Monseñor Zenildo Luiz Pereira da Silva: “ los laicos motivados y formados son los que hacen avanzar y están sosteniendo la vida de la Iglesia”

Monseñor Zenildo Luiz Pereira da Silva es desde febrero de 2016 obispo coadjutor de Borba, prelatura territorial que se encuentra en la cuenca del Río Madeira, afluente del Amazonas. La figura de los obispos coadjutores es cada vez más común en la Iglesia brasileña, una prueba más de la colegialidad que el Papa Francisco quiere impulsar.

En el Regional Norte 1 de la CNBB, Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil, por sus siglas en portugués, acompaña las Comunidades Eclesiales de Base y el Laicado. Para el obispo redentorista es motivo de alegría esta etapa que está viviendo, en la que va conociendo poco a poco y participando cada vez más de la vida de la Prelatura y del Regional en la nueva misión que la Iglesia le ha confiado. Entiende que participar y colaborar es una gracia de Dios y un aprendizaje, sintiéndose feliz y lleno de esperanza.

En esta entrevista nos habla sobre la importancia del laicado en la vida de la Iglesia, especialmente en la región amazónica, donde nació y ha pasado la mayor parte de su vida como religioso y ahora como obispo. Destaca la necesidad de formación de los laicos y como pueden ser un gran instrumento para que la Iglesia Católica sea cada vez más misionera, más en salida.

Al mismo tiempo, aborda la evangelización del mundo indígena, donde en su opinión es necesario respetar su cultura, su forma de ser, y del mundo urbano, realidad cada vez más presente en la Amazonia brasileña.

Usted acompaña el laicado, uno de los elementos que ha cobrado gran importancia en el pontificado del Papa Francisco, llegando a afirmar su papel decisivo en la vida de la Iglesia, especialmente de las mujeres, ¿cuál es la lectura que hace de esta realidad desde la Amazonia?

El laicado, a partir de la Amazonia, viendo nuestra realidad es una bendición de Dios y nosotros tenemos grandes avances. En primer lugar, en la Amazonia existe una conciencia de comunidades, y quien hace permanecer esta conciencia y da continuidad a las comunidades, quien asume realmente las coordinaciones e inclusive los ministerios, en la práctica, son los laicos.

Por eso el Papa Francisco nos impulsa y nos motiva a trabajar la formación y organización del laicado para que el servicio pueda llevarse a cabo con alegría, alegría de ser Iglesia, alegría de ser comunidad, alegría de ser discípulos misioneros de Jesús.

La formación de los candidatos al ministerio ordenado, los seminaristas, es algo que está más o menos estructurado en toda la Iglesia. Usted habla sobre la importancia de la formación de los laicos, ¿hasta qué punto eso es visto como una necesidad, como una urgencia, y cuáles son los pasos que se están dando en la estructuración de la formación del laicado?

Podemos tener como base el Documento de la Conferencia de Aparecida que habla justamente sobre la formación de los discípulos misioneros. El primer paso es llevar a la persona a realizar el encuentro con Jesús y a partir de ahí trabajar la dinámica de la formación desde el punto del laicado, para así fascinarse con Jesús. A partir del encuentro es necesario que tenga lugar una fascinación por el aprendizaje, pues Él es es Maestro, Él es quien nos enseña.

La Iglesia tiene que preocuparse con la formación bíblico-catequética. Es necesario avanzar mucho en el estudio de la Palabra de Dios y a partir de Jesús, como nos llama el documento, colaborar y dinamizar la evangelización. Por eso, la formación no es algo simple, pero se lleva a cabo en los cursos que son creados en las diocesis o en las parroquias, promoviendo retiros, trabajando la espiritualidad los laicos. Pienso que debemos trabajar mucho la espiritualidad de lo cotidiano con nuestros laicos.

En este campo enfrentamos muchas dificultades, como es la cuestión de la distancia, los materiales, a pesar de que ya existen muchas cosas en la Amazonia, como es el curso de vacaaciones o los cursos para los misioneros que llegan a trabajar en la Amazonia, quienes realizan un estudio en el ITEPES, Instituto de Teología, Pastoral y Enseñanza Superior de la Amazonia, por sus siglas en portugués, para después trabajar en la misión, lo que con los laicos se realiza en las parroquias y diócesis. Hay diversos cursos, pero es necesario continuar avanzando.

