Semana Santa... Evocando la entrada de Jesús a Jerusalén

Cristo nos invita a escoger la puerta estrecha

Puerta

Los habitantes de Jerusalén acogen al rey David: Las puertas de la ciudad deben abrirse a la altura de la dignidad del gobernante. 
El rey David acoge el arca de la alianza. Las puertas de su capital deben ensancharse para que Dios no se sienta en estrechez. La ciudad en fiesta acoge el Mesías montado sobre un asno, los ciudadanos lo acogen con palmas y ruegan a las puertas de levantar bien alto sus dinteles para honrar su Señor.

Sin embargo, Cristo nos invita, al contrario, a escoger la puerta estrecha, la puerta baja, diminuta. Él dijo a los discípulos de Emaús: “¿No era preciso que el Mesías sufriera estos padecimientos para entrar en la gloria?”.

Lo mismo nos ocurre a nosotros, es preciso que el hombre viejo muera para dejar espacio al hombre nuevo. Entremos por las puertas grandes del cielo para compartir su gloria. Todo lo que es viejo, seco, estrecho, debe ser arrancado, quemado. Las escorias de nuestro egocentrismo deben ser saneadas por el fuego. No es fácil, no es una prueba agradable. Dios vendrá a permanecer en nuestra morada interior.    

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