¡Felicidad!

El salmo 111 es un salmo que describe la felicidad del justo. El salmista asegura que el que teme a Dios es feliz, bienaventurado, porque amar a Dios es el principio de a sabiduría.
Para ser bienaventurado hay que temer a Dios porque cumplir sus mandatos da una paz que no pueden conocer los impíos.
“Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos”.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita”.
La segunda parte del verso del salmo está ligada a la creencia del Antiguo Testamento que se pensaba que tener descendencia era una bendición de Dios y el no tenerla un castigo.
El siguiente verso va también, en parte, ligado a la creencia de que la riqueza era un don de Yahvé al hombre justo. Pero en realidad no es cierto, ya que hay infinidad de justos que viven en una gran pobreza y muchos ricos no tienen nada de justos. Pero si que los justos son ricos en misericordia por ello, su caridad es constante, sin falta como reza el salmo.
“En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo”.
La bondad es como una luz, un faro que guía a buen puerto. El hombre bondadoso ama y es amado. Es un faro de salvación para quien acude a él. El justo es compasivo y ayuda a los demás en todo lo que está a su alcance. Difícilmente será borrado su recuerdo.
“El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo”.
Cuando le llegan vientos contrarios pone su confianza en el Señor.
“No temerá las malas noticias,
su corazón esta firme en el Señor”.
Los penúltimos versículos de este salmo, hacen elogio de la caridad del hombre justo, San Pablo en la II carta a los corintios cita el versículo 9 de este salmo, comenta Schökel, exhortándolos a que sean generosos. Texto: Hna. María Nuria Gaza.