¿Son los laicos quienes pueden asumir un papel fundamental para hacer realidad una Iglesia más misionera, un Iglesia en salida?

Sin duda, los laicos motivados y formados son los que hacen avanzar y están sosteniendo la vida de la Iglesia, sobre todo en nuestra realidad, en la que tenemos pocos sacerdotes, pocos ministros ordenados, y tanto en las comunidades de la ciudad como del interior no todos los domingos celebran la Eucaristía, con lo que los laicos realizan la Celebración de la Palabra y la dinámica de las pastorales, por lo que es de suma importancia hacer que el laico asuma su papel, pues le es algo propio el ser presencia de la Iglesia en el corazón del mundo, bien sea dentro o fuera de la Iglesia, en el trabajo, en la asociación, en la política.

Nuestro papel es ofrecer elementos motivadores para que los laicos puedan llevar adelante la vida de las comunidades. Pero nada aisladamente, pues puede ser la comunidad más pobre, más distante, que ella tiene que tener conciencia de que está unida a un Cuerpo Místico, que exige la participación, la comunión y la unidad, que nosotros debemos preservar.

Uno de los modos de ser Iglesia donde el papel del laicado resulta fundamental son las comunidades eclesiales de base, ¿cuál es el trabajo que las comunidades eclesiales de base están llevando a cabo en el Regional Norte 1 y en la Amazonia?

Yo vengo de una experiencia de las comunidades de base en Rondonia y después en la diócesis de Coarí. En la Amazonia, de modo general, las comunidades son señales visibles del dinamismo misionero. Veo que en primer lugar su amor a la Iglesia, en segundo lugar la misionariedad a partir de las CEBs, de las coomunidades, y después un compromiso social. Las comunidades que no perdieron de vista la oración y la acción, todavía hoy, continúan luchando en las huertas comunitarias, hacen permanecer las asociaciones, realizan la defensa de los lagos, en la Amazonia.

Debemos motivar y cultivar todo eso a través de las CEBs, un modo nuevo de ser Iglesia. No se trata de pensar en un pequeño grupo y sí en una Iglesia que es renovada e impulsada por la fuerza del Espíritu Santo, con los pies en el suelo de la Amazonia, creando siempre medios para que el Evangelio sea la vida de todos.

Un modo de ser Iglesia que se hace presente en las comunidades indígenas y ribereñas, que a través de la Celebración de la Palabra y de los diferentes ministerios están viviendo la fe en el día a día.

Estoy teniendo experiencia con los indígenas sobre todo ahora después de ser obispo, concretamente en la Prelatura de Borba con los indígenas mundurukús, lo que está siendo una bendición de Dios, pues uno piensa que enseña y acaba aprendiendo mucho con la simplicidad, el desprendimiento y la lucha por sus derechos. En nuestra realidad, ellos viven luchando por la demarcación de una área que todavía no fue regulamentarizada. Nosotros les estamos apoyando y animando en esa lucha.

Visitando las aldeas percibo que hay conciencia de Iglesia, de comunidad, con grandes catequistas. Visité tres grandes aldeas y descubrí una juventud animada, que canta, que prepara la celebración, una juventud que fue formada por esos buenos catequistas presentes en las aldeas por donde pasé.

Nuestro papel es favorecer la evangelización y respetar su cultura. Ofrecer elementos para que ellos puedan vivir con dignidad, desde su forma de ser, sin perder su modo de vida, su forma de comunicarse, aquello que es propio del pueblo indígena. No es un trabajo fácil, pero estoy intentando comprender y, sobre todo, quiero ser presencia en medio de los pueblos indígenas, pues en Borba tenemos esta realidad.

¿Cómo ven los pueblos indígenas a la Iglesia Católica en la Amazonia? ¿Se sienten acompañados, agradecen el papel que la Iglesia desempeña?

En lo poco que he conocido descubro que hay un agradecimiento, pues la Iglesia a través de las pastorales y del CIMI, Consejo Indigenista Misionero, siempre ha estado a su lado en la defensa de sus derechos, por lo que hay un cierto agradecimiento.

