ha tenido que pronunciarse sobre conflictos entre ambos derechos. Como resultado de esos pronunciamiento parece que el límite para el ejercicio en la libertad de expresión como en la libertad religiosa debe ser medido por la injuria o negación que signifique para el derecho del otro. Según el Convenio Europeo de Derechos Humanos todas las expresiones que buscan difundir, incitar o justificar el odio basado en la intolerancia, incluida la intolerancia religiosa, no gozan de protección legal.

Por tanto las bases de una sociedad democrática corren peligro tanto por una libertad religiosa sin límites como por una libertad e expresión con ataques graves, gratuitos y discriminatorios contra las convicciones religiosas. No es fácil tarea para las autoridades civiles garantizar a la vez los derechos fundamentales de los ciudadanos a la libertad religiosa y a la libertad de expresión.Pero en cualquier caso no volvamos otra vez a los dogmatismos y lamentables enfrentamientos que hacen imposible la tolerancia elemental y el necesario diálogo.

2. No soy fanático de la religión, y me considero culpable de que otros puedan percibir un cristianismo deformado por mi conducta. Pero tantas manifestaciones de agresividad a veces visceral contra la Iglesia, me dan pena. Y sospecho que hay algún malentendido de fondo. Cuando hablo con quienes se dicen ateos o agnóstico, saco la impresión de que la divinidad que niegan nada tiene que ver con el Dios revelado en Jesucristo que da sentido a mi vida. Por eso ante la indiferencia religiosa de muchos y ante la insaciable agresividad de algunos contra la Iglesia, me pregunto qué culpa podemos tener los cristianos por no haber manifestado en nuestra conducta religiosa, moral y social el genuino rostro de Dios revelado en Jesucristo y el verdadero espíritu de la religión cristiana.
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