Entrevista con el Obispo del Vicariato de Pando (Bolivia), miembro del Consejo Presinodal Mons. Eugenio Coter: “Que el Sínodo nos ayude a ser más cristianos, más Iglesia y más responsables”

Eugenio Coter
Eugenio Coter

"Una mamá, en una comunidad donde hacía tres años que no había misa, me dijo: ¿cuándo nos manda a alguien que nos dé la misa?, porque nosotros no somos evangélicos, somos católicos, con los evangélicos participamos en la liturgia de la Palabra, pero a nosotros no nos basta, Jesús nos ha dicho, hagan esto en conmemoración mía. ¿Qué le respondo?"

"Las críticas (al Sínodo) nacen de otra visión eclesial, de una visión que no quiere tomar en cuenta ni la Evangelii Gaudium, ni la Laudato Si, ni la Espicopalis Communio"

"Entre nosotros hablamos de conversión ecológica, ellos (los jóvenes) están hablando de justicia climática, porque ellos entienden que está en juego su futuro, y reclaman al mundo político y económico que esto es un robo de su futuro, es un defraudarles la posibilidad de vida para ellos".

El Vicariato de Pando ocupa el extremo norte de Bolivia, en plena región amazónica. Allí es obispo desde 2013 Monseñor Eugenio Coter, nacido en Bérgamo, la patria chica de Juan XXIII, desde donde llegó como misionero a Bolivia al inicio de la década de noventa.  

Dentro del proceso del Sínodo para la Amazonía, Monseñor Coter ha tenido un papel destacado, de hecho forma parte del Consejo Presinodal. Esto le ha permitido estar por dentro de los documentos que han ido siendo elaborados. Al hablar del Instumentum Laboris, reconoce que “es un documento que nace desde la pastoral y desde la vivencia eclesial”, de una Iglesia encarnada.

En esta entrevista, el obispo del Vicariato de Pando aborda cuestiones que están presentes en la discusión sinodal, inclusive aquellas que crean polémicas y críticas al propio proceso y a la figura del Papa Francisco, intentando fundamentar los porqués de esos nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral que el Sínodo para la Amazonía pretende desarrollar. Pero en definitiva, el objetivo no es otro que hacer que el Sínodo pueda “ayudarnos a ser más cristianos, más Iglesia y más responsables, en la vida social y en la vida eclesial”.  

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Despues de estudiar el Instrumentum Laboris, que va a ser la base de las dicusiones de los padres sinodales durante tres semanas, ¿cuáles son sus impresiones?

Ante todo es un documento que nace desde la pastoral y desde la vivencia eclesial, y como tal hay que considerarlo. Nace desde la historia de esta Iglesia que está encarnada en esta realidad, y esta encarnación hace que la Iglesia, por un lado, se hace cargo de lo que vive la gente y lo ilumina con el Evangelio, y por otro, abre la reflexión sobre la manera de ser Iglesia. Eso la ayuda a vivir con mayor autenticidad y atención los procesos de encarnación en la historia de la gente, el tema de pasar de una Iglesia que visita a una Iglesia que permanece, dentro de esta historia de la gente.

El otro elemento invita, en esta encarnación, a ser comunidad humana y comunidad cristiana. La invitación a construir redes para que juntos se puedan promover los valores fundamentales y los derechos humanos, son los temas de fondo, y dentro de eso el rescate de la cultura y el cuidado de la Casa Común con sus desafíos.

En el contexto eclesial, la lectura va por un lado en recoger estos desafíos, que hoy se llama la conversión ecológica. Yo lo digo, entre comillas, en términos teológico pastorales, es la invitación al cristiano, en su encarnación concreta, a vivir la dimensión ética de su presencia en la realidad que vive. El otro desafío grande es, rescatando la positividad de la experiencia, iluminarla con la luz de la fe, construyendo una comunidad humana, una comunidad que se ayuda a vivir la fe. Ahí responde a los desafíos ministeriales que la Iglesia tiene como propio de su vida de fe.

