El Evangelio y la paz

El Nuevo Testamento, y especialmente los Evangelios nos hablan de la paz. Zacarías el padre de Juan Bautista en el nacimiento de su hijo dice: que el hijo de María viene “para iluminar a los que viven en la más profunda oscuridad, para dirigir nuestros pasos por un camino de paz” (Lc 1, 79). En el anuncio a los pastores en el nacimiento del Mesías, los ángeles cantan: “¡Gloria a Dios en las alturas! Paz a la tierra los hombres de buena voluntad” (Lc 2,149). Jesús, Príncipe de la Paz, habla con frecuencia de paz: “Dichosos los que trabajan por la paz, porque Dios los llamará hijos suyos” (Mt 5, 9), “Jesús dijo: ¡Paz a vosotros! Como el Padre me envió a mí, también yo os envío a vosotros” (Jn 20,21).
La paz es el núcleo de la doctrina social de la Iglesia. En el siglo pasado, el año 1963, Juan XXIII en su encíclica Pacem in Terris, hace una llamada no sólo a todos los miembros de la Iglesia católica sino a todos los hombres de buena voluntad de la necesidad de trabajar a favor de la paz. “La paz en la tierra, suprema aspiración de toda la humanidad a través de la historia, es indudable que no puede establecerse ni consolidarse si no se respeta fielmente el orden establecido por Dios” (Introducción).
El Concilio Vaticano II en su constitución Gaudium et Spes (año 1965), dice: “Por esto el Concilio, al tratar de la nobilísima y auténtica noción de la paz, después de condenar la crueldad de la guerra, pretende hacer un ardiente llamamiento a los cristianos para que con el auxilio de Cristo, autor de la paz, cooperen con todos los hombres a cimentar la paz en la justicia y el amor y a aportar los medios de la paz” (número 77). Y en el número siguiente afirma: “Es absolutamente necesario el firme propósito de respetar a los demás hombres y pueblos, así como su dignidad, y el apasionado ejercicio de la fraternidad en el orden a construir la paz. Así, la paz es también fruto del amor, el cual sobrepasa todo lo que la justicia puede realizar”.
Vemos como la paz es obra de la justicia. Es tarea humana que requiere un esfuerzo diario. Si los hombres no se sienten auténticamente hermanos, no se logrará la paz. Texto: Hna. María Nuria Gaza.