Radio Ucamara nos muestra en un vídeo la realidad de la Amazonía peruana Ɨatsaku – corazón valiente: la pandemia del Covid-19 a los ojos de los niños indígenas

Niños indígenas peruanos
Niños indígenas peruanos

Los niños y niñas de la Amazonía han vivido esta pandemia desde sus sueños, desde su historia, comprendiendo desde su sensibilidad y sus formas de ver el mundo, cómo el miedo y el dolor ha acaparado el planeta. Han sentido el abandono también, la injusticia, los estómagos vacíos

“Mami, quién nos va a cuidar si tú y mi papi se mueren porque se contagian de COVID-19

“Yo no quería que le pase nada a mi familia

“En mi comunidad, durante la cuarentena mi abuelito me explicó sobre las plantas y para qué servían. No había atención en la posta médica y todos hemos tomado preparados de vegetales, y nadie se ha muerto

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El impacto de la pandemia en las comunidades indígenas de la Amazonía ha supuesto un duro golpe para una sociedad marcada por el cuidado de la vida. Son muchos los que se han ido, y eso ha dejado un recuerdo de nostalgia que no será fácil de superar. En una tentativa de paliar el dolor, Radio Ucamara, en la ciudad de Nauta, Amazonía peruana, ha realizado un vídeo con un grupo de niños y niñas en el que hace una lectura de todo lo pasado en los últimos meses.

Como relata Daniela Andrade, “Yo le soñé a mi abuelito, y en ese sueño me decía algo que me había dicho cuando vivía: Tienes un corazón muy fuerte”. Ahora recién puedo comprender, porqué me decía eso siempre”, nos contó Miguel Ángel, cuando preguntamos a los niños y niñas, cómo habían vivido la cuarentena.

A través de las voces infantiles, Daniela Andrade nos va ayudando a entender una realidad que supera nuestra capacidad de comprensión, mucho más cuando se trata de niños. Es lo que pasa con Jack, que restriega sus manitas contra sus ojos, que se llenaron de lágrimas, como expulsando todo lo que había estado guardado por mucho tiempo.  Contó que sus primos se quedaron sin su madre y que eso era muy triste. “Mami, quién nos va a cuidar si tú y mi papi se mueren porque se contagian de COVID-19”, preguntó Martín de 9 años a su mamá. ¡Cuántas cosas habrán pasado por su mente hasta llegar a esa pregunta!

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La pandemia ha ayudado a que los pequeños indígenas de la ciudad de Nauta tengan una visión diferente de la realidad, como dice Miguel, pues “cuando me asomaba a la calle, todo estaba vacío y oscuro”. En este tiempo, comencé a dibujar y a crear historietas y personajes, me di cuenta que soy bueno con mi lápiz. Con la cuarentena llegó el silencio, una oportunidad para algo diferente, “en el silencio, se pueden escuchar a los pajaritos, a los sapos”.

Los niños no han sido ajenos a lo que estaba pasando, no solo cerca de ellos, sino en todo el mundo, pues como ellos mismos afirmaban, en la tele, todos los días salían noticias de muertos, de que en todos los países la gente se estaba muriendo y eso asustaba, “yo no quería que le pase nada a mi familia”. Quien así habla es Melissa, quien a sus 11 años experimentó como con la cuarentena llegó el miedo, una angustia que no tenía explicación, una rutina que tenía muchas prohibiciones.

Pero también en la Amazonía muchas familias que viven en la ciudad, optaron por aislarse y regresar a sus chacras. Los pueblos amazónicos siempre han buscado sus propias salidas ante las amenazas externas, algo que les ha permitido sobrevivir. Jack recuerda lo que hacía en ese tiempo de aislamiento, “ahí nos bañábamos en la quebrada, comíamos el caimito que ya estaba cayendo, los cantos de los animales, nos hacían sentir como que nada estaba pasando”. Él junto con su familia viven en uno de los muchos asentamientos humanos presentes en las ciudades amazónicas, verdaderos aglomerados de casas donde hacer cuarentena es algo casi imposible. Por eso, dejaron la ciudad para irse a su comunidad, con la cuarenta llegó el distanciamiento.

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Los niños también cuentan como los pueblos indígenas, ante el abandono de los estados, que en muchos casos no han cuidado de la salud de la gente, recurrieron a la medicina natural y los cuidados tradicionales, tan propios es esas culturas de los pueblos originarios. “Mi mamá preparaba un té con ajo, toronja, kion. Nos lavábamos con mucura y sachajo. Ese té era bien feo, pero yo igual le tomaba porque no quería contagiarme. Un día me agarró la fiebre y la tos y con esos tés que nos daba mi mamá nos hemos curado”, nos cuenta María Celeste, de 8 años. Según la pequeña, “en mi comunidad, durante la cuarentena mi abuelito me explicó sobre las plantas y para qué servían. No había atención en la posta médica y todos hemos tomado preparados de vegetales, y nadie se ha muerto”.

Los niños han tenido que asumir el cuidado de sus hermanos más pequeños, “yo le cuidaba a mi hermanito, porque mis papás salían a trabajar”, relata uno de ellos. A ello se ha unido el hecho de que muchos niños y niñas en la Amazonía pasaron hambre, otros no podían conectarse a sus clases virtuales. Algunos cayeron en la lucha contra la pandemia. Muchos nacieron, rompiendo con su grito, el silencio, como un canto de vida nueva.

Los más pequeños no han perdido la esperanza en días mejores, “queremos volver a ver a la gente que queremos, aunque hemos tenido que estar distanciados, los corazones no se han separado. No nos gusta usar la mascarilla, pero podemos ver con las señas de los ojos, cuando la gente se está riendo”. Una nueva lectura de la vida que les enseña a ellos y a una sociedad que puede descubrir en ellos la fuerza de quien no desiste en su empeño de continuar soñando.

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Por eso, Daniela Andrede no recuerda que los niños y niñas de la Amazonía han vivido esta pandemia desde sus sueños, desde su historia, comprendiendo desde su sensibilidad y sus formas de ver el mundo, cómo el miedo y el dolor ha acaparado el planeta. Han sentido el abandono también, la injusticia, los estómagos vacíos. En la Amazonía muchos niños sufren de anemia severa, sus cuerpos también tienen alergias y magulladuras por la contaminación y la indiferencia. Pero sus rostros son también las mismas razones para que la humanidad insista en nuevas formas de ser, de convivir al salir de este encierro. Ellos son los grandes deudos de los Estados en esta región.

Y son los niños y niñas, “con un corazón muy fuerte, no importa que sean chiquitos”, los que, desde su esperanza, desde su canto, su valentía, como grandes héroes en estos tiempos, nos interpelan, que es posible unir corazones y construir tiempos mejores.

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