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Esa Iglesia encarnada, presente en la historia de la gente, y que es tan criticada en diferentes ámbitos, ¿cómo ha influido en el Instrumento de Trabajo y en el proceso sinodal?

Esta no es una reflexión que nace de una cátedra teológica, sino que nace de una cátedra pastoral, esta es la experiencia que está de fondo. Es un paso importante y expresa la dimensión de la sinodalidad. Esta reflexión no es sínodo porque en octubre hay Sínodo, sino que este proceso comenzó el 15 de octubre 2017, recogiendo el caminar de una Iglesia. Es sinodal por eso, el momento de las tres semanas es una etapa de este caminar sinodal de la Iglesia.

Las críticas las conozco, pero en este sentido, las críticas nacen de otra visión eclesial, de una visión que no quiere tomar en cuenta ni la Evangelii Gaudium, ni la Laudato Si, ni la Espicopalis Communio. El tema de fondo es este, si yo no considero estos documentos Magisterio de la Iglesia, entonces me abro a ver la dimensión de este Sínodo como irrelevante, o entre comillas, como muy coyuntural o folclórico. Hay quien habla de un Sínodo paleolítico, en el sentido de quiere enfocar sólo el tema del desastre ecológico. Como indicaba el discurso del Papa Francisco en Maldonado, hacemos escándalo en el mundo cuando se pierde un animal, un pequeño ser viviente que la biología estudia, porque desaparece una forma de vida, pero cuando son los pueblos, cuando es la gente, no, esto no nos preocupa.

Creo que en este sentido tenemos que darnos cuenta que hay una visión eclesial que estos documentos invitan a ver y vivir, y hay una dimensión ambiental, ecológica que nos es folclórica. Aquí los expertos sobre clima en el mundo nos lo demuestran, lo dicen, y dicen que este camino no pone en riesgo el camino del mundo, sino de aquellos que sobrevivirán. Son las personas humanas que pagarán estos costos con una vida mucho más dura y complicada por la adversidad del clima. En mis charlas presento estos estudios que demuestran como la selva amazónica se alimenta de la arena del Sahara, donde en términos populares, son setecientos mil camiones de arena que cada año el viento trae desde el Sahara a la Amazonía y la alimenta de todas las riquezas minerales de una arena que de por sí es inerte, pero que hace vivir a la Amazonía.

La Amazonía recibe de esta arena el carbono y suelta oxigena y crea ríos de agua que alimentan la lluvia del mundo. Cuando cambia, empieza a nevar en el Sahara, como sucedió el 7 de enero de 2018. Es un signo de que el mundo retoma otros equilibrios y que el mundo encontrará su equilibrio y lo volverá a construir. El mundo siempre sobrevivirá, son los dinosaurios que han desaparecido. Esta gente, todas estas críticas que están moviendo, pasan totalmente por alto esta dimensión que tiene que cuestionar la posición del cristiano y de la persona que quiere vivir su humanidad, dentro del mundo con responsabilidad.

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Usted habla de pastoral, de un trabajo a partir de la base, de la realidad, ¿podríamos decir que con el Papa Francisco se ha instaurado un nuevo paradigma, que ha dejado un poco de lado la tentativa de romanización de toda la Iglesia, para construir una Iglesia a partir de la escucha de la realidad, de las situaciones concretas que se viven en cada lugar del mundo?

No sé si esto ha empezado exactamente con el Papa Francisco, creo que ha sido un proceso constante que viene de mucho más allá, seguramente desde el Vaticano II. Es una visión de una Iglesia que no sólo es maestra, sino que es madre. Como maestra puede proceder ex cátedra, o procede desde las cátedras de la reflexión teológica, que es una reflexión que puede iluminar la realidad. Pero desde el Vaticano II se ha visto que la Iglesia no sólo es maestra sino que es madre, y como madre ve la vida de los hijos y acompaña esta vida de los hijos con una reflexión que trae, consoladora y orientadora, la imagen de María, que veía estas cosas y las conservaba en su corazón, meditándolas. Nos sabía exactamente dónde la conduciría este camino, pero esta era la manera de María ver la realidad, y leer e iluminarla a la luz de la iluminación que parte de la realidad.

