De noche iremos, de noche, que para encontrar la fuente, sólo la sed nos alumbra. (Luis Rosales

samaritana

  1. La sed

    Este tercer domingo de cuaresma nos ofrece en la primera lectura y en el Evangelio el tema de la sed y el agua del ser humano.

    El relato del encuentro de Jesús con la samaritana es una larga y densa catequesis de San Juan sobre el “Yo soy”. En este caso “Yo soy” el agua con la que ya no tendremos más sed.

La sed de la samaritana y la de Jesús es la misma sed de todo ser humano: es nuestra insatisfacción radical que no puede ser saciada por nada humano.

En forma más oracional podemos leer en la Biblia: tenemos “sed del Dios vivo” (Salmo 42,3), sed que brota en nuestra tierra reseca, angostada, sin agua, (Salmo 63,2).

    Tenemos una gran sed de vida, de felicidad, de infinitud.

Cuando vemos esos grupos de jóvenes que salen de la discoteca al amanecer, son como un reflejo de la sed de la samaritana y de todo ser humano. Cuando vemos los aeropuertos abarrotados de turistas, algo de eso es la sed de felicidad humana.

    También podríamos decir que tenemos sed de Dios, ya que nuestra sed solamente se sacia con el Absoluto.

    Fácilmente podríamos también eludir la cuestión y decir que mucha gente no cree en Dios y vive. Es verdad, pero “con reparos”.

    ¿Tendría razón el filósofo francés JP Sartre (1905-1980) cuando decía que el hombre es una pasión inútil, una sed inútil? Buscamos pero no nos satisfacemos con nada.

Sin embargo es verdad que el agua no existe porque yo tenga sed, pero el agua existe. También existe un agua que satisface la sed infinita del corazón humano.

  1. ¿Con qué satisfacemos nuestra sed?

También nosotros acudimos como la samaritana al “pozo de Jacob”. El pozo de Jacob significaba mucho en Israel: era la memoria histórica del pueblo. Israel era ya un pueblo milenario y el pozo de Jacob era uno de los símbolos de la nación y de la ley.

(El Pozo de Jacob era el símbolo de la unidad nacional judía, la ley, algo así como un signo del Parlamento actual).

Pero el que vuelva a beber, quien o cuando pretendemos saciar nuestra sed de absoluto con agua del Pozo de Jacob, de la política, de los parlamentos, del consumismo, etc., volvemos a tener sed.

Quizás pretendemos saciar nuestra sed con los cinco maridos, que no es una cuestión matrimonial, sino que son los cinco ídolos (baales) a los que adoraban los samaritanos (Samaria). Tales ídolos-maridos pueden ser hoy en día el dinero, el placer, el racismo, el Imperio, etc… Pero volvemos a tener sed

Nosotros acudimos compulsivamente como la samaritana a beber del agua de los esquemas de vida –de las instituciones- de los esquemas culturales en que la sociedad y los grupos religiosos nos insertan. Seguimos acudiendo al “pozo de Jacob” del dinero, de una vida en dispersión, consumista, a un consumo capitalista, también religioso.

El ser humano no puede vivir humanamente de cualquier agua y de cualquier pan.

¿Con qué agua nos saciamos? ¿De qué pan nos alimentamos en la vida?

Hace unos días decía el premio Nobel de física, Albert Fert en el periódico “El Diario Vasco” que: “estamos creando una generación más educada, pero más insatisfecha”. Es posible que las nuevas generaciones sepan más que las anteriores, pero la insatisfacción y la sed es mayor y se refleja en el estilo de vida, en los trastornos mentales (Osakidetza), en el alto índice de suicidios.

Estamos llenando la vida de ídolos, que no satisfacen.

La sed de la samaritana es una constante en la humanidad.

El que beba de esa agua, volverá a tener sed.

  1. JesuCristo el agua de vida eterna.

Jesús se sienta en el brocal del pozo de Jacob.

Las instituciones político, eclesiásticas, culturales pretenden arrogarse la posesión del agua” que satisfaga las masas. Sin embargo el pueblo, el ser humano sigue teniendo sed. Ninguna institución puede sustituir el agua definitiva, Cristo.

Jesús se remonta hasta los orígenes de Israel y evoca el Éxodo:

  • o vuestros padres comieron del maná y murieron.
  • o El que beba del agua de estas instituciones volverá a tener sed.

Jesús trata de centrar a la samaritana en Dios, intenta que aquella mujer –como todos nosotros- calme su sed con el agua de Dios que salta hasta la vida eterna.

04  Xto es el agua de vida eterna.

    El relato  de la samaritana nos muestra el proceso de esta mujer para llegar al agua de vida eterna. El texto va in crescendo y la samaritana dice que Jesús es

Jn 4,9     Tú, que eres judío… (Jesús hombre judío)

4,11.15 Señor (Kyrie)

4,19    Profeta.

4,25    Mesías.

4,26    YO SOY, el que habla contigo.

El agua de vida eterna no es el Pozo de Jacob, ni tan siquiera el Templo de Jerusalén / Garizim (Samaria), ni el sistema eclesiástico, ni el mero desarrollo económico, sino que el agua es Cristo y a él llegamos no en este templo de Garizím o Jerusalén o tal catedral, sino que al agua de vida eterna llegamos en espíritu y verdad, siendo honestos, honrados de la vida.

    Jesús se muestra como el agua de vida: Soy yo, el que habla contigo.

    Jesús se muestra como: “Yo soy” (v 26).

    Estamos ante la densa teología de san Juan que presenta a Cristo como Yo soy: el pan, el agua, la luz, el camino, la resurrección, el buen pastor, etc.

    Cristo es el salvador del mundo. (Jn 4,41).

    Es importante en la vida sentir sed, es importante buscar el agua viva, y es importante que lleguemos a las fuentes de donde brota esa agua.

    Resulta un tanto llamativo en el evangelio de San Juan que, quien es el agua de vida eterna, termine en la cruz diciendo: Tengo sed. Y de su costado brotó sangre de redención y agua de vida…

    Quizás puede brotar en nosotros la humilde oración de la samaritana: Señor, dame siempre de esa agua para que no vuelva a tener más sed. Tenemos sed, queremos vivir bien, ser felices, pero no acertamos. Es natural que nos acerquemos a fuentes y “pozos de Jacob”, que no sacian nuestra sed: Señor, dame de beber. Conduce nuestras vidas hacia fuentes tranquilas, (Salmo 22).

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