Sirva como ejemplo que la Asamblea del Regional del año pasado, un indígena trajo la cruz que le dió el obispo de Boa Vista (Roraima) que murió. Aquello para él era un símbolo muy fuerte, pues mostraba que la Iglesia es la Madre y Maestra que le enseñó la fe, pero también a defender sus derechos.

Por eso, viendo las diferentes realidades, percibo ese sentimiento de agradecimiento, de gran confianza en aquello que la Iglesia les dice o les manda.

La Amazonia es una realidad que cada vez se está haciendo más urbana, un alto porcentaje de la población está yendo a vivir en las ciudades. La Iglesia de la Amazonia y de Brasil se está preparando para la celebración del próximo Intereclesial, que tendrá lugar en Londrina, Paraná, de 23 a 27 de enero de 2018, y que nos lleva a reflexionar sobre los desafíos del mundo urbano. ¿Cuáles son los desafíos del mundo urbano en la Amazonia, cómo pueden ser enfrentados como Iglesia, como comunidades eclesiales de base?

Los desafíos son grandes y bien sea en las ciudades pequeñas como en las capitales, Rio Branco, en Acre, Belem, en Pará, o la propia Manaos, las realidades son crueles, pues en un primer momento encanta, por el hecho de llegar, de querer estudiar o trabajar. Después, cuando se llega, se percibe que muchas cosas no eran como se pensaban y que muchas cosas eran fantasía.

Pienso que como Iglesia, el Intereclesial puede traernos elementos de evangelización, pues en el mundo urbano trabajamos mucho con la cuestión de la indiferencia religiosa. Algo puede estar sucediendo, puede ser bueno, pero hay una cierta indiferencia de no preocuparse con aquel momento, con lo que se acaba perdiendo aquello que la Iglesia ofrece y no es aprovechado.

El mundo urbano también es muy condicionado por la desigualdad social y por el crecimiento del narcotráfico, por lo que el gran desafío de la evangelización está ahí, ya que la evangelización, a partir de las comunidades eclesiales de base, tiene que privilegiar la defensa de la vida, tanto en las regiones del interior como en el mundo urbano. Eso se lleva a cabo, y aquí tenemos un problema muy serio, pues la vida es muy desrespetada en relación con los niños, con los jóvenes, con las familias.

A partir del Intereclesial, para evangelizar el mundo urbano, debemos usar la creatividad. Por ejemplo, en los conjuntos habitacionales de las grandes ciudades, no nos hacemos casi presentes. ¿Cómo servirse de la creatividad para llegar a todos y todas?

Nos contentamos con aquellos que van a las comunidades. En cuanto eso, el Papa Francisco nos está pidiendo una Iglesia en salida, que va al encuentro. ¿Y cómo entrar en los grandes muros, en los grandes edificios, en los grandes conjuntos habitacionales? Es necesario partir de la conciencia de llevar la Palabra, celebrar con pocas familias. Tal vez las comunidades eclesiales de base pueden darnos una orientación a partir de ahí.

Enfrentar la indiferencia religiosa, el narcotráfico, la desigualdad social, creo que va a ser un elemento muy importante en la evangelización del mundo urbano.

Un modo de trabajar desde las comunidades eclesiales de base y de ser Iglesia en salida sería acoger a esas personas que llegan y que muchas veces se encuentran perdidas en una nueva realidad que muchas veces les sobrepasa y no consiguen asumir.

Ahí entra en juego la cuestión de la migración, del va y viene de tantas personas que llegan soñando con nuevas condiciones de vida, con mejorar su vida. Nuestra evangelización a partir de las CEBs puede encontrar más acogida, medios eficaces para que las personas se preparen, estudien la lengua, puedan ser ayudados a encontrar un trabajo.

Sobre eso ya hicimos tentativas. Por ejemplo en Manaos, cuando los haitianos llegaron, fueron acogidos en muchas parroquias y les ayudamos para que aprendiesen la lengua y muchos consiguieron un pequeño trabajo. Pero percibimos que se encuentran perdidos y ahí uno puede interrogarse con el Evangelio, que nos dice que yo era peregrino y no me acogiste, si no hacemos nada de eso.
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