Este proceso comienza en el Vaticano II y en continuidad con la fuerza de la lectura de la realidad que le metió Juan Pablo II y con la lucidez, pisando tierra, de Benedicto, el Papa Francisco, con su estilo, ha retomado esta meditación de María, y la ha lanzado, la ha potenciado, lo hace crecer e invita a la Iglesia a hacerlo. En este sentido, es esta dimensión pastoral que nace de la realidad.

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Uno de los puntos que ha causado más impacto mediático después de la publicación del Instrumentum Laboris es el tema de la celebración de la Eucaristía, presidida por hombres casados. Usted es obispo de un vicariato muy extenso, con muchas comunidades y pocos sacerdotes, ¿cómo explicar para quien vive fuera de la Amazonía que eso es una necesidad para la Iglesia amazónica?

Tomaría dos indicaciones, la primera que no hay incompatibilidad entre sacerdocio y matrimonio, y esto pido a los teólogos que lo expliquen, y que nosotros como pastores, iluminados por los teólogos, lo podamos explicar a los catequistas, y ellos, en la formación, a la gente, yo creo que por ahí va el camino. Los documentos y los textos de la Iglesia subrayan que hay compatibilidad, y en la historia de la Iglesia esta dimensión ya existe, y ha sido reconocida. Sea en una situación extraordinaria, en situaciones de convulsión social y de guerra, como podría ser lo que hace referencia el Papa Francisco, en la vuelta de Panamá, en la entrevista con la prensa. Él hace referencia a obispos que ante el avance del comunismo ateo ordenaron campesinos, casados también, que mantuvieron viva la fe clandestinamente frente a la persecución que había, y superado esto, se pudo decir que estas personas eran sacerdotes y actuaban en situación extraordinaria. O también en situaciones más ordinarias y comunes, como la que se dio con el Papa Benedicto, la inserción de pastores de la Iglesia anglicana, que pasados al catolicismo, han seguido con su familia, trabajando en las parroquias, esta es una situación ordinaria, no de guerra. El primer desafío es explicar que no hay incompatibilidad.

El segundo desafío es pensar y hacer entender la dimensión eucarística de la fe cristiana y católica, que es una dimensión imprescindible, y ahí viene una pregunta, ¿se puede ser Iglesia católica sin Eucaristía? He celebrado en comunidades donde hacía 18 años que no había misa, y había 40 familias católicas. Tuvieron que viajar una semana para traer unas hojas de calamina para construir su Iglesia, porque era la primera misa después de 18 años. Pero estas son comunidades que de verdad son católicos, es gente que ha emigrado, que está ahí, ha llegado el catequista, ha llegado la religiosa y son bautizados. El desafío grande es hacer entender que la Eucaristía es lo propio del cristiano, y propio lo uso como término teológico en este sentido. No puedo pensar en una vida cristiana sin Eucaristía.

Si pasamos esto por alto, entonces cae todo el discurso, pero caerían también los mártires de Abilene, los primeros mártires de la Iglesia, que decían que sin Eucaristía no podemos vivir. ¿Queremos hacer caer todo esto? Si la Eucaristía en fundamental en la vida cristiana, entonces hay un tema muy serio, la praxis de la Iglesia se vuelve un impedimento para la participación de los cristianos en la Eucaristía y entonces a su ser verdaderamente cristianos. La palabra de Jesús a los apóstoles en la multiplicación de los panes les dice, denles ustedes mismos de comer.

Una mamá, en una comunidad donde hacía tres años que no había misa, me dijo, cuando fui al encuentro con el Papa en Puerto Maldonado, subiendo por el río Madre de Dios, me paré a celebrar en esta comunidad, aprovechando que era domingo, ella me dijo: ¿cuándo nos manda a alguien que nos dé la misa?, porque nosotros no somos evangélicos, somos católicos, con los evangélicos participamos en la liturgia de la Palabra, pero a nosotros no nos basta, Jesús nos ha dicho, hagan esto en conmemoración mía. ¿Qué le respondo?

