De Ti procede el perdón, y así infundes respeto.     Dios se hace respetar por el perdón a nuestras caídas en las tentaciones,

Adán

  1. De nuevo al desierto.

    El primer domingo de cuaresma está dedicado siempre a pensar un poco en el problema del mal, las tentaciones, la libertad humana (dañada o limitada). Jesús también fue hombre y, por tanto, fue tentado.

Los hebreos se pasaron “cuarenta años” caminando por el desierto, es decir: toda la vida. Y es que, salir de “Egipto” (y de todos nuestros “egiptos y esclavitudes particulares”) para llegar a la tierra de promisión y a la libertad, eso cuesta toda la vida.

Así es que, ligeros de equipaje, comencemos esta santa cuaresma, pero mirando hacia la libertad y a la tierra de promisión, que a Egipto no quiero volver.

  1. Peligros y tentaciones.

    El primer domingo de cuaresma nos ofrece e invita siempre a pensar un poco en lo que se ha dado en llamar: las tentaciones. ¡Cuántas veces hemos rezado: No nos dejes caer en la tentación!

    Yo no creo, -en sentido de fe-, no creo en la visión de la tentación como si Dios permitiese que un señor, el diablo, ande suelto por el mundo intentando –tentando- un poco infantilmente captar clientes para el infierno.

Esa visión supone que existiría alguien (el diablo) y habría un lugar (el infiernos) ante los cuales Dios no podría decir ni hacer nada.

Esa es una visión mitológica, relatos gráficos para explicar algunas cosas.

Entonces ¿Qué es la tentación o qué son las tentaciones?

    Algunas sencillas consideraciones

  1. La tentación la fascinación de “ser como dioses”

    ¿Podríamos pensar que la tentación es la fascinación que ejercen sobre nosotros (sobre nuestra libertad limitada o dañada) algunas cosas o situaciones de la vida? Hay ciertas “manzanas” que nos ofrecen ser como dioses.

    El placer, el dinero, el poder, pueden ejercer sobre nosotros el gran atractivo de tener más, de ser más felices, de “ser como dioses.

En otras situaciones: las adicciones a la droga, al erotismo, cleptomanías, ludopatías, etc. que ofrecen falsos paraísos terrenales.

En ocasiones límite la tentación es cesar en la vida, el suicidio: “no puedo más, me voy”, que en el fondo calmar y salir de un gran dolor existencial: el dolor del rechazo, de la soledad, el dolor del desafecto, de los fracasos, de la ansiedad, del mal trato de la infancia, de las culpabilidades morales, el dolor de “muchas asignaturas pendientes en la vida” o cualquier otro tipo de dolor.

La tentación (caer en la tentación) es buscar “falsos paraísos” o intentar aliviar sufrimientos profundos con una “huida definitiva” o con un erotismo compulsivo, con un robo o una ludopatía que me ofrezcan un paraíso terrenal.

    Por lo general, son “tentaciones de la vida cotidiana”, pero que responden al mismo esquema: buscar ser como dioses o huir del sufrimiento que la vida nos puede deparar.

  1. ¿Y la salida a la tentación?

La salida a las tentaciones no está en “Egipto”, con sus faraones y abundancia material (pan), en el poder político o religioso (Templo) o en el poder que fuere, tampoco la sed se apacigua con el placer compulsivo, ni en adorar a los ídolos de este mundo en busca de un poco de poder.

La salida está en Dios: en el horizonte, en la tierra de promisión, en la libertad:

  • o "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios."
  • o “No tentarás al Señor, tu Dios."
  • o "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto."

Al mismo tiempo es de tener muy en cuenta que en estas cuestiones de las tentaciones y tendencias del ser humano, se entremezclan y funcionan mecanismos psicológicos, temperamentos, subconscientes, represiones morales, bajos fondos y “viejas historias”, etc., que en ocasiones pueden requerir atención médica, psiquiátrica.

  1. No culpabilizar, ni amenazar.

    Es cierto que cuando “caemos en tentación”, “nos hacemos daño”, podemos también hacer daño a los demás”, “destrozamos, más o menos, la creación” y “Dios está triste”.[1]

    Dios no castiga, Dios no es inmisericorde. Por ello, no culpabilicemos, no amenacemos con castigos que no vienen de Dios, ni hurguemos en viejas heridas, no carguemos moralmente con fardos pesados a los demás. No culpabilicemos ni condenemos a los demás.

    Solemos tener la mala costumbre de culpabilizar a los demás: “la culpa la tiene…”

    No encaucemos la vida al “colapso moral”. Abramos horizontes, caminos, puertas, Éxodos, liberación, paz, vida, resurrección[2]…

    Dios no se enfada con estas situaciones nuestras, no nos

deja en la estacada, mucho menos nos manda al infierno.

En el cristianismo la salida a la caída en la tentación está en el perdón de Dios. El salmo 129 dice que el Dios de Jesús no es un Dios eternamente enojado, que cantábamos en aquellas cuaresmas de nuestra juventud, sino que nuestro Dios se hace sentir por su bondad y misericordia:

De Ti procede el perdón, y así infundes respeto.

Dios se hace respetar por el perdón a nuestras caídas en las tentaciones, no por el látigo del castigo. La salida a la tentación y a nuestras caídas está en descansar en el Señor, su respeto no está en la disciplina, en el castigo, sino en el perdón y la acogida (la casa del Padre y el hijo pródigo).

No nos dejes caer en la tentación, pero si caemos en tentación, que caeremos, después viene: líbranos del mal.

Somos barro, somos ceniza, somos dolor, tentación, somos caídas:

Si creció el pecado, más abundante fue la gracia (San Pablo, Romanos 5,20)

Oración de los fieles

+   Oramos por las penas y sufrimientos de tantas personas. Oramos por sus y nuestras tentaciones explícitas o inconscientes.

¡No nos dejes caer en la tentación, líbranos del mal, Señor!

+   Como el hijo pródigo también nosotros hemos podido caer muy bajo en la vida.

¡No nos dejes caer en la tentación, líbranos del mal, Señor!

+   Para cuando uno llega a cesar en la vida, ha tenido que sufrir y pasar mucho y malo. Recordamos a los enfermos de depresión, a quienes no ven salida en la vida, a sus familias y amigos; oramos por los suicidas

¡No nos dejes caer en la tentación, líbranos del mal, Señor!

+   Hemos transmitido una imagen tuya, Señor, de un Dios implacable e insaciable. Sin embargo el Dios de Jesús se hace respetar con el perdón.

¡No nos dejes caer en la tentación, líbranos del mal, Señor!

+   Recordamos en la oración a los pobres, encarcelados, enfermos, olvidados, a los perdidos por las calles de la vida, drogadictos, ancianos marginados, encarcelados.

¡No nos dejes caer en la tentación, líbranos del mal, Señor!

[1] Dios, el padre del hijo pródigo, jamás se enfadan: están tristes, sufren, nos esperan y siempre nos acogen

[2] Jesús no fue un predicador del infierno, sino de la vida. Jesús no culpabilizó a la mujer adúltera: “No te condeno”.

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