Después de la tempestad viene la calma

calma
El salmo 28, es muy posible que sea uno de los salmos más antiguos extraído de un himno pagano. Para ellos la tempestad era un dios, para el pueblo hebreo y para nosotros cristianos es una manifestación del poder de Dios, del Dios único y trino. No todo pensamiento pagano es rechazable y ahí tenemos un ejemplo. El salmista invita al pueblo a alabar a Dios en medio de la tormenta: “La voz del Señor es potente, la voz del Señor es magnífica, la voz del Señor descuaja los cedros, el Señor descuaja los cedros del Líbano. El Señor se sienta por encima del aguacero” (v 4,5,10).

El malogrado cardenal Carlos María Martini, decía que se podría llamar a este salmo, el salmo de los siete truenos, porque el trueno se nombra siete veces. Es un salmo en el que se menciona constantemente el nombre de Yahvé. Nos invita a reconocer su voz en medio de los acontecimientos turbulentos. Debemos huir del pensamiento que Dios se revela solamente en la tranquilidad; tenemos la certeza que después de la tempestad viene la calma. Por ello el salmo termina con estas palabras: “El Señor da fuerza a su pueblo, el Señor bendice a su pueblo con la paz” (v 11). Sí, Dios nos bendice con su paz y Jesús dijo: “Bienaventurados los pacíficos porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Ma 5,9). Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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