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Recientemente ha salido un texto del cardenal Kasper donde se pregunta ¿cómo ser una Iglesia en la tradición apostólica sin la regular celebración eucarística dominical?, algo sobre lo que usted estaba hablando ahora. ¿Hasta qué punto esas reflexiones de teólogos importantes y reconocidos, como es el cardenal Kasper, pueden ayudar dentro del proceso sinodal a avanzar en este campo?

Yo confío que esta iluminación teológica sea capaz de permitirnos responder a las necesidades y entender que no podemos pasar por alto esta necesidad, que actualmente es una urgencia, y de verdad es una urgencia. Yo pienso en otra dimensión, no sólo en la eucarística, pienso en la dimensión de la confesión. En mi vicariato hay como sesenta mil personas que viven del campo, y éstos, en caso de muerte querrán confesarse, ¿qué les decimos, que no podrán despedirse de esta vida con el abrazo misericordioso del perdón de Dios, qué respondemos? Si decimos que basta la buena fe, entonces por qué Jesús nos ha dado los sacramentos, y por qué nos ha dicho, vayan y a quien perdonen los pecados, quedarán perdonados. Si decimos que basta la buena fe se cae todo el discurso sacramental de la Iglesia. Entonces, no basta la buena fe, necesitamos darles respuestas concretas.

Creo que la iluminación de los teólogos nos dé la lucidez mental de entender la necesidad y la urgencia impostergable de responder. Otra cosa que el Papa Francisco, escuchando sobre esto, y escuchando en sinodalidad la voz de los obispos que hemos recogido de la gente, nos ha dado una indicación, nuevos caminos. Nuevos caminos que pueden ser antiguos, porque en la historia de la Iglesia, si la conocemos y la profundizamos, vamos a descubrir que muchísimos son los caminos de la Iglesia recorridos en sus dos mil años de historia para responder a estos desafíos en muchos lados del mundo. Sólo que nos parecen nuevos porque no conocemos lo que ya ha sido hecho.

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Usted ha abordado el tema de la ecología integral. El Papa Francisco en Puerto Maldonado, que después es algo que ha aparecido en el Documento Preparatorio y en el Instrumentum Laboris, denuncia las consecuencias del expolio que está sufriendo la Amazonía y que afecta principalmente a los pueblos indígenas. En ese sentido, ¿cuál es la realidad de los pueblos indígenas, y de la población en general, en el Vicariato de Pando y en la Amazonía boliviana?

La Amazonía boliviana enfrenta un desafío grande, que es el desmonte, la deforestación. El año pasado alcanzamos a ser el segundo país de más deforestación per cápita de los países de la Amazonía y del mundo, y esto es un problema. Es verdad que tenemos una gran parte de selva, que respecto a la población de Bolivia hace que cada habitante tenga un número elevado de árboles per cápita. Pero también tenemos ese segundo lugar en deforestación, y esto es una señal. La otra señal que hemos experimentado es que esta situación de deforestación está generando dos realidades, una es que la tierra se está volviendo árida, tenemos lugares que se han vuelto sabana, después de diez, quince años de pampa, donde se criaban vacas. Se ha vuelto improductiva, y la gente pobre que era dueña de esta tierra, ha emigrado a las ciudades porque se han quedado con un pedazo de desierto, prácticamente.

La situación de pérdida de fertilidad de la tierra trastoca la vida de la gente que vive en la Amazonía, y que tendría que tener la riqueza de la Amazonía, se encuentra en la pobreza por el mal manejo y gestión. Hay que enseñarles, hay que hacerles entender, pero el problema es que la clase política no pasa de la visión extractivista de la Amazonía. Aquí en Riberalta viven de la producción de la nuez amazónica, que una vez llamaban nuez brasileira, pero que se llama nuez amazónica porque no es sólo de Brasil, es de otros países de la Amazonía. Si se tala el monte, las cuarenta mil familias que en Riberalta viven de esta nuez amazónica, se quedarán sin trabajo, se quedarán desempleadas. Es verdad que si cortan y venden la madera, en un año ganan mucho dinero, pero para todos los demás años quedarían en la nada y en la pobreza.

