Tras el Espíritu

Hace poco celebrábamos la fiesta litúrgica de Pentecostés, el gran colofón de la Pascua de Resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Está muy reciente la venida del Espíritu, un Espíritu Santo que es invocado y recibido día a día en la vida del cristiano, que va dejando una impronta, y precisamente esa experiencia de su presencia ha de llevarnos a dar lo que se nos pide desde lo que con la fe vamos alimentando en nuestras vidas.

Llamados a dar fruto y ser portadores de ello, a vivir dispuestos a dejarse transformar cada vez más por el Espíritu. Esos frutos son concretos y muy variados, como variadas son nuestras vivencias y realidades de vidas pero unidos en mucho desde la fe.

Ahora no nos quedemos pensando en que el Espíritu ya vino. Sí, Pentecostés lo hemos celebrado en el gozo y a la luz de la fe, ahora continuemos la tarea porque son muchos los frutos a dar. "El fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí.

Si vivimos por el Espíritu, marchemos tras el Espíritu" (Ga 5, 22-23a.25). Como nos dice la carta a los Gálatas, "marchemos tras el Espíritu", SÍ! Dejémosle enviar su aliento y recibir su luz en el corazón para ofrecer aquello de bueno que vamos recibiendo e ir aprovechando las manifestaciones del Espíritu en nuestras vidas y aprovechar todo aquello que nos hace crecer en la fe.

Elijamos el fruto que sabemos en nuestro interior que necesitamos más o deseamos pulir o tal vez quisiéramos vivir más intensamente en este tiempo de nuestra vida. ¿Eliges fruto?Texto: Hna. Ana Isabel Pérez.
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