Misericordia

Recibía clase de liturgia, la hermana que me da la clase me dijo: “el único pecado que Dios no perdona es la desconfianza del hombre en su misericordia”. Días después, otra hermana hacía referencia a lo mismo con un caso por muchos conocido: el de Judas Iscariote. Él traicionó a Jesús, lo entregó… pero lo peor que pudo hacer fue desconfiar de la misericordia de Dios y ahorcarse; no saberse digno del perdón.

Ambas hermanas me ayudaron a mirar más allá, a ver que la misericordia de Dios es infinita. Sentí una paz inmensa al saber que pese a mis repetidos pecados, Dios siempre está dispuesto a perdonarme. Sólo espera de mi una mejoría y creo que dentro de esa mejoría está el saberme perdonar a mi misma de las faltas cometidas, algo que no siempre es fácil pero si posible.

Creo que sería absurdo acudir al sacramento de la Reconciliación sin dolor de los pecados, sin unos buenos propósitos de enmienda… ¿que pensáis? ¿A Dios rogando y con el mazo dando? o lo que es lo mismo, ¿de qué sirve pedir perdón a Dios y no poner solución en aquello que nos hace ofenderle?

Estamos en la recta final de este tiempo de Cuaresma, en el que estamos especialmente invitados a la conversión y me parece que a todos nos conviene convertirnos para llegar a la Pascua con un corazón nuevo, que nos haga vivir con la paz y la confianza que recibe quien de verdad se siente perdonado por Dios y se perdona a si mismo. Texto: Silvia Ponce, aspirante.
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