El monte, con mucha visión de providencia de Dios, cada año da lo necesario para vivir, estando bien trabajado y bien cuidado. Antes de ser un problema del mundo estero, es un problema nuestro. Hay quien dice que hay que aprovechar la Amazonía para los que viven en la Amazonía, y es cierto, pero si la destruimos no la estamos aprovechando, estamos perdiéndola, y los primeros que pagarán, y que han pagado la pérdida, son los que viven en la Amazonía. Hay quien piensa que tenemos que cuidarla por el bien de todos los demás, ciertamente, pero tenemos que hacer entender a los políticos locales que si no lo hacen por los demás, lo tienen que hacer por su gente que aquí vive, que sin cuidado de la selva, perderán la posibilidad de vivir aquí.

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Un concepto fundamental en el Papa Francisco es el de conversión, que ya está presente en el documento de Aparecida, donde fue relator, y después aparece en Evangelli Gaudium, en Laudato Sí y en muchos de sus documentos. ¿Hasta qué punto el Sínodo para la Amazonía puede ayudar a avanzar en esa dimensión de la conversión pastoral, ecológica y para la sinodalidad?

He sido invitado a predicar retiro espiritual a religiosos y religiosas, a hablar a catequista, en términos de mística y espiritualidad sobre la conversión ecológica. Es algo que viene de una tradición que se remonta a Francisco de Asís, de un largo camino. Pienso en la carta pastoral de los obispos de Bolivia sobre el cuidado del medio ambiente, como una expresión no de ecologismo, sino de contemplación de la creación de Dios y de oportunidad de vida, es un tema muy sentido, muy fuerte. El Sínodo creo que lo ha puesto en el corazón de los cristianos, de la Iglesia y también del mundo.

Pero al lado de esto, he visto el movimiento juvenil de los estudiantes de secundaria a nivel mundial, que se está extendiendo. Entre nosotros hablamos de conversión ecológica, ellos están hablando de justicia climática, porque ellos entienden que está en juego su futuro, y reclaman al mundo político y económico que esto es un robo de su futuro, es un defraudarles la posibilidad de vida para ellos. Entre nosotros que hablamos de conversión ecológica, esto ya está más allá, estos jóvenes están reclamando una justicia, que es algo más fuerte y más desafiante. Nosotros como Iglesia, estamos en un camino de atención a esto, pero si nos fijamos, la sociedad civil, que se expresa en estos jóvenes, más allá de sus contradicciones, están diciendo mucho más, o de una manera más fuerte, y nos piden una conciencia de responsabilidad.

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Personalmente y como obispo del Vicariato de Pando, ¿qué espera del Sínodo para la Amazonía?

Ayudarnos a ser más cristianos, más Iglesia y más responsables, en la vida social y en la vida eclesial. Que nos devuelva la capacidad de estar dentro de las cosas de todos los días contemplando, con mística, que en el corazón del cristiano quiere decir espiritualidad, contemplando la belleza y los desafíos de la naturaleza que nos renueva y nos hace vivir. Saber subir la mirada a Dios creador y al mismo tiempo saber estar con la comunidad humana, compartiendo la responsabilidad de cuidar esto, en vista de una vida eclesial plena, que quiere decir que acompañe la vida y la fe de cada uno.

Esto quiere decir ayudar a las comunidades a tener los servicios fundamentales de manera permanente, encontrar estos nuevos caminos, liturgias que nos hagan capaces de contemplar esta realidad y recogerla en toda su grandeza en esta dimensión. Compartir redes humanas que ayuden a formarse y a entender y cuidar de lo que Dios nos ha regalado para que vivamos todos. Que nos enseñe también a vivir una vida sobria, que los indígenas la viven dentro de los desafíos de todos los días. Los que vivimos en las ciudades de la Amazonía, creo que tendremos que aprender dentro de este proceso de conversión ecológica a rescatar esta vida sobria que permita crear condiciones más vivibles para todos.

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