Florecer

Los autores de la Biblia, el mejor libro que jamás se ha escrito, saben cantar y admirar la belleza de la creación.
En la azotea de casa tenemos macetas, vivir en la ciudad no da para más. En su tiempo dan flores que nos sirven para la capilla y algunas veces hasta para adornar algún rincón de la casa. Entre las macetas, en una hay una planta que es genial. Cuando no tiene flores no darías un céntimo por ella. Más de una vez alguna hermana me ha dicho: “Oye, ¿por qué tienes esta planta tan fea ahí?” Y yo les respondo: “Pues con lo fea que tú dices que es, es de las más laboriosas, da unas florecillas magníficas. Florece más que ninguna”.
Cuando cuido las plantas pienso en aquel dicho: “Hay que florecer donde nos planten”. Sí, saber florecer para dar gusto a quienes nos rodean, para estar en la capilla, para alegrar a los que entran y salen, para desprender buena aroma a quienes se nos acercan es nuestra misión y no sólo una vez al año sino como la de la maceta que da flores muy a menudo. Texto: Hna. María Nuria Gaza.