Comentario al Evangelio del tercer Domingo de Pascua Ojea: “Hemos sentido a Francisco como la pérdida de un padre de la humanidad”

“Pedro ya no es el mismo que antes de la negación. Pedro ya no se jacta de ofrecerle la vida al Señor sabiendo que no iba a poder”
“Estamos rezando en estos días al Espíritu Santo por el sucesor de Pedro. Él tiene el don de hacer la armonía en la Iglesia, de cuidar la unidad de la Iglesia"
Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en América Latina y Caribe
En el tercer Domingo de Pascua, día en que la Iglesia argentina celebra el cuarto Domingo del Compartir, el obispo emérito de San Isidro, Mons. Oscar Ojea, ha iniciado el comentario al Evangelio diciendo que “después de la resurrección de Jesús, algunos apóstoles vuelven a sus tareas habituales, los que eran pescadores en Galilea. Allí nos encontramos una noche con ellos trabajando, quizá pensando que lo de Jesús había sido un sueño, que había pasado ya un tiempo. Tal vez no habían entendido del todo el misterio de la Resurrección. Tal vez pensaban: ‘El Señor estuvo, pero se fue’’.
Escuchar el mandato de Jesús
Ojea recordó que “era de noche y Pedro ordena ir a pescar. Trabajan toda la noche y no sacan nada. Y a la madrugada, al amanecer, cerca de la orilla, ven a un hombre que les pregunta con familiaridad: "Muchachos, ¿no tienen que comer?, no tienen nada para comer. Y entonces al mismo tiempo les ordena que echen la red a la derecha al ver que no habían sacado nada. Ellos le obedecen y se produce esta pesca milagrosa, esta enorme cantidad de peces que hubo que arrastrar hasta la orilla”.
Para el obispo argentino, “detrás de esto está el envío de Jesús a que sean pescadores de hombres, pero con él, estando él presente, con la luz de la resurrección, dejada ya la noche, sino con la presencia viva de Jesús resucitado. Él los espera para darles de comer, los espera para seguir acompañándolos como alguien que les pone la mesa, como diciéndoles: Permanezco en la Eucaristía, me quedo, me quedo en la Eucaristía para acompañar esta misión de la iglesia.”
El diálogo con Pedro
El obispo emérito de San Isidro se fijó en su reflexión en el diálogo de Jesús con Pedro. “Pedro ya no es el mismo que antes de la negación. Pedro ya no se jacta de ofrecerle la vida al Señor sabiendo que no iba a poder”. Igualmente, hizo ver que “después tenemos ese maravilloso diálogo con Pedro en el que Jesús le pregunta sobre su amor. Pedro ha crecido muchísimo en esos días. El Pedro entusiasmado, pero cobarde; el Pedro que se queda sin fuerzas hasta negar delante de una empleada doméstica a su Señor, a su Maestro, a quien había entregado la vida. Ese Pedro conoce de verdad a Jesús”.
Desde ahí subrayó que “cuando Jesús lo mira, según el evangelio de San Lucas, después de la negación, esa mirada se le queda grabada”. Por eso recordó lo que dice el texto de Lucas: “Saliendo afuera, lloró amargamente”. Según Ojea, “allí Pedro conoce a Jesús, conoce su misericordia, conoce su perdón. Entonces, nos encontramos con un Pedro que ya es consciente de su fragilidad. consciente de sus pecados, de su debilidad, es otro Pedro y al mismo tiempo está dispuesto a compartir el destino de Jesús. Ya no se revela, ya quiere trabajar con él”.

Te quiero con mi fragilidad
Por eso, recordó el obispo emérito de San Isidro, “se entristece cuando por tercera vez Jesús le pregunta si lo quiere, recordando su negación y le responde: ‘Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te amo’. Que es lo mismo que decir, te quiero como puedo. Te quiero como soy. Te quiero con mis pecados. Te quiero con mi fragilidad, pero bueno, aquí estoy. Ya no es aquel Pedro que se niega a que Jesús le lave los pies, sino que él está dispuesto a servir”. Finalmente, “el Señor le profetiza que va a extender sus brazos, que va a ser crucificado también como él”, dijo el obispo.
Al final de sus palabras, Ojea dijo que “estamos rezando en estos días al Espíritu Santo por el sucesor de Pedro. Él tiene el don de hacer la armonía en la Iglesia, de cuidar la unidad de la Iglesia. La misión de Pedro es importantísima, es respetar la diversidad de los miembros del pueblo de Dios y al mismo tiempo asegurar su unidad y trabajar por su unidad, trabajar con la armonía del Espíritu”. Para eso, llamó a que “pidámosle a ese Espíritu que asista y esté presente estos días en la mente y en el corazón de los cardenales, que nos regalaran un nuevo Papa que tanto necesitamos. Hemos sentido a Francisco como la pérdida de un padre de la humanidad. Nos hemos sentido huérfanos. En poco tiempo será elegido el nuevo sucesor de San Pedro. Acompañemos con nuestra oración este hecho trascendente para la vida de la Iglesia y para la vida del mundo”.
Etiquetas